18 de agosto 2020
La pandemia ha traído más sufrimiento a los empleados públicos, quienes deben de exponer sus vidas asistiendo a las actividades que ordena la vicepresidenta Rosario Murillo, sino que además exponen al contagio a sus familiares, muchos de ellos adultos mayores o menores de edad que nunca asisten a esos eventos públicos, resultando infestados y en muchos casos, creando así el peor remordimiento de conciencia que un hijo puede sentir al haber propiciado la muerte de su madre, de su padre o de algún otro familiar. Algo que se facilita por la forma en que viven la familia extendida en Nicaragua, habiendo más de un núcleo familiar en el mismo espacio habitacional.
Convenciéndose a ellos mismos de que no les iba a pasar nada
Cuando el Gobierno se burlaba de las medidas para prevenir el covid-19, en marzo 2020, a pesar que en el mundo el virus había generado muertes y daños permanentes a la salud de algunos que lo han sobrevivido. Muchos creyeron que era cierto lo que les decía su “jefatura nacional”, que este virus es inofensivo. Pensaron que Nicaragua estaba a salvo y algunos dijeron, mi Comandante nos cuidará. En familias afines al Gobierno se rehusaban a usar mascarillas, se burlaban de algunos familiares que las usaban y si estaban trabajando en países vecinos como Costa Rica, algunos decidieron regresarse porque pensaron que en Nicaragua les iban a dar salud gratuita, mientras que en Costa Rica la debían de pagar, si llegaban a enfermarse. Lo que no sabían era que la apuesta del Gobierno no era cuidar a los enfermos ni mucho menos prevenir el contagio para salvar vidas.
En las redes sociales celebraban lo bien que estaba preparado el Sistema de Salud nicaragüense ante cualquier tipo de pandemia. Sin embargo, esa realidad se fue transformando conforme se observaban los entierros exprés y los hospitales se miraban abarrotados. Presentándose las primeras muertes entre funcionarios del Gobierno y militantes de base que tuvieron familiares que no soportaron la agresividad del virus.
Contrario al discurso oficial empezaron a cuidarse
Aprender lo peligroso y contagioso que es el covid-19 le ha costado caro a muchos trabajadores del Gobierno. Una empleada que perdió a su mamá mencionaba: “Hay que cuidarse, no hay que salir", en medio del llanto por haber perdido a su madre a causa del covid-19. Semanas antes esa misma trabajadora no se perdía una sola de las convocatorias que hacía el Gobierno para estar en actividades masivas que demuestren “el músculo” del Gobierno, así se refieren cuando quieren decir que ellos sí tienen capacidad de movilización de la población entorno a sus intereses.
Dentro de las instituciones del Estado empezaron a tomar la temperatura a los empleados, a darles alcohol gel para las manos y a proporcionar acceso a material para mascarillas. Sin embargo, en los barrios nada cambiaba, la gente seguía en la incertidumbre y la angustia de no saber qué hacer si se contagiaban. Haciendo que las poblaciones de comunidades rurales y de barrios urbanos se dividieran entre los que aplicaban medidas de protección al contagio y los que no, debido a que defendían la retórica oficial del Gobierno. Esa actitud abierta de apoyo al Gobierno en la no prevención del covid-19 se mantuvo abiertamente hasta mayo 2020. Cuando se encontró cada vez menos personas sin mascarillas en lugares públicos.
Según Daniel Ortega este virus afecta a los ricos
Semanalmente, en el Estado se espera la comunicación de Rosario Murillo, que es distinta a lo que se dice diariamente en las noticias. Esa comunicación es para levantar el ánimo a sus seguidores y para mantener vivo ese sentimiento de nosotros cuidamos a los pobres y los ricos nos quieren hacer daño e impedir que sigamos cumpliendo nuestra misión. Siempre cuidan enviar mensajes que los haga sentirse parte de algo especial, que son parte de una misión. Junto al discurso de odio de los que no quieren que los pobres dejen de ser pobres. Cualquiera que diga algo es traidor y eso es la mayor vergüenza que puede pasar un sandinista, según su escala de valores.
Este discurso interno y público de la familia Ortega Murillo es seguido por los designados en sus estructuras organizativas dentro del Estado, en los barrios y en las comunidades, para todo se sigue el mismo formato de trabajo, visitas casa a casa. En este caso usaron a su gente para convencer a la población de que en Nicaragua no había virus, posteriormente, cuando era imposible de ocultar la afectación del virus, pasaron a repetir incesantemente que todo está bajo seguimiento responsable y cuidadoso, sacaron una campaña en las redes sociales con el hashtag #Danielessalud, con el fin que la población siga con su rutina normal de trabajo, porque confían que si la economía va viento en popa, para el pueblo todo lo demás es secundario.
Algunos trabajadores del Estado y activistas del partido FSLN de los barrios y comunidades que han tenido un fallecido entre sus familias, cuando son extremadamente pobres, reciben apoyo para tener acceso al ataúd y a un pedazo de tierra en el cementerio Milagros de Dios o en cementerios municipales de los departamentos. Algunos de ellos dan las gracias al Comandante y a la Cra. Rosario por haberles dado ese apoyo, porque nadie más se los va a dar, así como siempre se los repiten los que visitan casa a casa, esa es la manera de convencer a la mayoría de la población de escasos recursos de las buenas intenciones de la pareja presidencial.
Lo que esperan que pase
Mientras los jefes ahora se cuidan al extremo, tanto que no salen para nada a ninguna actividad pública, siguen exigiendo a sus bases que salgan a las actividades públicas que les garantizan dar la imagen de normalidad, esperando que la gente se acostumbre a la nueva realidad y pase lo que tenga que pasar. Es decir, los que no se pueden proteger y se enfermen o sobreviven la enfermedad o mueren, pero como nunca será posible saber cuántas bajas habrá, el costo político para el Gobierno seguirá siendo bajo. Mientras tanto, los empleados públicos deben de seguir su suerte igual que el resto del pueblo, llorar a sus muertos y vivir con la duda de ser el próximo en la lista de los que “pasaron a mejor vida”.