15 de junio 2021
Cuando una persona no ajusta sus actos a lo normalmente bien pensado, o a lo razonable, se considera que supuestamente está en un estado demencial. Precisamente, es lo que nos obligan a suponer los Ortega Murillo con su persecución, encarcelamientos y atropellos contra precandidatos presidenciales y dirigentes opositores.
Una persecución ilógica dentro de una campaña electoral en un país de este siglo, pero estamos bajo una dictadura donde se cometen acciones represivas con tal ausencia de sentido humano, que se parecen a las del medioevo. Ya no son más necesarias las opiniones psiquiátricas que los análisis políticos.
Este régimen de Daniel Ortega es de tan extemporánea vigencia, que la Constitución Política de 1987, firmada por él mismo, le quedó demasiada moderna para su retrógrada visión política. Con su dictadura, Ortega ignora que esta Carta Magna asumió íntegramente cinco acuerdos internacionales firmados por Nicaragua sobre derechos humanos, en su Artículo 46:
“En el territorio nacional toda persona goza de la protección estatal y del reconocimiento de los derechos inherentes a la persona humana, del irrestricto respeto, promoción y protección de los derechos humanos, y de la plena vigencia de los derechos consignados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos; en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre; en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la Organización de las Naciones Unidas; y en la Convención Americana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos”.
II
Ahora, para Ortega, esos convenios son letra muerta, porque estamos bajo su régimen sujetos a su capricho de hombre senil, lleno de temor a perder el poder en una justa electoral con libertad de movilización, observación internacional y transparencia, lo cual lo ha hecho trastocar el sentido de las elecciones y convertir el derecho ciudadano a tener aspiraciones presidenciales en algo delictivo digno de represión y hasta de muerte.
Sin duda que, por lo anormal, se trata de algo parecido a la locura, aunque no tanto, porque no está desprovisto de motivos: sin el poder absoluto a que su familia se acostumbró vivir, la idea de perderlo los hace imaginarse con terror en la llanura, sin tener cómo ni con qué proteger la riqueza acumulada a la sombra de ese poder.
Y con un egoísmo sin límites, no conciben un futuro sin la abundancia del “reinado” en el que él y Rosario crearon a su larga descendencia de hijos, nietos y bisnietos.
Más, como el trabajo del bisabuelo no ha sido precisamente la fuente de tanto bienestar, y tampoco la fuente de sus hijos, pensar en un incierto futuro de trabajo les causa profundos conflictos psicológicos y emocionales.
De ahí, que su táctica política represiva indiscriminada en contra de la oposición sea vista como resultado de un complejo de emociones, no solo con rasgos de locura, sino también de malos sentimientos de venganza, odio y resentimiento social.
Eso último se nota, especialmente, en que es la primera vez, y después de haber tenido como socios a los empresarios, que atropella y encarcela a personas que, en los primeros años de su dictadura, fueron respetadas y protegidas en su seguridad personal y familiar por sus guardias y sus jueces, evidentemente, a causa de su relevante posición económica y social en el país, y con muchas relaciones con el exterior.
III
No obstante, y dada por cierta esa hipótesis de por qué la ruptura de ese escudo social por Ortega, causado por resentimiento, odio o venganza, más el miedo a un incierto futuro familiar, pienso que no sería ocioso suponer cuáles podrían ser los otros motivos que lo lleva a poner en práctica esta razzia fascista (antes solo encarcelaba trabajadores, estudiantes y campesinos) en detrimento de la libertad y derechos de personas de todos los niveles sociales.
Expondré algunas hipótesis en torno a los posibles motivos de esta represión indiscriminada y sin ninguna justificación jurídica:
+ El temor de Ortega, su familia y su camarilla a perder el poder, también podría estar siendo motivado por un probable y justo enjuiciamiento por sus delitos, en especial, el de lesa humanidad.
+ El solo hecho de imaginar todo lo anteriormente señalado, ya sin ningún poder que le permita una escapatoria, podría haberlo llevado a tomar estas dos opciones:
1) Impedir las condiciones propicias para unas elecciones libres, porque le esperaría una derrota que lo dejaría sin los recursos del poder para ensayar una defensa con posibilidades de éxito ante la justicia en lo personal, menos los frutos de su enriquecimiento ilícito.
2) Acelerar la represión indiscriminada (ya en marcha) con violencia cada vez más extrema, buscando una salida “honrosa” hacia el exterior, provocando se le impongan fuertes medidas de parte de la comunidad internacional, buscando de ser visto como una víctima de la injerencia imperialista, y eso le permita negociar su salida de la mejor manera posible.
+ Si eso fuera así, es lógico que también perdería el poder, pero, con una imagen de víctima –después de haber hecho una “heroica” resistencia a la “intervención extranjera”— lo que le facilitaría, supuestamente, ser acogido por algún país amigo, de los pocos que le quedan, que no sería en Europa ni en América Latina, sino en una de las islas del Caribe angloparlante, que han votado a su favor en la OEA.
IV
Como se puede ver, el Ejército y la Policía orteguistas están fuera de las dos hipótesis expuestas, siendo tan indispensables para el sostenimiento de la dictadura, de los cuales, igualmente, puede ensayarse otras hipótesis:
- En la situación de derrota imaginada por la “injerencia extranjera”, Ortega no querría que desapareciera el Ejército como institución (quizás esperando una reacción futura a su favor), pero intentaría salvarse junto a los individuos más comprometidos de su cúpula, quienes no podrían escapar de un juicio justo por su complicidad.
- Es cierta la injerencia o influencia extranjera en cuanto al Ejército, porque aparte de la cúpula, hay oficiales que tienen una relación con el Comando Sur de los Estados Unidos, y sería ingenuo no imaginar que existe una influencia política de este país sobre ellos, a quienes les correspondería suplir a los generales en fuga, y asumir un papel decisivo en el rescate de su propia institucionalidad.
Aparte de eso, y, de paso, podrían recordar que el EN le debe respeto a la Constitución Política de la República, y no a un individuo con ínfulas de emperador.
- Con la cúpula de la Policía no sería nada muy diferente, con la excepción de que muchos Comisionados Generales son responsables más directos de los encarcelamientos, la represión en general y las muertes –comenzando con su máximo jefe y pariente político— hacia quienes Ortega tendría más interés de proteger.
- A los policías de base, de origen humilde y mucho de ellos autores materiales de la represión durante los últimos catorce años, Ortega les prestaría menos o ninguna atención a la hora cero. Porque, como decían los jóvenes en el primer fallido diálogo con Ortega… ¡”Esos no alcanzarían en el avión”!
- De la burocracia corrupta de los Poderes del Estado, no es difícil imaginar que también entre ella existen distintos niveles de responsabilidad y de categorías.
- Entre esas categorías, está la absoluta mayoría de los empleados públicos, y es sabido que ellos también han sido víctimas de las enfermizas medidas dictatoriales, y por su función en cargos de base e intermedios, tendrían una labor que desempeñar en la regeneración y el saneamiento de las instituciones del Estado.
Recordemos: hay tantas hipótesis inciertas, como certeras. ¿A cuál te apuntas?
Al margen de estas cuartillas
*En los medios de comunicación, abundan las quejas de vecinos por algún manjol o por una zanja abiertos, pidiendo que en la alcaldía “tomen cartas en el asunto…”
*Pero, en la Alcaldía, los burócratas no tienen cartas en su buró para ponerlas sobre ningún “asunto” de esa clase…
*En ningún caso, ni siquiera ponen el rótulo: “Cuidado, gente trabajando”…
*Cosas folklóricas en nuestras “babosadas municipales” que, aparte de los zancudos, los quebrados y los motoristas despistados, a nadie le interesan…
*Pero, el sol brilla más en campaña electoral: una señora CPC, llegó a mi casa a prevenirme de parte de la alcaldía, de no pasar cerca de una zanja abierta “de aquí, una cuadra abajo y media al Lago…”
*Estaba tan satisfecha de su labor comunitaria, que no quise decirle que yo no corría peligro, porque el Covid-19 me tiene un poco menos encerrado… ¡que como “el comandante y la compañera” tienen a precandidatos y políticos!
*Lo bueno es que ella andaba ganando su salario; lo malo es que con ella… ¡Ortega andaba ganando su voto!