2 de noviembre 2015
Su elección es incontestable. Más de la mitad de votantes inscritos acudió a las urnas. Y de ellos, más del 65 por ciento le otorgó un mandato contundente. Duplicó en votos a su rival y ganó en todos los distritos excepto dos, con unos márgenes tan abultados que en el área metropolitana acaparó cuatro de cada cinco votos emitidos.
Y sin embargo, es indudable que el triunfo de Jimmy Morales es menos contundente que la derrota de sus antiguos rivales.
Morales ganó, pero sobre todo perdieron los representantes de la política tradicional. Los electores votaron en contra de Manuel Baldizón y de Sandra Torres, pero también de todos los otros candidatos que fueron vistos como una extensión de la política corrupta de Guatemala o no llegaron a encarnar como Morales el rechazo a esas prácticas.
Por eso Jimmy Morales entiende con claridad que el mandato que le ha sido otorgado se centra en luchar contra la corrupción. Ahí está su prioridad fundamental.
En segundo orden viene el compromiso de mantener abastecidos los hospitales. Y en tercero el desarrollo de proyectos productivos, de los cuales apenas se ha ofrecido una pincelada, como la plantación de árboles frutales en las cuencas de los ríos.
No hace falta ser clarividente para comprender que solo alcanzar el primer objetivo resultará muy difícil. Morales carece de un equipo propio y tendrá que confiar en muchos desconocidos. Eso le hace vulnerable, y necesitará de un sistema fiscalizador interno bien desarrollado para impedir que sus funcionarios, en un Estado que paga mal a sus cuadros, quieran aprovechar su paso por la función pública para hacer más próspera su vida.
Mantener a raya la corrupción además pasa por una tarea indispensable: depurar las filas de la burocracia. Solo en el departamento de seguridad jurídica del Ministerio de Salud trabajan 79 abogados, y el actual ministro puede confiar en muy pocos de ellos. ¿Emprenderá el nuevo gobierno la tarea de limpiar el Estado de aquellos cuadros inútiles y onerosos antes de empezar a contratar los propios o lo hará de forma paralela? ¿Podrá impedir la corrupción con esos cuadros adentro del Estado?
Jimmy Morales arranca hoy con la toma de una serie de decisiones mucho más complejas que dirigir su propia campaña.
Y aunque ni entre sus objetivos ni en el mandato que le han otorgado los ciudadanos se encuentra realizar transformaciones de gran calado en el país (como combatir la pobreza, transformar el sistema educativo en uno que le otorgue verdaderas oportunidades a los niños y jóvenes, abatir la desnutrición o vencer la segregación de hecho que vive Guatemala), su tarea se antoja gigantesca y llena de escollos.
Luchar contra la corrupción potencial en su gobierno requerirá de un enorme esfuerzo que inevitablemente aplazará otras tareas cruciales para que el país pueda llegar a ser una auténtica tierra de oportunidades para todos.
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Originalmente publicado en la Revista Contrapoder.