13 de agosto 2019
Un grupo de organizaciones estudiantiles y representativas de otros sectores sociales, tomó la iniciativa de llamar a un paro general, buscando cómo romper el impase de las negociaciones impuesto por los dictadores con su renuencia a encontrarle una salida democrática y pacífica a la grave crisis político-social en que tienen sumido a nuestro país.
Para demandar la libertad de los secuestrados políticos, los representativos de un sector del estudiantado, de las madres de las víctimas, del campesinado, de los ex encarcelados y de la sociedad civil, han emplazado a los miembros de la cúpula del gran capital y a las organizaciones empresariales, a tomar una actitud más contundente frente a la dictadura con un paro general por tres días: del 22 al 24 de agosto. Y, para que los empresarios se decidan, les dieron un plazo de72 horas.
Los convocantes al parecer olvidaron que para efectuar con éxito un paro general –o cualquiera otra acción de masas importante— ninguna decisión unilateral es recomendable ni coherente con el espíritu de consenso que ha prevalecido entre las diversas fuerzas políticas y sociales de oposición, y lo que menos que ayuda son las imposiciones de unos sectores sobre los otros.
Es verdad que su argumentación a favor del paro general es incuestionable, además, enteramente justa, porque el llamamiento a tomar esa acción proviene de una parte de los jóvenes que han sido sacrificados en su normalidad generacional, en su libertad y en sus vidas por la represión dictatorial.
Esa demanda al paro general, tampoco es gratuita, por cuanto representa el dolor de las madres que vieron a y ven cómo sus hijos son sacados con extrema violencia de sus casas a la medianoche, y de los que son acribillados a balazos por los esbirros de la dictadura.
Se trata de una demanda de parte de las madres que durante más de un año han sido sacrificadas y sometidas a la angustia y la desesperanza, sabiendo de las torturas de sus hijos secuestrados y encarcelados ilegalmente, mientras los guardias de la dictadura se han burlado de su dolor cuando, tanto en las estaciones policiales como en los centros de torturas de El Chipote y la “Modelo”, donde les negaban la presencia de sus hijos, o les negaban una visita, haciéndolas aguantar bajo los rigores de la intemperie durante de días y noches.
Algunas de esas madres lograron ver libres a sus hijos después de las campañas de denuncias, presiones sociales dentro del país y en el ámbito internacional, pero la sevicia de los dictadores y de sus esbirros aún no cesan de acosarles, y de secuestrarlos de nuevo, acusándoles falsamente de haber cometido delitos comunes para quitarles su imagen de políticos y evitar la solidaridad con ellos.
Acusaciones igual de falsas acusaciones contra los primeros secuestrados que fueron acusaron de “terrorismo”, “golpismo” y otros delitos políticos conexos, los dictadores usan la mentira contra los nuevos secuestrados, pero ahora con las estigmáticas acusaciones de narcotráfico, robos y asaltos, con lo cual los dictadores pretenden evitar la merecida solidaridad que han tenido y deben seguir mereciendo todos los secuestrados políticos.
La excitativa de un paro general, también viene de las esposas, y parientes de los más de cien secuestrados que dejaron al margen de la excarcelación, incluso a menores de edad, porque –en opinión de los demandantes del paro general— solo sacaron a “las caras más visibles” de entre los secuestrados.
Entre los autores del llamamiento al paro, hay mujeres a quienes –igual que a todas madres de hijos muertos y secuestrados— les imponen el sacrificio de no poder explicar a sus menores los motivos de la ausencia de sus padres, o de niños que, sabiendo lo de su encierro, aún cabe en sus mentes la verdad ni sospechan acerca del porqué del odio y la crueldad de sus carceleros para con sus mayores.
Se trata, en fin, de que el paro general es un reclamo justo que también lo ha hecho suyo la mayoría de la población pobre y trabajadora de los barrios asediados diariamente por soplones policías y paramilitares de la dictadura, que han convertido a medio mundo en potenciales víctimas de la cotidianidad opresora y represiva que se vive en nuestro país.
Sin embargo, a la par de la justicia que acompaña la excitativa a los personeros del gran capital, está a la vista, y no necesita mucha imaginación, ver una insinuación incorrecta, extremista y de poco o ningún sentido político, que tampoco contribuye a la unidad opositora.
La insinuación de que los miembros de la cúpula capitalista no deben rechazar su participación en el paro, es porque ellos no han tenido que aportar a la causa de la libertad y la democracia nada más allá del sacrificio de sus ganancias, lo cual es incomparable con el valor de la sangre de uno solo de los centenares de personas martirizadas por la dictadura.
Y también es justo el llamado a fortalecer la lucha de todos con todos los métodos cívicos posibles, pero para eso no es condición… ¡haber aportado una sola gota de sangre! Nunca debió ocurrir, pero se debe tener presente, que toda la culpa del derramamiento de sangre de tantos nicaragüenses… ¡radica en el régimen orteguista y de nadie más!
A mí juicio, lo reitero, emplazar con fecha fija a tomar una acción, sin buscar previamente el consenso, se contradice con el sentido de la consigna con la cual piensan motivar el paro, y con el reclamo de que los dictadores respeten el derecho a tomar una acción política pacífica: “¡Paro y no un disparo!
Eso es lo humanamente necesario e indiscutible si los dictadores pudieran recordar siquiera, que no son dueños del país, tampoco de las libertades, de los derechos y menos de la vida de los nicaragüenses, sino transitorios, abusadores y simples servidores públicos pagados con los impuestos de todos.
En resumen, no fue comedida la excitativa de paro ni el plazo de 72 horas, como si se tratara de un operativo militar, muy distinto –y hasta contradictorio— con el carácter cívico que ha tenido el movimiento auto convocado, desde sus inicios.
Pero, por lo que estoy comprobando –cuando ya se cumplió el plaza— y en el momento de enviar a publicación este comentario, aún había un arrogante silencio por parte de los emplazados –en especial de la cúpula del clan financiero— ante la excitativa de los activistas sociales, quienes, pienso, se merecen una respuesta razonada sobre su emplazamiento y “¡tener coherencia con su discurso!”, tal como fue señalado por los organismos convocantes.
Una actitud similar de arrogante ha tenido la prensa impresa respecto al llamado a la huelga general de tres días, y el colmo es que lo han ignorado hasta como noticia. Solo los medios televisivos se han ocupado de la información sobre la propuesta de paro general. Pero ningún medio ha razonado en pro ni en contra del llamamiento.
Esta censura, es una actitud paradójica, porque su combate a la censura y la represión impuestas por la dictadura a la libertad de prensa y expresión… ¡es el motivo por el cual acaban de recibir reconocimientos y premios internacionales!
Ni Don Quijote hizo ver a Sancho… cosas semejantes.
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