28 de enero 2016
“La cultura debe ser considerada en grande, no como un simple medio para alcanzar ciertos fines, sino como su misma base social. No podemos entender la llamada dimensión cultural del desarrollo sin tomar nota de cada uno de estos papeles de la cultura” ( Amartya Sen).
De acuerdo con la cita de A. Sen, el progreso que demanda Nicaragua, nunca será posible sin el desarrollo de la cultura en la sociedad. A propósito de esta certeza, el domingo pasado el programa “Esta Semana”, descarnadamente evidenció el analfabetismo que priva en Nicaragua sobre la obra de Rubén Darío y su personaje. Si no fuese por la abundancia de poetas, escritores, académicos e intelectuales (muchos de los cuales son expertos en su obra) y algunos jóvenes apasionados por la literatura nicaragüense, esta vergonzosa ignorancia pareciera ser generalizadaen la sociedad y particularmente en la juventud.
Aunque muchos ya lo sabíamos y este año lo vienen denunciando algunos expertos darianos, no puede dejar de experimentar cierto horror cuando el reportaje de Dánae Vílchez mostró de manera cruda que esta miseria cultural es más profunda de lo que ya suponía. Además, el reportaje invitó a observar dos vicisitudes adicionales que son más terribles: una, es que, si se ignora a Darío y su legado que es el personaje más universal nacido aquí, fácilmente podemos derivar que el desconocimiento de otros aspectos básicos del proceso histórico y cultural de Nicaragua es mucho más hondo.La otra cuestión que también se revela, es que, culturalmente Nicaragua va hacia atrás, ampliando y profundizando el mar de incultura en que navega. Esto es lo más dramático. ¿Quién diría que en la época de René Shick, la forma en que se celebró a Darío ayudó a promover el conocimiento de su obra o por lo menos de sus poemas más populares? Es paradójico, pero según los informados así fue; y como dijo el escritor Erick Blandón, “el pensamiento y obra de Darío, yacen enterradas bajo las losas de sus restos en la catedral de León”.
Debo considerar tres cuestiones para que se comprendan los límites de mis expectativas sobre esta penuria: Primero, que al confirmarse la incultura social sobre la obra del poeta, no se está esperando que la sociedad y la juventud, la conozcan como expertos darianos (no se trata de eso); segundo, que nadie está obligado a que le “guste” Darío aunque sea por encima o bien,a profundidad o, que no se aburra con los “cajoneros” poemas que se han difundido en los espacios escolares (están en su derecho); y, tercero, hablando en otros términos, nadie tiene la obligación de reconocer el peso de la literatura en Nicaragua y asumirla como un valor que le daría al país “competitividad” cultural,
Efectivamente, no se trata que todo el mundo se vuelva experto en la obra de Darío y hasta pueda discrepar de los enfoques tradicionales con los que se le ha asociado hasta ahora o que asuma las perspectivas que los nuevos darianos están proponiendo.
Se trata de reconocer primero y superar la alarmante mediocridad cultural que envuelve al país y, que según lo mostrado por el documental citado, raya enla vergüenza y la tragedia, sobre todo cuando se conoce que Darío es estudiado en cientos de universidades del planeta.La tragedia que representa este oscurantismo quedóamargamente expuesta en las palabras sencillas pero directas del profesor Roberto Aguilar de la UNAN Managua. Sin disimular su consternación, el profesor reconoce la pobreza académica, la ausencia de apoyo e influencia de los llamados expertos darianos que giran en círculos culturales cerrados, y la dispersión y el poco alcance de las “escaramuzas” (iniciativas) que se vienen presentando en torno a las celebraciones del centenario del poeta, incluyendo las oficiales.
Concluyo con esto, que también muchos lo sabemos: la ignorancia sobre Darío es un indicador patético del bajo nivel de desarrollo cultural de Nicaragua. En este contexto, vale decir que los organismos internacionales y los gobiernos, en la práctica continúan creyendo que basta con el crecimiento económico, los megaproyectos basados en la explotación de los recursos naturales y, algunos programas sociales dirigidos a sectores vulnerables, para dar repuesta al progreso que demanda Nicaragua. No se asume que el “progreso”, no puede dar un paso si se encuentra divorciado del desarrollo cultural de la sociedad. Y si este enfoque es el que persiste, son a otros los actores a los que les corresponderá asumir ese reto, tal como lo planteó Esta Semana. De ahí que, celebro la generosa iniciativa de la editorial Amerrisque de publicar y promover el acceso de estudiantes y personas de bajo recursos a las obras completas de Rubén Darío. También aplaudo la iniciativa del escritor Mario Urtecho, quien semanalmente publica temas sobre Darío (en Confidencial) “para principiantes” al estilo de Rius. Seguramente habrá otras acciones parecidas, y estoy segura que todas contribuirán en algo. Pero falta articular una estrategia educativa de mayor impacto, porque lo que se está haciendo, sigue siendo aislado y disperso, y aunque es positivo son “un milagro en este horror”, como diría Ernesto Cardenal.