18 de abril 2019
Madrid, un grupo de mujeres bulliciosas entran en la estación del metro Colón; son las 2:00 la tarde del domingo 10 de junio y regresan a sus trabajos. Van ataviadas de azul y blanco con banderas y pañoletas; las camisetas gritan “no eran delincuentes, eran estudiantes. Nicaragua: justicia y libertad”. Van con la adrenalina subida, vienen de la concentración en la emblemática plaza Colón. Un miembro del sindicato Comisiones Obreras que también ha ido al acto las escucha con atención, se da cuenta que son empleadas del hogar, con prisas, están consumiendo los últimos minutos de sus permisos. El sindicalista había ido para comprobar en directo si era cierto que la CIA financiaba aquello. Santo remedio; es el pueblo llano apoyando a sus compatriotas.
Así han pasado los últimos 365 días, sin respiro ni descanso, pegados a los teléfonos, sin dormir por la bendita diferencia horaria. Gracias a las comunicaciones inmediatas se sigue en directo lo que pasa al otro lado del charco; los videos de los chayopalos derribados, los asesinatos, las manifestaciones masivas, las barricadas, los presos políticos; las fotos llegan una y otra vez, es un torrente incesante. La vigilia permanente es una forma de acompañar la lucha allá lejos.
Un año sin bajar la guardia en el frente internacional donde la dictadura ha sufrido cada día una nueva derrota. Un año después, a pesar los magros esfuerzos de sus voceros, nadie compra la versión patética del orteguismo: ni intentona golpista ni terrorismo; tan solo una rebelión social en toda ley, por la libertad, por la democracia.
En estos doce meses los nicaragüenses en el exterior hemos pasado de islotes a comunidad, de pequeños grupos unidos por la coincidencia de la emigración a tierras extrañas, a colectivos articulados en torno al sentido político de derrocar a la dictadura. Ni diáspora ni apátridas. Los y las nicas en el exterior formamos una amalgama que poco a poco ha ido tejiendo nexos que hace un año no existían. Ciertamente que hay exilados, expulsados por la represión, pero son la minoría. La mayoría son migrantes económicas, mujeres que, en palabras de Sabina, con una alfombra y un Kleenex le sacan brillo al culo de Europa, pero también hay nicas emigrados de otras épocas, casados con nacionales, estudiantes atrapados entre la lucha y la tesis, trabajadores en organizaciones internacionales, gente que decidió instalarse donde mejor se sentía.
A este contingente muy pronto se unió la otra vertiente de este nuevo caudal: los ex cooperantes, los ex miembros de los comités de solidaridad, los que fueron a cortar café, a construir escuelas rurales o trabajar como médicos en zonas remotas, lo que dejaron a queridos amigos en una emboscada en Zompoperas y los que procrearon familias en cualquier punto del país y se sienten medio nicas. Y también personas como la periodista estrella del programa más escuchado de la radio, que ha pasado sus vacaciones dos veranos seguidos en las playas del sur y ahora sangra con el mismo dolor que todos llevamos a cuesta por los muertos, los heridos y los presos políticos.
Las más son personas con nula o poca experiencia política, están haciendo sus pinitos en esto de organizarse y salir a las calles. Hace un año vivían de espalda a la política nica; mandaban las remesas y viajaban alguna vez a sus lugares. El chinandegano madrugaba cada día para abrir el mercado de su ciudad, la managüense del Edén alternaba como camarera sus roles de madre en Barcelona, la periodista en Galicia recogía historias de migrantes latinas en la península y una leonesa incansable trabajaba en una ONG. A todas, la represión inhumana de la dictadura las puso en sintonía, las hizo salir de su rutina para engrosar el frente internacional.
Al igual que dentro de Nicaragua, en el exterior la rebelión de abril desató una energía latente de la que no había noticias. El 18 de abril significó el vuelco en la cultura política también de quienes residen más allá de las fronteras; fue el auto reconocimiento como sujetos políticos con reivindicaciones y propuestas tanto al país de origen como hacia los países de residencia. Sin esperar orientaciones ni mandos superiores los y las nicas también se autoconvocaron sin preguntar con qué corriente política simpatizaban.
Transversal, voluntaria y policéntrica, la solidaridad con Nicaragua ha ido pasando por etapas a medida que se cobraba conciencia de que la lucha iba para largo. De la fase individual o de los grupos de conocidos se pasó a la confluencia en torno a actividades y a los grupos de WhatsApp. Posteriormente se dio el salto a grupos mayores por ciudades, a asociaciones formales y a grupos mixtos que incorporaron nicas y nacionales.
Pero este recorrido tuvo que hacer frente a los factores desmovilizadores heredados por el rechazo a los 80: la desconfianza, la cuasi demonización de la palabra organización y el cortoplacismo. Lo que en su momento fue una virtud, pronto se convirtió en un lastre. Las actuaciones autoconvocadas, descoordinadas, voluntaristas y sin estrategia, amenazaron la sostenibilidad del movimiento de solidaridad que a cierto punto de estos 365 días tuvo que debatirse entre lo urgente (como la atención a la llegada de refugiados políticos) y lo de mediano plazo. Afortunadamente las demandas sectoriales supieron conjugarse con las generales, y las de movilización con las de incidencia hacia las instituciones de cada país.
Por eso en estos 365 días en el frente internacional se ha hecho casi de todo. Plantones ante las embajadas de la dictadura, kermeses y nacatamales para recaudar fondos en apoyo a lucha, exposiciones fotográficas, mítines en los metros, vigilias bajo el frío, misas, foros, publicaciones y manifestaciones, algunas de las cuales de forma simultánea con ciudades en prácticamente todo el mundo. Todo lo anterior acompañado de un lobby ubicuo ante gobiernos, parlamentos, organizaciones internacionales, hermanamientos entre ciudades y alcaldías. No sería exagerado afirmar que no ha habido institución relevante de la comunidad internacional donde no se haya alzado la voz por la libertad de Nicaragua. Nunca antes la bandera azul y blanco había ondeado en tantas ciudades y foros como en el último año.
El frente internacional ha sido desde el 18/04/18 un torrente de actividad permanente impulsado por nicaragüenses y por personas que quieren la libertad de Nicaragua. En los lugares más remotos del mundo, de Yangon a Kampala, o en ciudades cosmopolitas, de Londres a Buenos Aires, donde se han juntado más de dos nicas se ha colocado la bandera nacional en plazas públicas. Cualquier sitio ha sido adecuado para reivindicar los derechos de nuestro pueblo a vivir en paz, una paz sin ataduras, que es la paz que merecen las personas libres.