1 de febrero 2016
Estoy convencida que gran parte de la animosidad que existe contra Hillary Clinton no tiene nada que ver con sus capacidades: tiene que ver con su manera de ser mujer. Es curioso, pero mientras a Donald Trump nadie le objeta el copete, el pelo teñido y su bufónica apariencia, Hillary despierta rechazo por sus trajes aburridos, su discurso serio, su negativa a ser juzgada por su ropa, su maquillaje y la falta de atributos, dizque “femeninos.” En su campaña electoral, ella ha decidido presentarse de manera muy neutral, para que la juzguen por lo que propone; por lo que sale de su boca y no su aspecto. Sin embargo, dentro de su propio partido, un hombre blanco, canoso, nada atractivo, ha logrado hacerle la competencia cuando parecía que ella llegaría invicta a la nominación.
El fenómeno social es interesante. La propuesta y los planes de gobierno de Hillary son sumamente realistas. Después de ver lo que Barack Obama ha tenido que soportar, la trabazón de las instituciones republicanas que le impidieron tantas veces llevar a cabo sus ambiciones y promesas, Hillary sabe que tendrá que lidiar con un congreso hostil. Bernie Sanders, por su parte, que debe conocer lo imposible de muchas de sus propuestas, se presenta como paladín anti-capitalista, anti-bancos y anti-ricos. Muy atractivo el discurso porque tiene razón en mucho de lo que dice; el problema es que nada de lo que propone pasaría el test de la realidad. Bernie Sanders, igual que Obama, tendrá que comerse sus palabras si llega a la presidencia. Hillary sabe esto y responsablemente ha decidido no proponer lo que sabe que no podrá cumplir dado el estado de las cosas en EE.UU. y sus contrincantes republicanos en el Congreso y el Senado.
En el panorama político de esta campaña, Hillary es la candidata más sólida, la que mejor conoce el terreno en que tendrá que lidiar sus batallas; es, a mi juicio, una candidata de lujo. Sin embargo, su ser mujer, su manera de ser mujer, conspiran contra ella. En un país donde el culto a la celebridad, a las estrellas de cine, y a lo superficial es, hoy por hoy, abrumador, Hillary es la antítesis de esa imagen sofisticada y “bella” que se ha instalado en la conciencia popular norteamericana como la imagen de la mujer “ideal.” Esa calidad de seriedad, de sustancia, de pies bien plantados en la tierra que debía sumarle adeptos, conspira contra ella dado el perfil sicológico de muchos y muchas de sus potenciales votantes. Igual que una serie de mujeres en el mundo que aspiran al poder, hay elementos de imagen que entorpecen sus gestiones. La disyuntiva consiste en decidir si presentarse asexuadas -opción preferencial de las mujeres que han aspirado o logrado cargos públicos- o hacer uso de su feminidad o simplemente asumirla. Las mujeres que han aspirado al poder en esta primera generación, me parece que han tenido miedo de ser femeninas. Han optado por evitar de cualquier forma que el hecho de ser mujeres pese en su imagen pública, han sido, de cierta forma, “hombres con faldas” que han renegado de los cánones de la imagen femenina y han apelado a la racionalidad de sus votantes. Creo que eso les ha rebotado.
Pienso que Hillary habría logrado posicionarse mejor haciendo uso de sus cualidades femeninas y no pretendiendo ser tan hombre como cualquiera de ellos. Hay un rechazo inconsciente de las mujeres y hasta de los hombres con esta actitud de “travestis” de las políticas. Nada evita que las juzguen como mujeres. No importa lo que digan o hagan, lo siguen siendo, pero encima de eso no se presentan ni como mujeres atractivas, ni como maternales, los dos arquetipos interiorizados en la cultura y en la psicología popular, y eso juega en contra de ellas. Sin manifestarse, creo que hay en el público un reclamo implícito a que no asuman las señas de identidad del género, a que se oculten bajo imágenes neutras.
Sé que este es un tema polémico entre nosotras las mujeres, pero yo seguiré insistiendo en que esta primera generación de mujeres que aspiran al poder, se equivoca al ocultarse y pretender que no las juzguen como mujeres. Como mis protagonistas de El País de las Mujeres las dirigentes del Partido de la Izquierda Erótica, que hacen alarde de su sexo, ellas en primer lugar no tendrían que temerle a sonar, vestirse y actuar como las maravillosas MUJERES que son.
De cualquier manera, espero que triunfe la razón contra los perjuicios en el pueblo norteamericano y que Hillary llegue a la presidencia.
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Managua, Febrero de 2016