Guillermo Rothschuh Villanueva
1 de enero 2023
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Los mejores aliados de doña Carmen Bravo Duarte son sus pacientes, ellos se encargan de enaltecer la efectividad de sus métodos
Doña Carmen Gozosa atiende a uno de sus pacientes.
En el Medioevo se reforzó, desde la ignorancia y el fundamentalismo religioso,
que las brujas eran malas, satánicas y pecadoras, cuando en realidad eran grandes
curanderas, científicas, sabias y personas que servían y tenían a su cargo
el cuidado de la comunidad. Las quemaban en la hoguera incluso por bañarse.
Lucía Ixchiú-La nieta del brujo
Cuando me asomé a la vida y milagros de doña Carmen Bravo Duarte, lo primero que recordé fue lo dicho por Depak Chopra, médico, conferenciante, escritor y ganador del Premio Nobel de Física en 1998. En uno de sus tantos libros sobre espiritualidad, hizo una afirmación desafiante y categórica. Al referirse al sistema sanitario de Estados Unidos, se lamentó que en ese país recurriesen a tubos y máquinas, mientras ellos en la India utilizaban agujitas e infusiones. Doña Carmen lo hace de idéntica forma. Aprendió hacerlo bajo el impulso del sacerdote Ignacio González. El cura católico de origen colombiano, tuvo la visión de invitar al doctor Atom Inoue, japonés radicado en León, especialista consagrado en medicina homeopática, para que llegase a impartir cursos de este tipo de medicina en El Coral. Desde entonces doña Carmen quedó prendada.
Ella se había traslado a vivir a esa localidad, junto con su esposo, veinte años atrás, en 1975. El lugar todavía era una comarca del municipio de Villa Somoza. El cura tomó la decisión al sentir la urgencia brindar atención a los pobres, especialmente al campesinado. Carecían de recursos para visitar a los médicos y estaban imposibilitados de asistir a los hospitales. Adoptó la medida al comprobar la eficacia de la medicina natural. El tratamiento recibido en León por Inoue, resultó convincente. Al finalizar los cursos (1995), doña Carmen se sintió atraída por la manera que Inoue curaba las enfermedades. Comprobó la efectividad de los baños al vapor, la importancia de la sanación a través de la acupuntura, uso del planchado y plantas naturales (zacate limón, canela, apazote, naranja agría, hojas de mango, guarumo, manzanilla, romero, etc.).
Al ejercer la medicina bioenergética, doña Carmen chocó con quienes juzgan estas prácticas como maléficas o dictadas por el demonio. La cruzada no la intimidó. Aunque nunca han parado de criticarla, continúa imperturbable. A sus detractores ni siquiera los persuadió que el obispo emérito de Chontales y Río San Juan, monseñor Bernardo Hombach, recurriera en varias ocasiones a sus métodos curativos. Sentía apremio por aminorar sus malestares en la espalda. Entre distintos recursos doña Carmen utilizaba la orinoterapia, un método cada vez más extendido. Los saludos que le dirigía Hombach, iban envueltos en una pizca de ironía. “Cómo va la señora de la orinoterapia”, le decía mientras seguía rigurosamente el tratamiento prescrito: pequeños balines adheridos a su espalda, colocados en los puntos donde aplicaba la acupuntura. Un paciente amable.
El primero en animar a doña Carmen a estudiar medicina natural fue un sacerdote y sacerdotes fueron y continúan siendo los primeros en avalar la virtud de sus tratamientos. El sacerdote diocesano, Nelson González, antiguo párroco de la Catedral de Juigalpa y exdirector de estudios de filosofía en la Universidad Juan Pablo II-Chontales, actualmente haciendo estudios en Roma, ante los magros resultados de los medicamentos ingeridos, para eliminar el elicobacter pylori, se vio obligado a buscar un régimen alternativo. Acudió a doña Carmen y ella puso fin a su tormento. “Los dones que doña Carmen posee, Dios se los ha regalado. Es muy eficiente, su ayuda fue clave para mi sanación. Tiene un corazón abierto al servicio de los demás”. El ayer responsable del Seminario Menor en Chontales, admira y elogia su altruismo. Un generoso reconocimiento.
No solo los religiosos desataron sus cuestionamientos, también lo hacen médicos fincados en El Coral. Muchas personas establecen diferencias radicales entre los tratamientos prescritos por los médicos y los señalados por quienes ejercen la medicina natural. Piensan ofenderlos llamándoles brujos o curanderos. Lucen una actitud similar a la asumida por la familia Rockefeller, a inicios del siglo veinte. Convertidos en gigantes petroleros, apostaron por las drogas obtenidas a partir de la petroquímica. Para lograrlo, los Rockefeller denostaron contra el enorme prestigio que gozaba la medicina natural en Estados Unidos. Más de la mitad de los médicos combinaban la medicina proveniente de los países europeos, con la medicina aplicada por los nativos americanos. Para derribar el tropiezo, se dedicaron a desacreditar esta clase de medicina y así ofrecer la suya.
El tiempo y los resultados exitosos de la homeopatía o medicina holística, se han encargado de poner las cosas en su lugar. Las disputas entre la medicina homeopática y la medicina alopática han disminuido. Los dirigentes de la Escuela de Medicina de Harvard, la afamada universidad estadounidense, decidieron incorporar la homeopatía en los cursos de formación profesional. El solo hecho que una universidad de tanto prestigio mundial, decidiera dar por concluidas las contradicciones surgidas a partir de los zarpazos de los Rockefeller, supuso un salto cualitativo. Constituye una misión estéril obviar la existencia de esta medicina. Los resultados logrados por quienes ejercen la medicina natural y los argumentos de sus beneficiados, defendiendo su existencia, señalan que no habrá marcha atrás. Escuelas de medicina suscriben su importancia.
Los mejores aliados de doña Carmen son sus pacientes, ellos se encargan de enaltecer la efectividad de sus métodos. En pueblo chico infierno grande. Una ciudad con poco más de cuatro mil habitantes, donde únicamente dos médicos ejercen la medicina privada, la presencia de doña Carmen les resulta incómoda. Al preguntarle a qué se debía que los médicos le tuvieran ojeriza, no tuvo reparos en decirme, “Son celos”. No deja de tener razón. A su consultorio asisten pacientes provenientes más allá de las fronteras chontaleñas. En busca de salud, la visitan personas radicadas en Juigalpa, San Carlos, El Almendro, Nueva Guinea, El Rama, Bluefields y Camoapa. Los pacientes se encargan de elogiar sus procedimientos ante familiares y amistades. Son sus propagandistas. Sigue fiel al legado del cura colombiano, quiénes carecen de plata no pagan por sus servicios.
Los sentimientos entre los sacerdotes católicos están divididos. ¿Será que cuestionan sus expresiones de alabanza al Señor? Doña Carmen es creyente católica. Muy devota. Cuando resuelve casos embarazosos, exclama agradecida, “Esta no es obra mía, es obra de Dios”. En otras ocasiones ha dicho que se “siente bendecida por el Señor”. Casi siempre recurre a la expresión: “En el nombre de Dios”. Contrario a quienes la acusan de bruja, posee una espiritualidad inobjetable. ¿Se hacen los desentendidos o desconocen sus alabanzas al Santísimo? El sacerdote franciscano Orestes Téllez, fue quien convenció al obispo Hombach, sobre la necesidad de recurrir a los servicios de doña Carmen. Creyó que era la persona indicada para ayudarle a mejorar sus dolencias crónicas en la columna y sus problemas renales y digestivos. Hombach no vio nada satánico en sus atenciones.
A muchos resulta incomprensible la presencia de personas metidas al ejercicio de la medicina natural. Se trata de una larga historia. Ante la imposibilidad de encontrar una explicación plausible, se deslizan con liviandad por la corriente facilona del descrédito y la difamación. Ni siquiera con evidencias en mano, dan pábulo a la validez de sus resultados. Su ceguera los induce a romper lanzas y denigrarles. Las cargan de epítetos infamantes. No paran en su afán de tratar de demoler su prestigio y reputación. No hacen el mínimo esfuerzo por distinguir la paja del heno. Desde luego que en el universo de la medicina natural existen charlatanes a los que hay que denunciar. Son timadores a los que resulta fácil descubrir. Doña Carmen está colocada en las antípodas de la masa de estafadores. Centenares de testimonios ratifican su grandeza como sanadora.
Mientras estuvo en El Coral, Téllez fue el primer sacerdote asistido por doña Carmen. Después de su traslado a Río Blanco, habiendo experimentado las virtudes de la chontaleña, salió en su auxilio. Varios feligreses estaban enfermos, les habló de una señora de El Coral, dedicada a la medicina natural y que él podía solicitarle que llegara hasta Río Blanco, con la finalidad de asistirles. Doña Carmen viajó durante más de dos años, cargando instrumentos médicos y medicinas. Experimentó una aceptación cálida, muy humana. Si dejó de hacerlo fue por atender las súplicas de sus hijos. Temían que su madre sufriera algún percance. Alegaron que el mal estado de la carretera constituía un peligro. A regañadientes cedió a sus ruegos. Sentía que estaba haciendo un bien y que al descontinuar las visitas muchas personas resentirían su falta. Todavía lo lamenta.
Sus críticos tal vez ignoran que doña Carmen ante la necesidad de acrecentar sus conocimientos, emprendió diversos cursos académicos. Durante un año asistió a clases en la Academia Médica de Monte Tabor. Igualmente asistió a clases de Fisioterapia en la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua UNAN-Managua. Como miembro de la Red de Mujeres del Centro de Comunicación y Educación Popular (Cantera), creyó oportuno inscribirse en los cursos de Auriculoterapia, una rama de la acupuntura. No satisfecha, viajó a hasta la república de Honduras, para ampliar su saber en esta materia. Se lamenta no haberlos concluidos. Tendría otro título espanta insulsos. Sus estudios constituyen el mejor desmentido contra quienes la ofenden, evadiendo o tratando de desconocer sus credenciales.
Una de sus decisiones más acertadas, fue conjugar la homeopatía con la medicina alopática. En la farmacia de doña Carmen, además de medicina natural hay disponibles medicamentos farmacéuticos (pastillas y cápsulas). Mientras le quede vida, la curandera más famosa de Chontales, afirma que continuará prestando sus servicios. Su mayor satisfacción es que a su consultorio siguen llegando decenas de personas, con la absoluta convicción que pondrá toda su sabiduría —resumida en una medicina milenaria— para tratar de mejorar su salud. Ellos no tienen reparos en seguir acudiendo a su clínica. Permanecen sordos y ajenos a los dicterios de la que es víctima. ¿Cómo rendirse y dar la espalda ante las evidencias positivas de los resultados? Siguen pensando que doña Carmen es la persona más indicada para curarles y mantenerlos sanos y sonrientes.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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