19 de agosto 2022
El obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez ha sido blanco de la persecución del régimen Ortega-Murillo, quien lo ha confinado en la sede episcopal de aquella ciudad. Si bien el análisis político es importante para comprender la situación, no debe perderse de vista que finalmente estos atropellos redundan en violaciones a los derechos humanos que continúan siendo parte de la implementación del Estado policial por parte del régimen.
La libertad religiosa es un derecho humano fundamental que paradójicamente no solo protege las diferentes expresiones religiosas de los seres humanos, sino que también el derecho a cambiar de religión y a no tener una. La libertad religiosa, tiene una dimensión individual y una colectiva, de manera tal que su menoscabo, no solo afecta el derecho de una persona a profesar su fe, sino que también afecta a una colectividad o congregación en la expresión de su fe.
Pero vamos al origen del conflicto ¿Le es legítimo a monseñor Rolando Álvarez cuestionar el actuar del régimen? Por supuesto que sí. Monseñor Álvarez, al igual que cualquier persona, tiene derecho a la libertad de expresión, que implica buscar, recibir y difundir información, ideas u opiniones. La restricción a este derecho es el llamado discurso de odio, que requiere para su configuración una especial cualidad en el emisor (es un obispo); negar en el discurso los derechos humanos fundamentales de un grupo con sentido identitario; e incitar a actos de violencia contra ese grupo. Dicho esto, en ninguna circunstancia puede considerarse que las expresiones de monseñor Álvarez se encasillan en discurso de odio.
Pero hay un punto mucho más profundo desde la libertad religiosa que deseo reivindicar, las expresiones de monseñor Álvarez son parte de su labor evangelizadora. El principal rito católico es la misa, esta se compone de ritos iniciales; liturgia de la palabra (que además de incluir la lectura de pasajes bíblicos, contiene la homilía o sermón); liturgia eucarística; y ritos de conclusión. La homilía es una explicación y contextualización del Evangelio, es la interpretación y reforzamiento de los valores del catolicismo, en consecuencia, lo que exprese monseñor Álvarez, lo hace desde y para su congregación, es finalmente, el ejercicio de la libertad religiosa.
La trascendencia e impacto de las palabras de monseñor Álvarez, no es responsabilidad de él, sino de la crisis sociopolítica que ha sometido el régimen Ortega-Murillo al país desde 2018. De hecho, con frecuencia sus palabras son retomadas por diferentes medios de comunicación, incluso aquellas que han cuestionado el actuar de grupos opositores. Esto es relevante para la dimensión colectiva de la libertad religiosa, ya que la observación general 22 del artículo 18 de Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su párrafo cuarto establece como parte del derecho a la libertad religiosa el derecho de las personas a escoger a sus dirigentes religiosos, sacerdotes o maestros.
Lo que deseo poner en perspectiva, es que, de conformidad a la dimensión colectiva de la libertad religiosa, es derecho de cada nicaragüense católico escuchar a monseñor Rolando Álvarez o a monseñor René Sándigo, y aunque le duela a la pareja presidencial, la decisión de cualquier católico decente parece ser obvia. El cierre de medios de comunicación católicos y la detención arbitraria de sacerdotes en el país, aunque también atenta naturalmente contra la libertad religiosa, finalmente es focalizar en la Iglesia católica tácticas represivas que ya se habían implementado, aunque no por ello son menos graves.
Lo nuevo es que hoy, con mucho más descaro, el régimen ha arremetido de forma abierta contra la libertad religiosa y ha emprendido una persecución contra la Iglesia católica. En lo personal, me conmueve profundamente el confinamiento de monseñor Álvarez y de quienes le acompañan, al ver las imágenes del palacio episcopal identifico con mucha nostalgia al final del edificio unas paredes de piedra cantera, ese es el sitio preciso donde aprendí a leer. Lamento no poder ofrecer más que mi solidaridad y palabras en defensa de monseñor Álvarez, pero si hoy lo hago, es porque mi paso por el colegio Diocesano San Luis me enseñó algo más que a leer.