20 de diciembre 2021
A lo largo de la conflictiva historia de Nicaragua, gobiernos autoritarios y dictatoriales han usado la cárcel contra la libertad del pueblo. Hace más de 50 años fueron inauguradas las jornadas de solidaridad con los detenidos por la dictadura somocista, con sistemáticas campañas de Navidad sin presos políticos.
Llamó la atención en nuestras investigaciones que, en enero 1968, familiares de presos políticos enviaron una misiva al senador norteamericano y aspirante presidencial, Robert Kennedy, sobre la violación de sus derechos humanos y solicitándole que intercediera por ellos.
Al iniciar 1968, los presos más connotados eran: Daniel Ortega, Axel Somarriba, Jacinto Suárez, Humberto Catún Sandoval, Luis Sánchez Sancho, y prisioneros condenados a seis meses de prisión, entre ellos: Francisco Bravo Lacayo, Elí Altamirano, Abelino García, Inocente Escobar, Manuel Pérez Estrada y Pedro Joaquín Rodríguez. Ese año, los presos políticos hicieron huelga de hambre, y lograron la libertad de prisioneros que habían cumplido sentencias de seis meses.
En 1969, un tribunal de jurados dictó veredicto de culpabilidad contra Daniel Ortega Saavedra y Axel Somarriba. El local del Juzgado se llenó de familiares, estudiantes y amigos de los indiciados, pues la dictadura somocista no llegó al extremo de realizar las audiencias a puerta cerrada.
En mayo de 1969, solidarias con sus hijos, las madres se pusieron en huelga de hambre en las instalaciones de la Cruz Roja, en Managua, exigiendo reivindicaciones carcelarias, logrando cambiar algunas condiciones en que estaban los presos.
En julio, la opinión pública fue conmocionada por las denuncias de Doris Tijerino, torturada y vejada por oficiales de la G.N. Otras mujeres que habían estado capturadas, entre ellas Lesbia Carrasquilla y Gladys Báez, denunciaron haber sido abusadas sexualmente en las oficinas de la Seguridad. Estas vejaciones originaron un movimiento nacional de protesta y grandes manifestaciones repudiando esas prácticas brutales.
En septiembre, la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), realizó brutal redada y capturó a: José Benito Escobar, Emmett Lang, Leopoldo Rivas, Julián Roque, Salvador Loza, Arnulfo Orozco, Carlos Alemán O, Leopoldo Montenegro, Francisco León Rodríguez, Marcos Ortiz, Saúl Arana, Esperanza Bojorge, Mauricio González, Juan Alberto Henríquez, Manuel Espinoza Aragón, y Silvia Villagra. De inmediato se levantó una campaña demandando exhibición personal y que la dictadura respetara la vida de los capturados.
El régimen fue forzado a actuar con rapidez. Ocho militantes y colaboradores sandinistas capturados fueron puestos a la orden del juez y otros fueron puestos en libertad.
A finales de abril y principios de mayo de 1971, se levantó un contundente movimiento por la libertad de los presos políticos, con huelgas de hambre y tomas de iglesias, incluyendo esta vez huelgas y tomas de colegios privados. El 27 de abril, treinta mil estudiantes estaban en paro.
En busca de quitarle presión a la lucha, la dictadura liberó al pintor Santos Medina —víctima de varios pisa y corre—, quien declaró que estuvo treinta y dos días bajo interrogatorios, horrendas torturas, violación y acciones contra su familia. Su esposa fue llevada y desnudada frente a él para hacerlo hablar.
También liberaron a Carlos Sirias Baca, de Chinandega, y Homero Guatemala y Sergio Rizo Espinoza, de Jinotega.
Como las huelgas continuaron, la dictadura tuvo que ceder y, el 13 de mayo, liberaron a siete prisioneros políticos que habían cumplido sus condenas: Doris Tijerino, Germán Pomares, Rolando Roque, Arnulfo Orozco, Ramón Rizo, Salvador Loza y Mauricio Rosales. Esa rotunda victoria de los huelguistas fue celebrada con el sonar de las campanas en todos los templos desalojados.
Más tarde fue liberado Jorge Sinforoso Bravo Sáenz, condenado a ocho años de detención por el delito de asalto. Tres años después, la Corte Suprema declaró nulo el juicio en que lo condenaron, razón por la cual el juez Vargas Sandino ordenó su libertad inmediata. Estos resquicios de independencia de la Corte Suprema y algunos jueces, mostraron que había fisuras en la dictadura somocista.
Al finalizar 1972, la jornada incluyó un ayuno de jóvenes de los movimientos cristianos, que iniciamos la mañana del 22 de diciembre en los atrios de la catedral de Managua. Allí estuvieron compañeros que después cayeron en la lucha, como Arlen Siu, Óscar Pérezcassar y Óscar Robelo. También sacerdotes y monjas como: Fernando Cardenal, sor Beatriz Arellano y más de cincuenta jóvenes cristianos, entre otros: Joaquín Cuadra, Vanessa Castro, Flor de María Monterrey, Dulce Guillén, Roberto Gutiérrez y José Miguel Torres. La madrugada del 23, un terremoto destruyó la capital. Eso suspendió la jornada.
El año 1973 concluyó, de nuevo, con un movimiento en favor de los presos políticos, ahora centrado en la demanda de libertad del ex raso G.N. Francisco Ramírez, quien había cumplido su condena por entregar su rifle al FSLN, y del profesor salvadoreño Efraín Northalwalton, detenido durante ocho meses sin proceso alguno.
En diciembre del 74, en plena campaña por la libertad de los presos políticos, un comando del FSLN se tomó la casa de Chema Castillo y consiguió la libertad de los prisioneros políticos, incluido Daniel Ortega. Hugo Torres —actualmente en las cárceles orteguistas— era uno de los integrantes del comando.
Durante 1975, 1976 y parte de 1977, el somocismo suspendió las garantías constitucionales, pero fue multiplicado el trabajo internacional. Fernando Cardenal presentó ante una Comisión del Senado norteamericano un informe sobre violación de derechos humanos en Nicaragua por el régimen somocista.
En 1977 continuaron las denuncias por represión, encabezadas por sacerdotes católicos, organizaciones estudiantiles, sindicatos y sectores de la oposición agrupados en la Unión Democrática de Liberación (UDEL). En el exterior, los Comités de Solidaridad elaboraron cartas y recogieron firmas de connotados intelectuales. El sacerdote y poeta Ernesto Cardenal realizó gira por Estados Unidos, Venezuela y México. Estas presiones dieron sus frutos, pues el 28 de marzo, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), congeló su ayuda y, en adelante, este país condicionó su asistencia a la dictadura somocista.
El 4 de mayo, Somoza respondió con una retórica anti yanqui parecida a las de Ortega: Los liberales creemos y practicamos el respeto a los derechos humanos, que fueron promulgados por la Revolución Francesa y se incorporaron a Nicaragua mucho antes de que los negros votaran en los EEUU (…) y que no nos vengan con cuentos diciendo que a nosotros nos mantienen los yanquis en el poder. A este gobierno son las armas y la fuerza liberal los que lo sostienen.
Este año fueron realizadas dos jornadas por la libertad de los presos y el cese del aislamiento de Tomás Borge y Marcio Jáen. Al final d e 1977 también hubo tomas de iglesias, siendo duramente reprimidas las marchas en el Open Tres y el barrio Santa Rosa.
A lo largo de todos esos años, los ciudadanos pudieron seguir los procesos contra los presos, porque los periodistas podían entrar a los recintos y publicar hasta sus declaraciones. Este derecho no fue conculcado aun en los años 75-77, cuando sufrimos suspensión de garantías constitucionales y fueron instalados los tribunales militares y de excepción.
En 1978, después del asesinato de Pedro Joaquín, que levantó protestas en todo Nicaragua, se volvió a levantar la bandera por el cese del aislamiento de Tomás y Marcio, iniciando en marzo con la huelga de hambre de las madres. Una vez más los jóvenes se tomaron colegios y templos, y cincuenta mil estudiantes se sumaron a la huelga. Somoza cedió y concluyó el aislamiento de estos presos.
En agosto, más de cincuenta presos políticos lograron su libertad, mediante la toma del Palacio Nacional. Hugo Torres y Dora María Téllez, integrantes de aquel comando, hoy son prisioneros del orteguismo.
En definitiva, la historia muestra que la lucha por los presos políticos es un motor que mueve la solidaridad del pueblo. Y eso Ortega lo sabe, pues su madre, doña Lydia, fue partícipe de estas luchas.
Quienes luchamos contra Somoza nos preguntamos justamente: ¿Por qué aquellos que sufrieron persecución y cárcel del somocismo ahora niegan a los presos políticos los más elementales derechos? ¿Cómo se convirtieron en verdugos? ¿Con qué ética pueden escudarse si eran tan humanos como lo son todos los que hoy están encarcelados por sus ideas? ¿Por qué era inhumano el aislamiento a los prisioneros del FSLN y ahora tienen en total aislamiento a las dirigentes de UNAMOS: Dora María, Ana Margarita, Tamara y Suyén?
¿Por qué niegan a madres y familiares el derecho de hacer huelgas de hambre, como lo negaron en diciembre del 2019, cuando rodearon la iglesia y no dejaron que entrara ni agua potable para las madres huelguistas?
Pese a los crímenes del somocismo, hay que reconocer que había derecho a salir a la calle y protestar, hacer huelgas y estar presentes en los juicios. Entonces luchábamos con las armas en la mano, incluso en ajusticiamientos de esbirros, como fue el caso de Daniel Ortega. En cambio, los presos de ahora no han participado en ningún acto de violencia y su lucha ha sido cívica y pacífica. ¿Cómo es posible que estén presos solo por dar una declaración, como ocurrió con Edgard Parrales y la mayoría de los que están ahí detenidos?
Estas y muchas otras interrogantes nos mueven desde el exilio al compromiso de la denuncia permanente, mientras recuperamos el derecho a marchar, a protestar, a gritar, como gritamos una y otra vez: ¡Libertad para las presas políticas! ¡Cese el aislamiento de Dora María, Suyén, Ana Margarita y Tamara! ¡Libertad para todos los presos políticos y libertad para Nicaragua!