8 de junio 2016
En las últimas semanas he leído agitados comentarios, artículos en blogs, y posts en las redes sociales sobre un estudio realizado por la investigadora Sofía Montenegro, directora del Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO), del que realicé un trabajo de televisión, que se publicó en el programa Esta Semana el domingo 29 de mayo sobre la cultura política de los jóvenes posrevolución (los nacidos en el periodo 1992-2000).
Quiero decir que me satisface enormemente que con este tema se haya despertado un debate sobre el papel de los jóvenes en este país. Me llena de entusiasmo saber que al fin hubo algo que les pareció interesante (o molesto) para que salieran a opinar y defender lo que creen que les alude. Perdón, no salieron. Igual lo están haciendo desde la comodidad de sus teclados y sus computadoras. Ojalá también los muchachos y muchachas que han cuestionado el trabajo publicado en Esta Semana, el estudio de Sofía y las caricaturas de Pedro X. Molina, también se indignaran con el rosario de abusos que ocurren en este país, y del que todo el mundo se queda inmóvil, adormecidos, como jugados de Cegüa, decían las abuelitas de antaño.
En primer lugar, me parece oportuno recordar a los lectores y a los jóvenes que han cuestionado mi trabajo de televisión y que también fue transcrito para la versión impresa y digital de Confidencial, que no he pretendido mostrar ningún análisis sesudo sobre las nuevas formas de pensar de la generación posrevolución (millennials, oigo que les llaman ahora). Simplemente procuré ponerle rostro a un estudio científico, plenamente sustentado con encuestas, analizado por Sofía Montenegro y comentado por la socióloga Elvira Cuadra.
Desde el inicio me plantee que para este reportaje, teniendo a mano los datos que arrojó la encuesta, debíamos realizar un sondeo con jóvenes de similares características a los analizados por Sofía, hacer las mismas preguntas y a partir de sus respuestas, luego entrevistar a especialistas en cada uno de los puntos abordados para que nos dieran su interpretación sobre la visión de los muchachos y muchachas.
El estudio revela que los jóvenes están desinteresados en la política, rechazan a los actores políticos actuales y sus discursos aburridos, gastados y poco propositivos. Y tienen absoluta razón. Los dirigentes políticos actuales solo despiertan rechazo, incluso para los más adultos como yo, entonces ¿cómo pedir que no pase lo mismo en los más chavalos?
Según Elvira Cuadra, que también entrevisté para el reportaje, “esos jóvenes han crecido escuchando los relatos de sus padres, tíos, abuelos y demás familiares sobre la dictadura, la Revolución y la era democrática; han escuchado como, una y otra vez, decimos que para qué sirvió derramar tanta sangre y tantos muertos, que no vale la pena…”. Y también tienen razón. Nadie quiere regresar a esa época terrible de nuestra historia donde, dicho sea de paso, quienes fueron a morir en las montañas fueron los más pobres, los románticos, los soñadores y no los hijos de los dirigentes, ni los comandantes tampoco. Esos se quedaron y algunos de ellos para volver 16 años después a enriquecerse al amparo del poder y a jodernos la tranquilidad.
Igualmente el estudio revela que la mayoría de los jóvenes están enfocados en sus proyectos personales, en sus estudios, en la posibilidad de tener una casa, un vehículo, una familia. Y eso, por supuesto, no debe criticárseles. En absoluto. Para algunos es egoísmo, para mí no. También le diría a mi hijo que estudie, que se dedique y que se esfuerce por construir un futuro estable para su familia.
Entonces, como notarán, estoy de acuerdo con los jóvenes que dijeron en las encuestas que no quieren saber nada de los políticos y sus partidos y también con el interés de autorrealización que ellos expresan… Pero no por eso voy a esconder un resultado. Eso es lo que dijeron y eso fue lo que publicamos.
Quienes nos han criticado nos acusan casi de incitar a la guerra, a que los jóvenes vuelvan a tomar las armas y enmontañarse para resolver los conflictos políticos que han sido replicados en los últimos años. Pues no. Nadie ha dicho que aquellos jóvenes guerrilleros de finales de los 70 fueran los buenos y que los apáticos de hoy sean los malos. Simplemente presentamos las dos generaciones, sus formas de pensar y sus circunstancias como hechos demostrables. Nadie niega que existió una generación politizada, romántica, encantada con la idea de los héroes, de “defender la patria”, etc. Y nadie tampoco puede negar que en la actualidad los muchachos tengan prioridades dentro del ámbito privado.
Entonces lo que denoto es una molestia porque les pusimos un gran espejo en frente para que vieran la realidad en la que están inmersos la mayoría. Pues creo que vale la pena analizar también qué papel han tenido frente a hechos que sí demandan, como mínimo, la solidaridad de la juventud. Y para citarles un par de ejemplos: las más de 60 marchas de campesinos que defienden su tierra y protestan contra la concesión canalera, que amenaza con lanzarlos a la calle, o el acto criminal contra una familia en Las Jagüitas, que fueron rafagueados por un escuadrón policial cuando regresaban en su vehículo de un culto religioso. Muy probablemente esas dos situaciones en cualquier país harían aflorar la indignación y salir a las calles para repudiar al Estado y al gobierno y obligar al sistema de justicia a aplicar la ley.
Pero bueno, eso no lo dijimos en el reportaje de Esta Semana, ni tampoco está dicho en el estudio de CINCO, porque sería mera interpretación. Pero tampoco me digan que ya no se puede hablar sobre situaciones reales, comprobables y verificables solo porque ustedes se molestan y descalifican.
Y ya que nos metimos a debatir sobre el disgusto de ustedes porque se les retrate, pues también quiero recordarles que en el mismo estudio y en el mismo reporte se increpa a la juventud porque el 95% de los varones y el 85% de las mujeres consideran que el aborto es un pecado. Lo mismo consideran de la homosexualidad el 85% de los jóvenes encuestados.
¡Ah!, pero resulta que estas creencias conservadoras, desinformadas y deshumanizadas, que están enraizadas en una cultura clerical y machista, ustedes, los críticos, han preferido obviarlas. Callan cuando hubo defensores de derechos humanos que lamentaron esa forma de pensar. Callan ante los reclamos de que el Estado debe proveer educación sexual para evitar abortos y para garantizar la vida de las mujeres. Callan frente a ese espejo donde se exhibe a la juventud como agresiva contra las personas que practican su sexualidad con libertad y en el marco de sus derechos humanos. Entonces, ¿en qué país estamos? ¿Deberíamos debatir integralmente sobre la sociedad que tenemos y el país que queremos o solo lo hacemos con los temas que no levantan ronchas si desnudan la doble moral?