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La ruta de salida de la dictadura

Exigir justicia plena, mayor presión al régimen, y que nos comprometamos a cumplir nuestra parte en la movilización y resistencia organizada

Los desafíos políticos de la Unidad Azul y Blanco y la Alianza Cívica

Yaritzha Mairena

15 de marzo 2020

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La importancia de honrar la memoria

Hace un año fuimos excarcelados 50 prisioneros políticos bajo medidas cautelares, una decisión unilateral del Gobierno que convenía a crear una imagen de voluntad política a causa de la negociación. Fuimos usados por el régimen para enviar un claro mensaje: “yo tengo el control”

En conmemoración de esta fecha que jamás voy a olvidar escribo hoy una catarsis de lo que para mí es mi realidad y trato de escribirlo como un reconocimiento simbólico a la lucha de mis hermanas también prisioneras políticas: Nelly, Solangue, María, Amaya, Patricia, Jamileth, Johana y Karla, quiénes hace un año también estuvieron en huelga de hambre en la celdita 4.

La huelga de hambre inició como una medida desesperada de alzar la voz para ser escuchadas desde la prisión; recordando siempre una frase de una de las cartas que sacamos una vez: de lo único que nos arrepentimos es de no haber hecho lo suficiente. Constantemente me pregunto: ¿Cómo vivirán los demás con la culpa?, ¿cómo viven quiénes se quedaron en las mesas de negociación sabiendo que solo sirvieron para darle oxígeno a la dictadura y que continúan siendo los mayores cómplices del desmontaje de la resistencia cívica, oponiéndose a llamar a movilizaciones con la excusa de la seguridad?

Yo viví de manera difícil las tensiones en la mesa de negociación, hace ya un año. Vaya que pasa rápido el tiempo. En esa mesa, se procuró por todos los medios evitar los llamados que se hacían para protestar en las calles. A veces me cuestiono si serán conscientes de que su negativa le quitó la esperanza a muchas personas.


Constantemente vivo en el pasado para no olvidar, recordando las palabras, los gestos, las caricias y la sangre. Es increíble a cuantos nos toca vivir recordando. Hoy recuerdo el 15 de marzo del año pasado cuando salí de la cárcel muy distraída, confundida y con mucho dolor. Cuando me hablaban solo sentía dolor. Las cosas que pasaron cuando estaba prisionera son imágenes perdidas de una realidad que me trastoca y me cambia.

Yo estaba presa, no soy culpable. Yo estaba presa, no me di cuenta, nadie me dijo y nadie me consultó. No solamente el régimen nos usó como monedas de cambio, fuimos excarcelados bajo un supuesto acuerdo firmado, que al final solo benefició a la dictadura, aun cuando desde la cárcel lo que esperábamos era justicia para los asesinados.

El espejismo de la negociación fallida

Lo que la negociación logró fue que los ORMU tuvieran tiempo y espacio para reconfigurar la estrategia de afianzar su poder, reforzar su discurso de odio maquillado de paz y confundir con supuestas muestras de voluntad. Fue un espejismo, se lo dijimos, pero nadie escuchaba.

¿A qué viene esto ahora? Pues vivo en una realidad de la que no fui parte por muchos meses. Me tocó aceptar que, en la segunda mesa de negociación, personas que no vivían lo que yo vivía, ni preguntaron lo que pensaba, firmaran acuerdos en los que me impusieron una ruta de salida.

¿Representación, imposición o pragmatismo resignado?

Quiero recordar nuestro comunicado del 27 de febrero, cuando junto a otras prisioneras políticas, iniciamos una huelga de hambre en la celda. Una parte de lo que escribimos dice: “y con la complacencia de la Alianza Cívica, tampoco han mostrado transparencia, ni antes ni durante el diálogo, excluyendo a sectores de importancia e impacto nacional”. Sacamos la carta con tanta dificultad que casi se pierde y nos ignoraron. Al final vivimos con lo que decidieron los demás, le dimos a la Alianza Cívica la potestad de “representarnos” y no hay mucho más que decir.

A un año de todo esto, los prisioneros políticos siguen sufriendo torturas y miserias sin ser escuchados. En la burbuja de la oposición solo tiene cabida el pragmatismo resignado, imponiendo en todas las organizaciones el silencio, procurando, mediante el secretismo y la conspiración, moldear las decisiones a su antojo, cada vez que se intenta tocar el tema de la movilización alegan demencia y llaman, a todas y todos los que pensamos diferente, radicales.

Yo vivo con mis culpas. Día a día me cuestiono lo que hice. Desde mayo, cuando me atrincheré en la UNAN, cuando acepté ser parte del Consejo Político de la UNAB, cuando decidí ir a una reunión y no a tomar un café, vivo constantemente entre el silencio de mis pensamientos y el ruido de los chats, pero también, vivo consciente de que mi postura y mi ruta están claras desde abril: ¡Ortega no se irá, debemos sacarlo!

Reflexionando sobre la ruta

Mi ruta es la justicia, la verdad, la reparación de las víctimas y garantizar la No Repetición, porque en Nicaragua sufrimos ciclos de violencia que jamás se superarán sin exterminar de una vez la cultura del silencio, del olvido y de la resignación.

Mi ruta es la justicia, porque no puede haber paz enterrando vivo el pasado, si seguimos suponiendo que las decisiones que generan menos esfuerzo son las mejores.

La cultura del silencio y el olvido solo beneficia a los poderes fácticos que han mantenido la hegemonía política y económica, solo beneficia a una minoría elitista que se ha acomodado a vivir de la explotación y la pobreza perpetua del nicaragüense.

Es clara su resistencia al cambio. Estas personas no se pondrán del lado de la dictadura porque es insostenible, esperan a las elecciones y al nuevo Gobierno para seguir imponiendo bajo coerción la política tradicional, excluyente y adultista que siempre han promovido y defendido.

La ruta de justicia no debe ser relegada de las agendas de la oposición, no debemos estar dispuestas ni dispuestos a permitirlo y tampoco creer el discurso doble moral de quienes desprecian a las víctimas que tienen voz y generan presión solo porque les cuestionan su absolutismo.

El camino a la justicia no se da solamente después que se vaya Ortega, si no, garantizando la NO impunidad de los responsables de violaciones a los derechos humanos y culpables de crímenes de lesa humanidad.

Es la oposición organizada quien debe garantizar que la ruta de justicia se cumpla, y si no es así, será porque pactan impunidad o legitiman a la dictadura y eso no los hace oposición, como no lo eran todos los partidos zancudos cómplices.

Lograr justicia no es fácil, cómo no lo fue abril. Toca luchar sin descanso, no permitir que al igual que en el pasado se tomen decisiones por nosotros, porque tenemos voz y cada palabra vale. No somos un pueblo incapaz de luchar, pero la dispersión no nos deja ver la ruta a seguir. Volvamos los ojos al pasado para no olvidar y recordemos nuestras consignas como un eco del sentimiento inamovible de querer justicia para llegar a una paz sostenible, para cerrar ciclos.

La ruta crítica para desmontar a la dictadura debe consensuarse a lo interno de la Unidad Nacional y la Alianza Cívica de cara a la Gran Coalición y de paso le quitan la imagen electorera que todo mundo le ve. No se puede cambiar la correlación de fuerzas sentándose a esperar la buena voluntad de la dictadura y tampoco en discusiones que no concatenan con la realidad desgarradora de un pueblo que sufre.

Es un hecho que la organización y cohesión territorial hace fuerte a la oposición, pero, ¿Qué debilita al régimen? ¿Cuál es el plan para lograr las condiciones de las que tanto se habla e ir a elecciones?

Hace unas semanas el vocero del régimen dijo ante el Consejo de Derechos Humanos que habrá elecciones en el 2021, transparentes y observadas. ¿Será que la dictadura ya prometió otra tregua y la Alianza cree en eso? ¿Va a permitir la oposición que Ortega y su séquito realicen otro espejismo para deslumbrarles y moldear las circunstancias a su favor?

No es tan difícil instar a la movilización organizada y a la desobediencia civil que permitan crear la suficiente presión interna; pero que esto no quede en papel nada más, pues escrito ya está. Faltan las acciones y el liderazgo comprometidos a enfrentar a la dictadura. En esto, es la Unidad Nacional quien ha tenido las propuestas, pero su falta de beligerancia e incapacidad de separar sus estrategias del rumbo de la Alianza Cívica han frenado un sinnúmero de intentos de darle impulso a estas acciones.

Procurar y luchar por que se apliquen las medidas necesarias a nivel internacional, y no solamente las sanciones, si no la aplicación de la Carta Democrática, en sus artículos sobre la “institucionalidad democrática” (que a la fecha no hay ninguno aprobado y ni siquiera aplican o son suficientes como sanción a los crímenes de lesa humanidad) dando como resultado una mayor presión externa en contra de la dictadura. No se puede permitir por ningún motivo que la OEA fiscalice un proceso electoral en Nicaragua, ya sea por petición unilateral del régimen o por petición conjunta del régimen y la oposición sin haber aplicado los procedimientos adecuados.

Debemos cuestionarnos si permitiremos que la oposición siga el rumbo de legitimar, no solo al sistema estatal orteguista por medio de las elecciones, sino también a la organización criminal que es el Frente Sandinista de Liberación Nacional, de donde se desprenden los grupos criminales que el Estado de Nicaragua legitimó para la operación limpieza. Está organización no puede considerarse un partido político, sino más bien una organización terrorista, culpable de crímenes de lesa humanidad y de macro criminalidad, incluyendo el genocidio.

La ruta es exigir que se garantice la justicia plena e integral para el país, exigir mayor presión al régimen, comprometernos a cumplir nuestra parte en la movilización y resistencia organizada. En los barrios, las comunidades, los recintos, las organizaciones y los espacios virtuales sigamos la línea de la mayor presión para los mayores resultados.

La importancia de honrar la memoria yace en no repetir los errores del pasado, si no hay memoria y justicia no se podrá garantizar la No Repetición, debemos estar claros que la ruta hacia la justicia la construimos todas y todos con las decisiones políticas que tomamos y antes de firmar cualquier acuerdo nuestros representantes deben estar claros que honran la vida y la sangre de quiénes no pueden alzar su voz, y aportan a reparar el daño que esta dictadura sangrienta le hizo a quienes sobrevivieron. Desmontar a la dictadura y su sistema podrido no será fácil pero cuando veamos al pasado la culpa y la desilusión no estarán ahí.

*La autora es exrea política e integrante de la Unión de Presas y Presos Políticos de Nicaragua.


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