6 de septiembre 2016
En la ofensiva de la política imperial norteamericana, aliada con fuerzas oligárquicas internas en contra del proceso unitario, de independencia y colaboración económica, y de política autónoma de América Latina, Brasil no es la primera víctima, pero sí el más notorio escenario donde el experimento del Golpe de Estado parlamentario se ha hecho notar con mayor descaro. Esto no escapa a ninguna persona, siempre que esté informada: no hubo delito grave de parte de Dilma Rousseff, la condenaron quienes tienen deudas pendientes con la justicia por corrupción, la expulsaron del poder 61 congresistas, pese a que fue elegida por 54 millones de brasileños.
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Ante tal clara conspiración, lo demás parecen simples detalles. Solo para calcular su tamaño, recordemos el contraste con México: 43 estudiantes desaparecidos-asesinados en masa, maestros muertos mientras se manifestaban contra una reforma educativa reaccionaria, autoridades militares y civiles vinculadas al crimen y al narcotráfico, un presidente que utilizó el poder para hacerse de una mansión de siete millones de dólares y de practicar un plagio para graduarse en la Universidad Panamericana… ¿y qué pasa? Que los poderosos de adentro y del exterior, igualmente corruptos no ven nada, pero desde el santuario del poder capitalista mundial siguen viendo a México como una “democracia”. Por si fuera poco, ningún ideólogo del santoral mediático ha sugerido un juicio para Peña Nieto.
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Brasil, aun con los gobiernos del Partido de los Trabajadores, nunca dejó de ser capitalista, solo tomaron medidas sociales importantes para disminuir en algo la deuda histórica de capitalistas y oligarcas en materia social. Pero siendo el país latinoamericano más grande y con mayor desarrollo económico, en esa misma medida lo vieron como un peligroso ejemplo para América Latina. Además, cometió el pecado de pertenecer a los Brics que pretenden relaciones económicas mundiales no hegemonizas desde Washington. Bastó para castigar a Brasil con un gobierno complaciente con los Estados Unidos, privatizador y especialista en ajustarles las cuentas a los pobres y enriquecer más a los ricos. Le aplicaron la fórmula del golpe de Estado parlamentario: 61 de políticos –corruptos la mayoría— anularon la voluntad de 54 millones de ciudadanos, con ingredientes: traición, hipocresía, odio clasista, oportunismo, más mentira, distorsión y falsedad a cargo del ejército mediático mundial, tan efectivo como un ejército armado.
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Es normal que los medios defensores del neoliberalismo justifiquen las miserias y las injusticias sociales que reproduce, aunque no pueden ocultarlas. Pero, cuando se trata de problemas en los países con proceso de cambios sociales, los maximizan y les exigen emular a su lindo sistema, fingiendo ignorar que los problemas de nuestros países tienen sus causas en los 330 años de colonialismo, en los más o menos 80 años de dominio de la clase de sus herederos, más los 120 años de complicidad de sus gobiernos con el dominio imperial euro-norteamericano. Y como sus exigencias no funcionan, fraguan conspiraciones políticas, armadas y parlamentarias.
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La injerencia histórica norteamericana en América Latina no ha cesado desde su independencia formal de España. Solo en los últimos siete años, comenzando con el golpe de Estado guardiero en Honduras (2009), se produjeron golpes parlamentarios en Paraguay y Brasil. En Argentina la restauración conservadora tuvo faceta electoral, pero en Venezuela el éxito parlamentario derechista no les ha dado para mucho, aunque siguen intentándolo y agregan la violencia a los viejos ingredientes, como el sabotaje económico y la guerra psicológica con su ejército mediático internacional.
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Al mismo tiempo, ¿qué sucede en Nicaragua? Ortega, con sus pocas y pobres “medida sociales”, con su discurso “revolucionario”, son de mucho menor importancia que el peligro de sus ambiciones de poder y enriquecimiento. No obstante, ese peligro no parece ser suficiente para que pierda la imagen de gobernante “progresista” o de “izquierdas” en los países que sí tienen procesos de cambios sociales progresistas y revolucionarios –Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador— y en la totalidad de los países de América Latina y el Caribe.
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Dentro de la defensa continental frente a este proceso restaurador, con sus organismos buscando relaciones políticas horizontales entre iguales, complementación económica, cooperación regional y solidaridad –Celac, Unasur, Alba, Petrocaribe— Daniel Ortega ha logrado colarse, apropiándose del prestigio internacional de la revolución del 79 y hacerse pasar como gobernante progresista para recibir la solidaridad de países y movimientos sociales latinoamericanos. Como vemos, en ese aspecto, la desinformación no funciona solo con la patente ideológica derechista.
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Es un fenómeno contradictorio, propio de una situación internacional deformada: por un lado, el ejército mediático transnacional confunde adrede ante el mundo a Ortega como gobernante de “izquierda”, asociando sus abusos con la situación de otros países, donde de verdad se hace resistencia al proceso de restauración conservadora, y del cual es un efectivo defensor y propagandista. Las diferencias entre los avances sociales en otros países son ocultadas y sus realidades homogenizadas con la realidad nicaragüense, para confundir a los lectores desprevenidos y abrirle espacio a sus agresiones en contra de los primeros.
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Por el otro lado, los gobiernos de verdad promotores de importantes cambios sociales en sus países, parecen canjear la solidaridad, los discursos y los votos de Ortega en los organismos regionales y mundiales, con su reconocimiento como gobernante progresista, fingiendo desconocer su falsía, su corrupción, su carácter dictatorial, su alianza con el capital criollo y su atenta captación de las orientaciones del FMI. De hecho, se trata de un oportunismo de ida y vuelta. Es lo mínimo que puede afirmarse, porque racionalmente nadie puede suponer que esos gobiernos no tengan información sobre el verdadero carácter neoliberal de Ortega, y ahora convirtiendo de su gobierno dictatorial en uno dinástico.
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En cuanto a ciertas posiciones de sectores de izquierda locales, es bueno recordarles que si es justo y patriótico que no quieran que Nicaragua vuelva al pasado dinástico somocista, no es justo ni será patriótico hacer propios los argumentos y proyectos de los adversarios históricos y de clase contra la izquierda en general y contra ningún país en particular, porque significa volverse dependientes en lo ideológico de las fuerzas políticas opresoras que operan desde hace varios siglos. En eso nadie puede alegar incapacidad para no poder distinguir las realidades del pasado y del mundo actual.
Curiosidades:
- En un costoso “campo pagado” a una página en los diarios, Humberto Ortega, general retirado, se puso a jugar yo-yo diez veces, otros tantos “nosotros” –como un yo-yo disfrazado— y donde, por enésima vez, lanzó un perfecto plan para solucionar problemas nacionales. Todo, a condición de que no se vea al gobierno de su hermano como una dictadura, sino solo como un inocente gobierno de “estilo personalista-familiar”, y se acepte la continuidad de su régimen corporativo “Gobierno-Empresa-Sindicato” (léase Daniel-Cosep-sindicalismo blanco). Además, diseñó el programa que debe impulsar “el candidato electo en las elecciones en curso” que, por casualidad… ¡tiene el “curso” determinado por su fraterno candidato, casi único!
- Lo de Humberto es un panfleto tan personalista y familiar como el gobierno de su hermano, desde donde mira la realidad con la distorsión propia de quien la mira muy de muy lejos, desde una cómoda torre de marfil y tan inclinada hacia su familia como la torre de Pisa.
- Si usted no cree que existe la manipulación mediática, lea este titular: “Nicolás Maduro huyó al ruido de las pailas” (La Prensa, 4/09/16). Ahora lea el tercer y último párrafo de la noticia de Efe, donde se dice total y textualmente lo contrario: “Varios videos del incidente (en la isla Margarita) difundido por dirigentes del anti chavismo muestran a los opositores rodeando la caravana presidencial en la que viajaba Maduro, y a este tratando de conversar con los manifestantes”. “Tratar”, en este caso intentar “conversar” es lo contrario de “huir”, pero quien leyó solo el titular –como algunos acostumbran—, le cambiaron su condición de persona informada por la de una persona engañada… ¡y sin que siquiera sospechara!
Cronología imperial (*)
1972.- 1) En octubre, se desató totalmente la ofensiva destinada a liquidar al presidente Salvador Allende, con una huelga de los propietarios de camiones de carga, subvencionada con dinero norteamericano, a la que se sumaron otros gremios patronales. Chile, ya comprometido entonces con su balanza de pagos al exterior, perdió por la huelga entre 200 a 300 millones de dólares.
2) En diciembre, hablando ante la asamblea general de Naciones Unidas, el presidente Allende denunció a las empresas transnacionales estadounidenses, especialmente a la ITT y a la Kennecott, de ser las responsables del “bloqueo invisible” que afectaba y deterioraba la economía de su país.
(Continuará)
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-80.
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