8 de julio 2024
La ambición, el egoísmo, la envidia, el odio por el otro, la voluntariedad, el autoritarismo, el irrespeto por lo ajeno… ¿serán estas las debilidades humanas con las cuales se construye la psiquis de los dictadores? Que responda un sicólogo, o quien se interese por hurgar y por definir la personalidad política de los jefes de Estado represores.
A mí, ignorante en sicología (con la p, o sin la p) me da lo mismo que sean esas, más o menos, u otras las debilidades componentes de la personalidad de los dictadores, porque el caso es que, nunca faltarán las circunstancias ni los instrumentos adecuados para poder joder al otro, o a los otros, que es lo más común.
O sea —pienso yo—, que lo determinante para que se construya una personalidad represiva, es sentirse que tiene poder, con qué y cómo hacerlo funcionar. Lo ideológico que de sus actos se derive, o la ideología con lo que se quiera justificar sus propias acciones, o para condenar lo que hacen los demás, es secundario ante las circunstancias y los escenarios propicios para el desempeño de lo que nos toca hacer en la vida.
Eduardo Galeano cuenta en su libro Días y noches de amor y de guerra (Nueva Nicaragua, 1983) una anécdota que a él le contó el cineasta chileno Miguel Littin:
“Él –escribe Galeano— venía de filmar La tierra prometida en el valle de Ranquil, comarca pobre de Chile. Los campesinos del lugar hacían de extras en las escenas de masas. Unos se representaban a sí mismos. Otros hacían el papel de soldados. Los soldados invadían el valle a sangre y fuego arrancaban las tierras a los campesinos. (…) Al tercer día empezaron los problemas. Los campesinos que vestían uniformes, andaban a caballo y disparaban balas de fogueo se habían hecho arbitrarios, mandones y violentos. Ellos acosaban a los campesinos después de cada jornada de filmación”.
Es decir, por un simple acto de ficción de sentirse armados, a caballo y con poder sobre los otros, hizo cambiar la sicología y la conducta de unos campesinos en detrimento de los coterráneos de su misma clase. Otra vez, las circunstancias ejerciendo una influencia negativa sobre los campesinos para actuar en contra de los demás.
Lo curioso de esta anécdota, es que Galeano, en el mismo libro, recuerda a la “Nicaragua en estado de asamblea (se refiere a los programas De cara al pueblo donde) el pueblo se organiza, discute y decide”. Eso es lo que a todos nos parecía entonces, y ahora está totalmente desfasado.
Para completar su ilusión óptica —de la cual no fue culpable— Galeano reproduce la sentencia de Daniel Ortega en esos días: “El que calla las críticas, se hace cómplice de los errores” (¡huy!) Ahora, eso se aplica así: “El que hace las críticas, se hace huésped de los horrores del Chipote”.
Ahí tenemos otro ejemplo de cómo cambia las ideas y la conducta del individuo el hecho de sentirse dueño de alguna cuota de poder. Del tranquilo Daniel Ortega como coordinador de la Junta de Gobierno —por ser consciente de que el poder real lo ejercía la Dirección Nacional del FSLN y no él—, al Daniel Ortega dueño del poder absoluto, hay muchos años y daños de diferencia.
Al margen de estas cuartillas
*Una coincidencia ortográfica en un diccionario, se juntan las fotografías de José Daniel Ortega y la de José Ortega y Gasset…
*Un incidente filosófico de vida los junta y los separa a la vez: a Daniel Ortega, por la circunstancia de haber sido elegido presidente en 2006…
*Y a Ortega y Gasset, por ser el creador de la teoría de la circunstancia, según la cual no se concibe por separado el yo de su entorno…
*Y el entorno palaciego, económico y militar de José Daniel crean la circunstancia donde el poder de su yo arrasa con todo y con todos…