Guillermo Rothschuh Villanueva
7 de abril 2024
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Los drones y las armas automáticas derivadas del uso de la IA forman parte del escenario cotidiano en las guerras
“…nuevas imágenes difundidas por redes sociales
y canales de mensajería, drones explosivos ucranianos
han derribado robots de combate rusos”.
Redacción HuffPost
01/04/2024
Sin ser pesimista soy de los que piensan que los Gobiernos de los países primermundistas están bastante retrasados para meter en cintura a las grandes corporaciones tecnológicas. El rezago es monumental. Con el añadido que las leyes siempre van a la zaga. Entran a legislar cuando los hechos o acontecimientos se encuentran en situación ventajosa. Casi irreversible. Un hándicap político. Desde que empecé a interesarme sobre los efectos de las redes sociales —esto hace más de una década— sentí que los gobernantes habían cedido demasiado terreno en su funcionamiento, y que sus preocupaciones por la forma en que incidían en las emociones humanas no lograban traducirlas en respuestas concretas. La exacerbación de los afectos ponía al rojo vivo el panorama.
Estaban conscientes del daño que causaban en el entramado político y nunca decidieron tomar acciones con la celeridad requerida. Actuaron a posteriori cuando ya nada había que hacer. Para nadie fue un secreto la forma en que Rusia se convirtió en un actor privilegiado en 2016, durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Una forma de inclinar la balanza a favor de Donald Trump. Lo que era del dominio público se convirtió en un test especial para las autoridades estadounidenses. Les llevó tiempo realizar una investigación para cerciorarse de una realidad de la que eran conscientes. El caso de Cambridge Analytica resultó emblemático. Continúa poniéndose de ejemplo de los abusos que pueden llegar a cometerse. Una advertencia para los Gobiernos.
Medios y especialistas de diversas partes del globo encendieron la luz roja. Estamos frente a un acontecimiento excepcional. Por lo menos 74 países realizarán este año elecciones presidenciales y renovarán sus instituciones (27 en la Unión Europea y 47 disgregados a lo largo del mundo, incluyendo la elección en Estados Unidos). La diferencia sustancial en esta ocasión es que cuentan con una herramienta poderosísima. Un arma que jamás antes había existido en el planeta: la inteligencia artificial (IA). En la actualidad se pueden clonar textos y editar videos aparentemente verdaderos. A lo anterior debemos agregar que OpenAI acaba de anunciar una tecnología capaz de clonar cualquier voz a partir de una muestra de 15 segundos. Un arsenal poderoso. Inestimable.
Existen mejores condiciones para intervenir en los cotejos electorales, podrán falsear sin escrúpulos rostros, voces y textos, con los cuales pueden engañar y sorprender al mundo. Bulos más refinados se convertirán en el pan nuestro de todos los días. Las mentiras correrán a granel por las cañerías de las redes sociales. Si no se atiende a tiempo, con sus malabares instalarán la insidia y corromperán el ánimo de los votantes. Estamos frente a una de sus modalidades preferentes. Se introducirán en las cuentas de candidatos y dirigentes políticos para conocer sus estrategias y formas de lucha. Los europeos evidenciaron sus primeros intentos. No habrá tregua ni descanso. Veremos una versión mejorada de todo lo acontecido en el pasado. Los medios irán a remolque.
El mundo vive una situación límite. Se pondrá a prueba la actuación de las autoridades gubernamentales. Nadie ignora los usos bélicos de la IA. Están en marcha. Ninguna providencia tomada de antemano estará demás. Las formas de perversión de las elecciones alcanzan niveles nunca vistos. Otro vehículo preferido para ejecutar campañas de descrédito serán nuevamente las redes sociales. La tentación de hacerlo es demasiado grande. Países que anteriormente realizaron este tipo de campañas, están dispuestos a intervenir otra vez con el propósito de alterar los resultados. Deben estar preparados para lo peor. Las guerrillas electorales están de moda. En guerra anunciada no debería haber bajas. La efectividad de las autoridades está a prueba.
La IA promete mayores conquistas en distintos ámbitos de la vida humana. No se circunscribe a perfeccionar la tecnología bélica ni a torpedear y pervertir la política. Está demostrado que puede utilizarse para cosas más nobles. El problema de fondo radica en que los expertos juzgan que la IA generativa pone en riesgo la existencia humana. Persiste la incertidumbre. Los apologistas de la IA cometen el despropósito de mostrar únicamente una parte del fenómeno, mientras que sus detractores se detienen solo a juzgar su odiosa cara. No cabe duda que hasta ahora —entre otras cosas— se ha transformado en una herramienta dedicada a generar plata a sus impulsores y a convencernos de sus logros con artificios que exhiben su potencia.
La intención y los deseos de sesgar las elecciones ocurre en un nuevo contexto. Existen lecciones aprendidas. No por eso renunciarán a los dispositivos anteriores. Cuentan con ellos. Nada más que en las nuevas circunstancias aparecen en el escenario nuevos acompañantes con los que las autoridades tendrán que lidiar. Son más selectivos y de probada eficacia. En la nueva situación geopolítica, las armas del presente y futuro son más sutiles e igualmente letales. Los diferendos entre las grandes potencias tienen que ver con sus requerimientos tecnológicos. Uno de los encontronazos entre China y Estados Unidos está relacionado con la necesidad que tiene el país asiático de microprocesadores. A los chinos solo les está quedando la opción de producir los suyos.
El balance de fuerzas se mide hoy en día a través de sus recursos digitales y la IA. Los chinos siguen mejorando el funcionamiento de sus robots. Las empresas anunciaron que no pararán en su perfeccionamiento. Algunas han tenido resultados formidables. Ciertos Gobiernos ya los integraron como parte del arsenal bélico con la finalidad de sustraer a los humanos de los campos de batalla. Los drones y las armas automáticas derivadas del uso de la IA forman parte del escenario cotidiano en las guerras impuestas por Rusia en Ucrania y contra Hamas y personas indefensas en Gaza. “Los algoritmos eligen los sitios a bombardear y los robots exploran los túneles antes de la aparición de los soldados”. Parte esencial de ambas guerras se libra apoyándose en IA.
A partir de los avances de la IA de aquí en adelante las guerras estarán supeditadas a su desarrollo. Un peligro inminente derivado del uso intensivo de la IA. Los entendidos conceptualizan la invasión en la Franja de Gaza como “la primera guerra en que la inteligencia artificial es la principal arma de combate”. Aviv Kochavi, hasta enero de este año jefe de las llamadas Fuerzas de Defensa de Israel, dijo en una entrevista que la plataforma de inteligencia artificial “Evangelio”, era un dispositivo dedicado a producir “grandes cantidades de datos con más eficacia que cualquier ser humano”, para traducirlos en objetivos de ataque. Los israelíes cuentan con una tecnología muy avanzada. La IA constituye en la actualidad su principal soporte.
Las decisiones tomadas por los israelíes durante los ataques, están basadas en la utilización de la IA. Sus altos mandos aseguran que la selección de objetivos corre por su cuenta. Después “Evangelio” “analiza conjuntos de información procedentes de imágenes de drones, comunicaciones interceptadas, datos de vigilancia e información extraída patrones de comportamiento de individuos y grandes grupos”. ¿Cómo fue que contando con toda esta parafernalia tecnológica Hamas logró infiltrarse en su territorio? Transcurrido medio año de su aventura guerrerista, hasta ahora ninguna autoridad israelí ha dado una explicación razonable de lo acontecido. ¿Lo sabremos algún día? La sobrevivencia política de Benjamín Netanyahu está en juego.
El mundo sigue estupefacto la ofensiva y la ONU ha resultado vana en sus intentos para disuadir a los agresores de no continuar provocando muertes inocentes. Con estupor fue testigo del reciente ataque con misiles. Mataron a siete miembros de la ONG de José Andrés, previa comunicación con los comandantes israelíes. Yagil Levy, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Abierta de Israel, especializado en sociología militar y en la legitimidad del uso de la fuerza, “vincula el incidente al ‘gatillo fácil’ que están empleando las fuerzas israelíes en Gaza donde los muertos superan las 32 500” almas. Todo cobijado bajo el argumento del ataque terrorista de Hamas el 7 de octubre de 2023, con saldo de 1200 israelíes muertos y cientos de rehenes aún en cautiverio.
Una vez más quedó en evidencia la propensión de los seres humanos de perfeccionar y desarrollar las invenciones tecnológicas en función de las guerras. Una actitud que se ha mantenido a lo largo de la historia. Difícilmente variarán de comportamiento. No está en su ADN político. En cada acontecimiento bélico prueban los adelantos tecnológicos acordes con sus delirios supremacistas. La letalidad de la IA ratifica el empeño por arreciar su utilización no solo para aniquilar al enemigo, también para conquistar mentes y corazones. Desean estar seguros que disponen de un armamento que les asegurará el triunfo en los campos de batalla. ¿Podrán las potencias revertir estos usos? No lo creo. Siempre apuestan a su superioridad bélica frente a las demás naciones.
Para bien o para mal asistimos a un cambio sustantivo en las formas de hacer política y librar las guerras. La utilización de la tecnología más desarrollada no esperó mucho tiempo. En el actual contexto las corporaciones tecnológicas libran una carrera desaforada por dominar la IA. Las alianzas suscritas entre ellas no presagian nada bueno. A contrapelo de las iniciativas gubernamentales actúan como si no estuviesen sometidas al escrutinio público. Tampoco a las demandas interpuestas contra Apple, Amazon, Meta y Google de parte de la Administración de Joe Biden. ¿Se saldrán con la suya? Más allá de las bondades de la IA, ¿tendrán los jueces suficiente consciencia de lo que supone dejar por la libre a quienes han mostrado una conducta poco ajustada con el tinglado jurídico?
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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