3 de mayo 2023
Valencia, 3 de mayo 2023. En nombre de todo el equipo de CONFIDENCIAL y de los periodistas independientes de Nicaragua, expresamos nuestro profundo agradecimiento por este premio de Libertad de Expresión que nos otorga la Unió de Periodistes Valencians en el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
Dedicamos este reconocimiento a la memoria del periodista Ángel Gahona, asesinado el 21 de abril de 2018 mientras brindaba cobertura a las protestas cívicas en Nicaragua, un asesinato que continúa en la impunidad desde hace cinco años. Y lo dedicamos también a nuestro colega José Rubén Zamora, director de El Periódico en Guatemala, quien después de estar preso durante nueve meses, hoy está enfrentando un juicio que amenaza la libertad de expresión en Guatemala, promovido por el régimen de Alejandro Giammattei.
Este reconocimiento nos honra por su trayectoria de más de cuatro décadas y sobre todo nos alienta a seguir haciendo periodismo, ahora desde el exilio, para seguir informando y derrotando la censura que pretende imponer la dictadura en Nicaragua.
El pasado 15 de febrero, 94 ciudadanos nicaragüenses fuimos despojados de nuestra nacionalidad por el régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, en un acto ilegal, inconstitucional, y violatorio de tratados internacionales suscritos por el Estado de Nicaragua.
En la lista de los 94 estamos incluidos 11 periodistas, directores de medios de comunicación en el exilio como CONFIDENCIAL, el medio que yo dirijo desde hace más de 25 años, 100% Noticias, Artículo 66, Nicaragua Investiga, Radio Darío, Divergentes, Café con Voz, y otros medios.
Seis días antes, el 9 de febrero, otras 222 personas –todas presas y presos políticos– fueron excarceladas, desterradas a Estados Unidos y despojadas de su nacionalidad nicaragüense en un acto de venganza política.
Entre los excarcelados, había 12 personas vinculadas a medios de comunicación: un cronista deportivo y bloguero, tres directivos del diario La Prensa, un periodista fundador del canal de televisión por cable 100% Noticias, un comentarista político de televisión de Canal 10, varios periodistas locales, e incluso dos choferes del diario La Prensa, cuyo “delito” fue haber transportado a los reporteros que cubrieron la noticia de la expulsión de las monjas de Madre Teresa de Calcuta, en julio de 2022.
Todos ellos habían sido condenados sin ninguna prueba por presuntos delitos de “conspiración contra la soberanía nacional”, “lavado de dinero”, y “propagación de falsas noticias”, y permanecieron en una cárcel de aislamiento o bajo arresto domiciliario hasta 600 días.
Como resultado de la persecución política, en Nicaragua ya no existen fuentes independientes a quienes se les pueda atribuir una información, un dato, o una valoración de los hechos. Todos sin excepción solicitan que sus identidades sean protegidas para poder informar u opinar, por temor a represalias oficiales, que incluyen la cárcel.
Esta doble criminalización de la libertad de prensa y de la libertad de expresión –para silenciar a periodistas, fuentes informativas, y la libertad de opinión–, representa la última etapa de un largo proceso de demolición del Estado de derecho ocurrido en los últimos 16 años.
Bajo el estado policial de facto impuesto desde 2018, en Nicaragua no hay libertad de reunión, ni de movilización. En 2021, el régimen anuló la competencia política y la celebración de elecciones libres. En 2022 incrementó una persecución implacable contra la sociedad civil, cancelando más de 3200 organizaciones no gubernamentales. Y en 2023 escaló la persecución contra la Iglesia católica, condenó a 26 años de cárcel al obispo de Matagalpa Rolando Álvarez y decretó hasta la prohibición de las procesiones religiosas.
Sin embargo, el periodismo desde el exilio resiste como la última reserva de todas las libertades conculcadas. Desde que estalló la crisis política hace cinco años, durante las protestas cívicas en abril de 2018, la represión contra los periodistas ha incluido asesinatos y agresiones físicas, censura a la televisión, destrucción física de medios, bloqueo aduanero a los periódicos, hasta culminar con el cierre y la confiscación de medios, la imposición de leyes represivas, y el encarcelamiento de periodistas.
El último secuestro de un periodista ocurrió durante la pasada Semana Santa. Víctor Ticay, corresponsal de Canal 10 en Nandaime fue encarcelado por el presunto delito de haber transmitido por Facebook una procesión religiosa del Miércoles Santo.
Hacer periodismo bajo una dictadura, es un acto de resistencia para seguir informando y contando la verdad. Mi propia redacción, CONFIDENCIAL, ha sido confiscada y asaltada dos veces por la Policía, en diciembre de 2018 y en mayo de 2021. Pero nunca dejamos de informar un solo día a través de las plataformas digitales y las redes sociales.
Ortega también confiscó el canal de cable 100% Noticias y el diario La Prensa. Sin embargo, nunca ha podido confiscar al periodismo, y los medios confiscados seguimos informando desde el exilio.
El régimen ha cerrado, además, más de 50 medios radiales y televisivos locales, y más de 150 periodistas se han visto obligados a exiliarse. Una parte de ellos se han reorganizado en torno a unos 25 medios digitales, principalmente en Costa Rica, España y Estados Unidos. Sin embargo, más del 30% de los periodistas, se dedican a otros empleos para sobrevivir, o abandonaron la profesión por temor a represalias contra sus familias.
Desde mediados de 2021, estoy exiliado por segunda vez en Costa Rica, para evitar ser silenciado en Nicaragua con una infame acusación criminal y una orden de captura. Toda mi redacción, y prácticamente todos los medios de comunicación independientes, estamos trabajando desde el exilio.
Mis programas de televisión Esta Semana y Esta Noche están censurados en la televisión abierta y en el sistema de cable, pero continuamos llegando a una audiencia de más de 425 000 suscriptores a través del canal de YouTube de CONFIDENCIAL y Facebook Live. Las redes sociales representan un vehículo extraordinario para vencer la censura, pero también se han convertido en un espacio de desinformación y polarización política que compite contra la prensa independiente.
En consecuencia, la resistencia de la prensa también requiere hacer periodismo de calidad, sin caer en el activismo. De ello depende la eficacia de la prensa frente a la maquinaria de propaganda de los cinco canales de televisión, decenas de radioemisoras, y portales de internet, que maneja la familia gobernante como negocios privados a costa del Estado.
Las organizaciones defensoras de derechos humanos y de la libertad de prensa, en América y Europa, han hecho un trabajo extraordinario por documentar y visibilizar la persecución contra la prensa en Nicaragua, Cuba y Venezuela, donde no hay Estado de derecho y por lo tanto no existe ninguna protección para los periodistas
Pero, en última instancia, nuestra única protección radica en hacer más y mejor periodismo para fortalecer la credibilidad de los medios y la relación con nuestras audiencias.
El exilio ya no es una situación temporal de emergencia que nos obliga a salir y reubicarnos en otro país, sino una condición permanente, de mediano plazo.
Enfrentamos los desafíos de proteger a nuestras fuentes y colaboradores, garantizar la seguridad digital y del internet, y elevar los estándares de verificación para corroborar la información originada en fuentes anónimas, y seguir publicando información confiable.
También enfrentamos el desafío de la sostenibilidad económica del periodismo en el exilio, cuando a los problemas provocados por la competencia desleal con los gigantes tecnológicos, se agrega la criminalización en contra de nuestros anunciantes.
La crisis nos obliga a buscar nuevos modelos de gestión económica para financiar la independencia de los medios, a través de donaciones internacionales, los aportes de la audiencia, y la monetización comercial.
También se necesita un cambio de paradigma en agencias de cooperación internacional que apoyan el periodismo independiente. Es necesario reconocer que la sobrevivencia de la prensa en el exilio, no solamente en Nicaragua, sino también en Cuba, Venezuela, Rusia, Ucrania, Irán, Afganistán, Myanmar, y otros países, es un imperativo democrático que requiere estrategias de apoyo de largo plazo
Nuestras investigaciones periodísticas no han producido ningún cambio en las políticas públicas de un régimen autoritario que no está diseñado para la rendición de cuentas. Sin embargo, muchas de estas historias, datos, y testimonios, representan insumos valiosos para alimentar las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos en Nicaragua, como el informe que presentó el Grupo de Expertos de la ONU sobre crímenes de lesa humanidad ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Junto a los familiares de las víctimas de la represión, el periodismo ha documentado el primer borrador de la verdad y la memoria, para sentar las bases de la justicia y la restitución de la democracia en Nicaragua.
El colapso del Estado de derecho en Nicaragua y la consolidación de la dictadura es también un espejo en el que hoy se está viendo la prensa centroamericana, en Guatemala, El Salvador, y Honduras, amenazada por tendencias autoritarias.
Y la experiencia de Nicaragua demuestra que la resistencia de la prensa en el exilio bajo una dictadura no es suficiente para despejar el camino hacia un cambio democrático, pero mientras persista, haciendo más y mejor periodismo, mantendrá encendida la llama de la libertad de prensa, como la última reserva de todas las libertades.
Muchas gracias.
*Periodista nicaragüense. Director de Confidencial.digital