22 de febrero 2019
Frases como “así estuve de comprar” sonaron durante los últimos veinte años como señal de lamento de quienes dejaron pasar ofertas de valiosas propiedades. Estas oportunidades están regresando poco a poco. No se trata sin embargo de gangas navideñas, sino de una depresión económica que ya produjo un espiral deflacionario.
La deflación es la caída permanente de todos los precios, las empresas al ver desaparecer sus márgenes dejan de producir y ese nuevo desempleo trae menor demanda, los inversionistas no compran pues especulan a que los precios de las propiedades van a continuar bajando.
Desde de abril los precios de los bienes de mayor valor caen sin parar. Los inmuebles han perdido en avalúos bancarios el 30%, los alquileres más del 50% del canon. Los automóviles nuevos aparecen como gangas de hasta un 35% y tampoco encuentran compradores. Electrodomésticos a la mitad quedan esperando meses a algún dichoso receptor de remesas.
El Japón sufrió la embestida deflacionaria durante casi 20 años y con las medidas correctas y fondos sin límite aplicados desde el año 2013 ya comienza a recuperarse. A ese paquete de medidas lo apodaron “Abenomics”, por ser creación del mandatario nipón más allegado a la cultura norteamericana. El primer ministro Shinzo Abe estudió en sus años mozos en California y regresó sin título a Tokio.
El efectivo plan japonés se compone de tres pilares, aumento en las inversiones del estado, una política monetaria generosa y reformas para desmontar regulaciones. Una de las potencias del planeta después de seis años de fuertes inyecciones de capital puede aspirar a llegar a las olimpiadas del 2020 con al menos el uno por ciento de la soñada subida de precios.
Nicaragua para aplicar esos instrumentos macroeconómicos tiene serias limitaciones. Las inversiones públicas dependen de fondos provenientes del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, ambas instituciones deben cumplir con la prohibición establecida en el NicaAct. Entre ambas instituciones se suspendió a Nicaragua el financiamiento de proyectos por US$1724 millones de dólares. El Fondo Monetario Internacional que perfectamente podría respaldar las pérdidas de reservas del banco central también debe obedecer la prohibición de financiar a Nicaragua.
En manos del gobierno si está quitarle peso al sector empresarial para frenar parcialmente el desplome de la economía. Las autoridades cargan sin embargo con un gran aparato estatal también afectado por la crisis. Las recaudaciones disminuyeron, el Ministerio de Hacienda registra para el tercer trimestre del 2018 bajas del 11, 21 y 57% en los impuestos sobre la renta, valor agregado y selectivo al consumo respectivamente. En este contexto el gobierno más bien plantea una drástica reforma recaudatoria que profundizará la depresión económica. La reducción minina en personal que tendría que asumir el estado es de 70 mil servidores públicos, en esa dimensión aumentó la planilla gubernamental según cifras del INSS, pasando de 183 mil trabajadores en el 2008 a casi 255 mil servidores en el 2017. A la deflación nadie la detiene y sus estragos calan el sistema financiero.
En los bancos todos se juegan las cartas, los que por su nueva condición tienen que entregar la casa, los ahorrantes al vencimiento de su certificado, así también los que ya no se pueden permitir conducir un carro de lujo o pagar la cuota de sus maquinarias.
Quienes tienen la intención de entregar su casa se sorprenden cuando el frívolo ejecutivo explica que el nuevo avaluó tiene una pérdida estándar del 30% y que de entregar la vivienda aun quedaría pagando la diferencia. Aquí el dilema está en quien se asume la burbuja, veremos si los bancos quedan con miles de casas y una gran planilla de cobradores o los deudores se mudan con la suegra y siguen pagando la cuota de la caída del valor. Este dilema también se presenta con quienes regresan vehículos, maquinarias agrícolas o equipos de construcción.
Los ahorrantes por su lado al ver vencer el plazo de su certificado probablemente actúen a como lo han venido haciendo desde la crisis. La fuga de capital para el 2018 llegó a US$1533 millones de dólares, para Junio del 2019 se vencen según datos de la superintendencia de bancos unos US$600 millones. Para la primera mitad de este año la perdida de depósitos acumulados podría llegar a los US$2100 millones, el 40% del total de depósitos en el sistema financiero.
En el mercado monetario se puede esperar una fuerte devaluación. El valor del córdoba se deprecia en 5% anual de forma controlada por el banco central, esta política acompañada de la diaria publicación del estado de las reservas en dólares generaba confianza. Sin embargo las condiciones no son las mismas. Cuatro factores hacen dudar de la sostenibilidad de esta buena costumbre. En primer lugar las reservas del banco central se redujeron drásticamente pasando del US$2911 millones de dólares 18 de abril a US$2261 para el 31 de Diciembre del 2018. En segundo lugar con la entrada en vigencia del NicaAct que prohíbe al Fondo Monetario otorgar respaldo a las reservas de Nicaragua se dejó de publicar el estado de las mismas. Tercer factor es la presión sobre las mismas reservas que ejercerá la nueva fuga de depósitos del sistema financiero. Y como detonador está el constante aumento del valor del dólar. Mientras el precio de las propiedades continúe siendo consumido por la deflación la divisa norteamericana es el mejor refugio para esperar tiempos mejores.
El gobierno de Nicaragua debido a las sanciones impuestas y a sus propias limitaciones internas ha perdido el control de las principales políticas macroeconómicas, la deflación maneja por completo la dinámica económica de la nación. Las secuelas del espiral deflacionario están a pocas semanas de calar tanto en el sistema financiero como en el mercado monetario. La buena noticia se remonta al origen de la crisis que por ser de orden sociopolítico aún puede encontrar una solución de fondo.