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La desaparición de Camila Acosta en Cuba

A la periodista no le perdonan haber trabajado en los medios oficiales y haberse ido al medio alternativo Cubanet

La periodista Camila Acosta fue detenida por la dictadura de Cuba. Foto: Tomada de Twitter

María Matienzo Puerto

16 de julio 2021

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A la periodista cubana Camila Acosta la han desnudado en las estaciones de policías, le han ahogado los teléfonos en cubetas de agua, la han mantenido encerrada por horas en un patrulla bajo el sol y sin ventilación, la han golpeado, la han desalojado de sus rentas en más de cinco ocasiones en un solo año y su vida privada ha sido expuesta en redes sociales por perfiles falsos. Creo que no le queda ninguna de las formas de represión aplicadas en Cuba antes de llegar a lo que quieren imponerle hoy. 

Camila Acosta es una periodista a la que no le perdonan haber trabajado en los medios oficiales y haberse ido a Cubanet, el medio alternativo más antiguo y radical de la oposición. 

Quizás por eso hoy, después de haberla mantenido en un calabozo de una estación de policías de la ciudad está en paradero desconocido y su padre la busca entre 100 y Aldabó y Villa Marista, dos centros de tortura aunque se hagan llamar de investigación o de procesamiento de penal.  

Si ya se cuentan a más de 200 personas detenidas y es una cifra que a juzgar por la imágenes podría alcanzar varias centenas más, ¿por qué hablar de Camila Acosta si hace 72 horas la dictadura en La Habana ha mostrado su rostro más violento para toda la isla por igual? 


Ella es, de los siete periodistas que fueron secuestrados tras las protestas iniciadas el domingo 11 de julio en San Antonio de los Baños, a la única que le quieren imponer cargos por haber violado el cerco policial que nos han impuesto a todos con el de fin de no cubrir la protestas y la represión. La acusación en su contra varío de “delitos contra la seguridad del estado” a “desacato” y “desorden público”. 

Con el primer cargo, la también corresponsal del periódico español ABC, estaría siendo reconocida por el mismo régimen como presa política porque ¿cuáles serían sus argumentos sino los artículos o los reportajes que hace cuestionando la mala gestión gubernamental o la violación de los derechos humanos? Esa condena corroboraría que llevamos enfrentándonos hace unos meses a una segunda edición de la Primavera Negra del 2003 donde un grupo de personas fueron condenadas por su actividad política. 

El grupo de los 75, como son conocidos, estuvo compuesto por poetas, escritores, periodistas, economistas y pese a que tuvieron que renunciar a un refugio político para poder ser excarcelados, sus condenas les confirieron un prestigio sobre el que ninguna campaña de difamación ha podido pasar. 

Así que, como estos regímenes son expertos en disminuir el status que corresponde según las actitudes ante la vida de sus disidentes, le están queriendo juzgar por dos de los delitos más socorridos en Cuba para criminalizar la libertad de expresión: “desacato” y “desorden público”. 

La jugarreta de desaparecerla a último minuto es parte de la estrategia. ¿Qué puede estar viviendo mi colega ahora? ¿Torturas? Quizás. Bajo el prisma de los últimos acontecimientos pudiera estar pasando cualquier cosa, aunque la seguridad cubana se ha especializado en golpear sin dejar marcas, en quebrar sin levantar la mano. 

Otro de los escenarios posibles es un juicio sumario que podría ser televisado en un programa especial que ya anuncian en la televisión nacional. Un juicio televisado para escarmiento público. Una quema de bruja para que ninguna otra mujer se atreva salir y documentar una protesta como lo hizo ella el día 11 de julio. 

Ojalá y su desaparición tenga el rostro más benévolo y solo estén midiendo el alcance de la denuncia y la reacción de la opinión pública. O que estén tratando de forzarla al exilio aprovechando que el padre está de visita en Cuba. 

La imagen de una Camila Acosta violada o golpeada sería, quiero seguirlo pensando, construirnos una narrativa posible, pero demasiado dolorosa sobre el cuerpo de ella que también puede ser un día el mío o el de cualquier otra colega. 

Lo verdaderamente trágico es que la periodista podría estarse enfrentando a entre tres y seis años de privación de libertad sometida al mismo régimen de torturas al que ha estado sometida por años a Aymara Nieto, quien permanece presa a cientos de kilómetros de su casa, o al que fuera sometido Keilly de la Mora una expresa política ahora también desaparecida durante estas jornadas de protesta.  

Es un destino que no lo merece nadie. Las presas políticas se convierten en monedas de canje para las presas comunes. Así que lo único que nos queda es denunciar, empujar, presionar para que esta desaparición de Camila Acosta solo signifique que están planificando liberarla porque al régimen no le conviene un escándalo más. 


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María Matienzo Puerto

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