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La deriva autoritaria y el declive de Venezuela

La estampida reciente de Maduro en Isla Margarita y la represión posterior contra sus pobladores simbolizan su deriva autoritaria y su declive

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro ofrece declaraciones después de votar en las elecciones parlamentarias de Venezuela. EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

Carlos Malamud

16 de septiembre 2016

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Cuando llega el ocaso de los regímenes políticos los conflictos se multiplican y cualquier acontecimiento muestra sus debilidades internas y sus contradicciones. Esto es lo que ocurre en la Venezuela de Nicolás Maduro, el legítimo heredero del sistema político, económico y social chavista. Sus defensores más voluntaristas comenzaron a hablar de la existencia de la revolución bolivariana con el ánimo de justificar su permanencia eterna en el poder. Pero el curso de la historia demuestra la inexactitud de estas afirmaciones y el carácter limitado de la experiencia chavo-madurista.

La estampida reciente protagonizada por el presidente Maduro en Villa Rosa, Isla Margarita, y la represión posterior contra sus pobladores simbolizan la deriva autoritaria de Venezuela y el declive del proyecto bolivariano. Tras la demostración de fuerza de la oposición en la “Toma de Caracas”, Maduro viajó a Isla Margarita para recuperar la iniciativa política. También quería aprovechar la celebración allí de la Cumbre del Movimiento de No Alineados (NOAL) entre el 13 y el 18 de septiembre. Sin embargo, las autoridades no contaron con la repulsa de la gente, expresada en un estruendoso cacerolazo. Las imágenes de Maduro escapando a la carrera de una multitud airada hablan del creciente rechazo popular y del aislamiento social de los principales líderes chavistas.

La represión posterior recuerda las conductas autoritarias del fascismo y el estalinismo. No sólo se realizaron amplias redadas con más de 40 detenciones y se requisaron una gran cantidad de teléfonos móviles para evitar la difusión de imágenes, sino también se detuvo al periodista chileno venezolano Braulio Jatar, cuyo único delito fue anunciar que difundiría en su programa radiofónico más información sobre el bochornoso incidente en el que se vio envuelto Maduro.

Tras no saberse nada de su paradero durante largas horas, finalmente la policía política reconoció su detención. Diosdado Cabello, con su proverbial capacidad para anticipar los fallos judiciales, fue rotundo: “El señor Jatar está preso y deberá rendir cuentas con la justicia. Si… es inocente, saldrá libre; pero si… está implicado [en delitos], como parece ser, tendrá que asumir las consecuencias”. Otra forma de represalia a la población por los hechos ocurridos fue limitar, aún más, el abastecimiento de productos esenciales. En la panoplia de medidas hay que incluir la suspensión de la entrega de bolsas de comida a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) de Isla Margarita, integrados en la Gran Misión de Abastecimiento Soberano y Seguro.


La última novedad de esta Misión fue el nombramiento de 18 generales y almirantes para garantizar el abastecimiento de alimentos y otros productos básicos entre la población. Cada uno de ellos estará a cargo de un rubro determinado. Así, habrá un general del papel higiénico, otro de medicamentos, otro de jabones y champús… Entre los distintos capítulos alimenticios también habrá responsables de caraotas, pollos, cerdos y un largo etcétera, en una detallada lista capaz de provocar sonrojo o perplejidad. De este modo se hace realidad el aforismo de von Clausewitz de que la guerra es una continuación de la política por otros medios.

Tras los sucesos de Villa Rosa, el líder opositor Henrique Capriles fue sitiado durante más de cuatro horas por una banda de encapuchados en el aeropuerto de Isla Margarita. Se da la circunstancia de que para garantizar la seguridad de las delegaciones extranjeras a la Cumbre NOAL se movilizarán 14.000 militares y policías y se instalarán más de 400 cámaras de seguridad. Igualmente se ha prohibido la operación de drones y el tránsito de embarcaciones marítimas y vuelos privados. Se busca, de este modo, aislar la Isla en una situación de virtual estado de sitio.

El ministro del Interior, general Néstor Reverol,señaló que con este despliegue se pretende garantizar “el completo orden y la seguridad integral en el largo y ancho de la Isla de Margarita… Los servicios de inteligencia estarán igualmente desplegados para atender cualquier contingencia… Estamos listos para garantizar la seguridad integral a todas las delegaciones que vengan a visitar nuestro país”.

Semejante despliegue policial/militar deja en evidencia el temor gubernamental frente a las protestas de la población y la voluntad de utilizar la fuerza en caso de algún desborde popular. También queda clara la determinación de seguir adelante sin intentar alcanzar ningún compromiso con la oposición. El gobierno de Maduro y Cabello está cortando uno a uno todos los puentes que podrían permitir algún tipo de salida negociada.

La intención es ganar tiempo y evitar la celebración del referéndum revocatorio antes del 10 de enero de 2017 para no verse forzados a convocar nuevas elecciones presidenciales. Dados los condicionantes crecientemente negativos de la coyuntura política y electoral, cada vez hay menos margen para evitar una salida violenta, una previsión en absoluto descartable en la actualidad. La remoción de los principales líderes chavistas y su reemplazo por militares u otros dirigentes menos comprometidos con la figura de Maduro podría ser otra salida a la crisis. Esta opción se acrecentaría de aumentar el descontento por el desabastecimiento o si las protestas sociales degeneraran en manifestaciones con víctimas mortales.

La descomposición del régimen se vislumbra cada vez más como un proceso inevitable e irreversible. La pregunta del millón gira en torno a la capacidad de resistencia de Maduro y sus principales lugartenientes. La necesidad de impedir acabar con los huesos en la cárcel es un poderoso acicate para evitar un cambio de gobierno y para mantener prietas las filas. Inclusive es una llamada de atención para los jefes militares. De ahí las grandes dudas sobre cuánto aguantará el actual gobierno y cómo y cuándo se producirá su caída. Sería importante poder evitar un desenlace violento, pero las posibilidades de que esto ocurra son cada vez menores. Espero equivocarme.


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Carlos Malamud

Carlos Malamud

Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos.

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