16 de agosto 2022
Lo que llamamos la fuerza de los hechos, no se refieren a ninguna fuerza física, desde luego, solo alude la facultad imaginaria que se le concede a los hechos por reflejar la realidad. La fuerza de la costumbre, es lo establecido por un largo uso o adquirido por la repetición de actos de la misma especie, los cuales pueden o no pueden ser veraces.
Me interesan ambas cosas para entender las claves de la información política. Los pensamientos orales o escritos se repiten a cada momento, cada día, incesantemente sobre las cuestiones sociales, económicas y todos los asuntos de interés humano, sin que necesariamente demuestren la fuerza de los hechos.
La información transmitida por los medios electrónicos e impresos existentes, orales o escritos, no dejan de tener una parcialidad política, además de una intención ideológica o expresar un determinado modelo de pensamiento. De las acostumbradas maneras de repetir los mismos conceptos políticos e ideológicos aplicados en el contenido de la información, cuando esta es insidiosa, terminan convertidos en simples recursos de la propaganda.
Es lo que actualmente predomina en el mundo: la información degradada en propaganda política, sea de modo intencional o no, pero por la fuerza de la costumbre de tanta repetición, las ideas terminan acartonadas, como escritas con moldes; como clichés.
II
Actuando con pensamientos cliché es imposible que se consiga flexibilidad en el enfoque de los problemas, porque las ideas se transmiten de modo mecánico y continuo hasta que en los criterios y necesidades personales y colectivas son consideradas verdades inobjetables, las que son apreciadas por los receptores cuando son afines a sus ideas y, claro, mucho más cuando les favorecen.
Si, al contrario, la información y su enfoque se oponen a sus intereses, entonces todo lo verán como mensajes venidos del frente enemigo. Entre quienes piensan así se encuentran los dueños o administradores del poder político, militar y económico, quienes para imponerse despojan a los enemigos de todo derecho, hasta del derecho de existir, lo cual es el colmo de la deshumanización del uso del poder.
Ya convertidos en dictadores, los otros, seguirán siendo los enemigos contra quienes aplicarán las medidas que vean necesarias, suponiendo que así los obligarán a dejar de ser un “peligro” para su estabilidad y bienestar; no importa lo que se argumente, pues todo lo que digan los enemigos no valdrá, porque previamente fueron descalificados.
Con esa mentalidad, funcionan las dictaduras: con el poder se sienten con derecho a disponer de las vidas ajenas, regular sus libertades y sus maneras de pensar. Algo igual, ha pasado y está pasando en nuestro país. Los dictadores ya le otorgaron a sus ideas y acciones calidad de verdades absolutas y con ellas justifican sus intereses, tratan de preservarlos por cualquier medio y construyen su mundo particular, en donde solo caben ellos y sus parciales.
Poco –o en nada— reparan los dictadores en si lo que están haciendo es crueldad, si es inmoral e injusto, porque todo lo que hacen lo justifican con sus propios conceptos de justicia y democracia, aunque detrás, solo están sus intereses.
Los otros –que somos nosotros— ante ellos solo somos los contrarios, los enemigos, a quienes hay que castigar con cárcel o la muerte porque critican o se manifiestan contrarios a sus intereses, porque no se adaptan a su mundo ni a su particular visión de las cosas.
III
En esta lucha –que no solo tiene una expresión local, sino internacional— se han venido olvidando las causas reales que motivan esta lucha, que son históricas, objetivas y por ello inevitables: la explotación humana, la injusticia social, la ausencia de derechos y libertades. El quid del asunto está en que los que en la sociedad ocupan lugares de privilegio piensan imponer “su” solución a los conflictos sociales, y las víctimas han sido y siguen siendo la mayoría que no tiene otra arma más que la lucha para defenderse y procurar un cambio en favor de las mayorías.
¿Cómo entender este conflicto tal cual? Según pertenezcamos a los grupos humanos que se benefician de la situación, o a los grupos que sufren las consecuencias; así todo el mundo se ubica en esta lucha, no importa que rótulo le colguemos. Los indiferentes se ubican su inconsciencia entre los factores que favorecen la permanencia de la injusticia.
Dentro del gran escenario social en los que se libra esta lucha, funciona la propaganda convertida en una forma degradada de la lucha ideológica, pues esta se libra con la inteligencia y la propaganda se libra con ideas petrificadas. Tratemos de hacer unos ejemplos con dos tipos de propaganda que prejuzga y choca con la realidad.
IV
1) Desde una orilla de la izquierda política ideológica se acostumbró tirar la siguiente propaganda acartonada:
“El imperialismo ataca a la revolución popular sandinista de Nicaragua, porque quiere arrebatarle la soberanía al país y la libertad a su pueblo”.
La realidad: a) la revolución sandinista ya no existe, fue traicionada; b) entre los Gobiernos de países solidarios con la lucha del pueblo nicaragüense está el de Estados Unidos, lógicamente, con su propia agenda; c) no corresponde a este pueblo sometido, con sus libertades y sus dirigentes secuestrados por la dictadura, ponerse a pedir certificado de buena conducta democrática a quienes con él se solidarizan; d) la soberanía que defienden los dictadores, es la suya para no ser estorbados en su continuismo ni sus proyectos dinásticos; e) la libertad del pueblo nicaragüense es el objetivo clave de su propia lucha.
Hallar argumentos acartonados es fácil, lo difícil es analizar la realidad cuando hay intereses de por medio. Y quienes desde el poder de sus países defienden a Ortega, ameritan ser cuestionados:
¿Puede llamarse solidaridad revolucionaria con el pueblo de Nicaragua, cuando esa solidaridad solo la depositan en favor de los dictadores? ¿Por qué esos revolucionarios ni siquiera mencionan en su propaganda la cantidad ni las cualidades de las personas que sus amigos dictadores mantienen en sus prisiones? ¿Con cuáles razones pueden justificar que se encarcele y se permita la muerte en prisión de quienes fueron destacados en la lucha contra la dictadura somocista?
¿Los otros condenados a más de diez años de cárcel por luchar contra la dictadura, merecen ser condenados por no ser “revolucionarios”? ¿Piensan acaso posible una democracia “socialista, cristiana y solidaria” bajo una permanente persecución política, constante represión, sin libertad de organización, de prensa, de opinión ni de movilización? ¿Existe alguna razón ética que justifique la persecución de obispos y sacerdotes por solo recoger las voces de quienes han sido silenciados por la fuerza bruta?
Para el gobierno de Cuba… ¿tiene más valor el voto de Ortega en la ONU condenando el bloqueo estadounidense que causa problemas a la vida del pueblo cubano, que la vida y las libertades de la mayoría del pueblo nicaragüense bajo la dictadura Ortega Murillo? La respuesta es que sí, y es lógica. El asunto ético está en que no deja de solidarizarse con los dictadores, mientras condenan la lucha del pueblo con el cuento de que detrás está en imperialismo.
Y al gobierno de Venezuela ni siquiera hay que preguntarle: le valen más los cuatro mil millones de dólares con que fortaleció el proyecto personal de Ortega, que la vida y los derechos democráticos robados a la mayoría de los nicaragüenses.
V
Por su actualidad, ahora en especial en América Latina, veamos el caso de Colombia, desde la propaganda de la derecha:
2) “La izquierda aprovecha las elecciones democráticas para destruir la democracia por dentro e imponer su dictadura”.
La realidad: a) se trasmite dura y sólida la idea de que la izquierda es una sola, actúa como bloque y por “naturaleza” no es democrática; b) reduce la democracia a las elecciones, las cuales no en todas partes son tan limpias ni tan democráticas; c) al capitalismo, o –para actualizar— al neoliberalismo lo han convertido en sinónimo de la democracia.
La candidatura de Gustavo Petro, en dos elecciones anteriores fue derrotada con el argumento de que con él la democracia estaría “en peligro”; en la tercera elección ganada por Petro, esa propaganda fue inútil, su mentira fue descubierta por la mayoría. Pero, como se trata de una situación ya prejuzgada por intereses invariables, piensan que las piedras ya están hechas y no se pueden desperdiciar. Hay que tirarlas y comenzaron a ser tiradas.
Ya venían siendo lanzadas por tirapiedras de segunda y tercera, pero fue lanzada un día después de la toma de posesión de Petro, por uno brillantes economistas-curanderos del capitalismo: “Colombia será otra Venezuela”.
Los prejuicios convertidos en piedras de propaganda, pues sin esperar ni un día de su gobierno; sin ningún análisis del proyecto político de Petro reflejado también en sus discursos de campaña y toma de posesión, de acuerdo a la realidad colombiana; sin recordar sus manifiestas discrepancias y críticas, en primer lugar, contra la dictadura Ortega Murillo; ni las razones por las cuales Maduro y Ortega, no fueron invitados.
Si en la propaganda Venezuela ya está juzgada como una dictadura, con el triunfo de Petro prejuzgan que este “hará” de Colombia una Venezuela. Entonces, veamos: ¿qué clase de democracia es la que “desaparecería” de Colombia?
¿La de los candidatos presidenciales liberales y de izquierda asesinados en plenas campañas electorales “democráticas”? ¿La que tiene no ha cambiado las injusticias sociales en Colombia después de dos siglos? ¿La de las desigualdades sociales, donde la riqueza nacional está en manos del 10% mientras el 70% de la población está desposeida hasta de lo vital? ¿La que protege a los geófagos y empresas extractivas extranjeras que destruyen el medioambiente? ¿La que por sus contradicciones político-sociales tiene 60 años de violencia armada, y cuando se firmaron los acuerdos de paz fueron saboteados desde del poder “democrático”? ¿La que ha hecho del tráfico de las drogas uno de los tantos negocios de gobernantes y políticos “democráticos”?
Todavía quedan preguntas, como estas: ¿la democracia colombiana es buena y “democrática” por la presencia en su territorio de siete o más bases militares estadounidenses? ¿La democracia que convirtió a Colombia en socia “honoraria” de la OTAN? ¿La de Iván Duque, que solo bajo cuyo mandato hubo más de 900 activistas sociales y más de 200 desmovilizados asesinados?
Con respecto a las críticas a Petro por restablecer relaciones diplomáticas con Venezuela y Nicaragua, cabe otra pregunta: ¿acaso es democrático que los pueblos sufran las consecuencias de las discordias políticas de sus gobiernos? ¿Quiénes aprovechan la división entre nuestros países, si no, un gobierno hegemónico mundial, y de los delincuentes nacionales y extranjeros?
La hipocresía es un factor para que, desde muy temprano, los “demócratas” comenzaran a vestirse de luto por esa democracia colombiana “en peligro”, porque Gustavo Petro ha triunfado, y sus lágrimas de cocodrilo las hacen correr a través de sus medios de comunicación.
El destino de sus lágrimas: la conciencia de millones de seres humanos bombardeada con propaganda especializada, y hasta de los medios que, espontáneamente, se suman por la fuerza de la costumbre al cortejo propagandístico mundial contra Petro.
La democracia como la revolución, cuando son falsificadas, devoran a demócratas e izquierdistas por igual, como lo veremos en estos pocos ejemplos...
Al margen de estas cuartillas
*La democracia estadounidense devoró, apenas en gestación, la democracia socialista chilena, y le recetó al pueblo 17 años de una dictadura criminal…
*La democracia derechista brasileña devoró la democracia de izquierda en desarrollo, con un golpe de Estado parlamentario contra Dilma Roussef…
*Esa misma democracia utilizó los mecanismos de su justicia, para encarcelar a Lula y evitarle volviera al poder por medio de elecciones democráticas…
*La democracia racista boliviana –con apoyo de la OEA— devoró en poco tiempo los derechos de las comunidades originarias con un golpe político-militar…
*La revolución traicionada de Nicaragua, devora a los que la hicieron posible, igual que a los opositores patriotas que tratan de rescatar sus derechos y libertades…
El mundo no está loco –como parece— solo está en lucha por el progreso humano entre la fuerza de los hechos y la fuerza de la costumbre. Estos son eufemismos, claro, pero de algo real.