28 de octubre 2019
“Algún día seré Presidente de Venezuela”, dijo en pleno crecimiento de su rebeldía durante el 2007, el líder universitario antichavista Yon Goicochea, un aventajado alumno en formación patriótica del padre Luis Ugalde, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, al escritor mexicano Enrique Krauze… ¿Se puede cuestionar tener pretensiones? Depende. Cuando se batalla desesperadamente entre una crisis agobiante, que ha estado salpicada de sangre y se extiende por año y medio como en nuestro caso, no se puede perder de vista el objetivo fundamental, necesitado de la máxima concentración de esfuerzos y entrega de sacrificios: provocar el cambio en el manejo de las riendas del poder. Cuando se tiene una base tan abrumadora y poderosa como ésta azul blanco, lo de candidaturas está detrás, porque no importan los nombres sino la misión. Después, seguramente el reto sea tan gigantesco como tratar de atravesar los nueve círculos del infierno que nos grafica Dante, en busca de fabricar opciones favorables, pensando en un país para todos, sin exclusiones.
Nunca consideré conveniente hablar de candidaturas porque resultaba imprudente colocar una pretensión particular, encima de lo esencial, que es provocar el cambio, un impulso que ha fortalecido la indestructible unidad azul blanco, y que ha permitido no solo sostener la resistencia, sino proporcionarle una firmeza de acero. Si se logra ese cambio, lo que viene de inmediato, es una tarea titánica: salir del caos, enderezar el país tan retorcido, combatir una corrupción que se refugia en todos los rincones, darle forma a las condiciones requeridas para poder abrirnos paso hacia el futuro, y sobre todo, evitar que nos desvíen hacia otra frustración. “No más dictadura”, dijo Julio César y después soñó con una dictadura vitalicia para él. De esos traidores, líbranos Señor. Hemos visto y sufrido con varios que se contaminaron y apuñalaron sus principios, sepultando lo ideológico y lo patriótico. Prepararnos para un sacrificio extremo, estar dispuestos a trabajar sin horario, atentos a vigilar que no aparezcan distorsiones, y apretar tuercas a quienes pueden afectar el proceso, será para todos una exigencia mayúscula.
Esa vigilancia de la democratización, debe ser estricta de producirse el cambio. Hay que estar en primera fila fiscalizando como tarea prioritaria, tal como recomendaría Pericles de mirarnos un rato en tan trascendental momento…Aún sin tener una idea clara de las condiciones que van a rodearnos cuando lleguen las elecciones, “armados” con nuestros votos, vamos a sentirnos más fuertes que nunca. Ese día, con la posibilidad de salir del hoyo y transformar la historia, la represión –aunque la veamos en nuestras narices- no tendrá utilidad, ni veremos con el menor temor a los paramilitares mientras avancemos hacia las urnas con la determinación de poder construir otro país por encima del latir de corazones. Por supuesto que pueden ocurrir cosas extrañas, como lo hemos visto aquí y en otros países, pero hay que ir votar sin importar los factores adversos, solo así dejaremos constancia de la amplitud del rechazo por un sistema terriblemente dañino y podremos aspirar a la victoria. Entonces, haremos la gran marcha, en la cual, los abuelos recordarán a sus nietos los héroes y mártires que hicieron posible el milagro.