11 de mayo 2024
Las dramáticas circunstancias que vive la nación desde hace seis años, han abierto la posibilidad de una reflexión profunda en torno al país que debemos construir y heredar a las generaciones del futuro, independientemente de las distintas posiciones políticas o ideológicas que los ciudadanos defendemos y adoptamos en el rico debate político que protagonizamos en los medios de comunicación.
Los que adversamos profundamente al régimen actual desde distintas aceras, tenemos la obligación de detenernos en este punto porque simplemente la nación nos lo demanda a todos, a la vista del sacrificio de nuestra juventud y de los ciudadanos que ofrendaron sus vidas en el contexto dramático del 2018. En esa dimensión, cada quién es dueño de su pasado y responde por eso. Pero de cara al futuro, hay que poner sobre la mesa las lecciones aprendidas y el modelo de vida nacional en el que todos tengamos un sitio.
Así, los nicaragüenses dentro y fuera del territorio deseamos un país en el que ningún partido político aun cuando resulte vencedor en una contienda electoral transparente, pueda imponer nuevamente su visión del mundo al resto de la sociedad, y mucho menos cuando acceda al poder en medio de un juego de dados cargados y resultados cuestionables.
Los nicaragüenses deseamos un país en el que la separación de poderes, a pesar de sus imperfecciones, opere realmente como un mecanismo de equilibrio y contrapeso para que los gobernantes no actúen como los dueños de nuestra vida, sino únicamente como los administradores responsables de la cosa pública.
Los nicaragüenses deseamos un país en el que los jueces puedan dictar sentencias de conformidad con la ley y su conciencia, y en el que los secretarios políticos del partido que sea, no puedan limpiarse los zapatos con la inteligencia, la integridad, y la capacidad de funcionarios judiciales a los que dicten desde sus despachos, las sentencias que satisfacen sus intereses y sus negocios
Los nicaragüenses deseamos un país, en el que la justicia no sea moneda de cambio de grandes magistrados, utilizada como prebenda política o como llave segura para el enriquecimiento personal a la sombra de los poderes de turno.
Sin pretender representaciones que no tenemos, parece lógico pensar que los ciudadanos de todos los colores y sabores, deseamos que en la Asamblea Nacional, los diputados no tengan que dejar hipotecado el cerebro, la ética, y la voluntad crítica en el ejercicio de su cargo, como precio efectivo para figurar en el listado electoral del partido político con el que se identifican.
Deseamos un país en el que los periodistas no paguen con su vida el ejercicio de su profesión, y en el que el ejercicio del periodismo se realice sin restricciones al derecho que tenemos de ser informados con la verdad, para que podamos formarnos nuestro propio juicio sobre los hechos que interesan al país y a la sociedad.
Deseamos un país en el que las universidades no sean ni coto de caza de un partido político que usurpa la autonomía en su propio interés, ni negocio lucrativo de quienes ven en la Educación Superior, una excelente oportunidad para enriquecerse personal y familiarmente.
Deseamos un país en el que la educación en general, contribuya a formar la conciencia crítica de los ciudadanos y no la obediencia sumisa e incondicional a los credos del poder y a la vanidad de quienes lo ejercen en el nombre de todos.
Deseamos un país en el que los grandes empresarios y banqueros, adquieran una noción responsable de su papel en la sociedad y no articulen con el poder de turno, un concubinato que les garantice el crecimiento obsceno de su riqueza a costa del empobrecimiento y la expoliación de grandes sectores sociales del país, e incluso de otros estamentos empresariales de menor dimensión y peso económico.
Los nicaragüenses queremos un país en el que las mujeres, las minorías étnicas, los militantes de la diversidad sexual y todos los estamentos que reclaman para ellos el ejercicio pleno de sus derechos sociales y constitucionales, no sean tratados como ciudadanos de segunda clase que no alcanzaron en la “restitución” selectiva de garantías legales y derechos.
Los ciudadanos deseamos una república en la que los hombres de uniforme, aprendan de una vez por todas que, si disparan contra el pueblo o arman a quienes lo van a hacer, serán juzgados por ese crimen, y no habrá gobernante alguno que les garantice la impunidad frente a la sangre de los asesinados
Y finalmente, los nicaragüenses deseamos un país en el que ninguna familia, independientemente de su apellido, se conceda a sí misma el derecho a la perpetuidad en el poder, como que si el Gobierno se tratara de un negocio particular testamentable, y no de un servicio público al que debe accederse por la voluntad popular.