23 de noviembre 2022
Hace tres décadas, cuando se movía el dial de cualquier aparato de radio en Cuba, resultaba muy poco probable no tropezarse, en varias emisoras, con la cálida voz de Pablo Milanés. Era el momento en que el fenómeno de la Nueva Trova estaba en su apogeo en la isla, y el cantautor protagonizaba conciertos, entrevistas, programas televisivos y hasta temas musicales de apoyo a un proceso político al que entregó no solo sus mejores acordes sino también su prestigio artístico. Poco después, algo se rompió para siempre en aquella relación y este 22 de noviembre, cuando el artista murió a los 79 años en Madrid, ya hacía mucho que se había convertido en un crítico abierto del régimen de La Habana.
El fallecimiento de Milanés cierra una etapa cultural en la isla, aunque todavía sigan en activo trovadores de su generación, al estilo de Silvio Rodríguez. Él pone el punto final a una época porque, a diferencia de este último, el autor de himnos como Yolanda o Yo no te pido, no solo había cautivado musicalmente a su público sino que también había logrado hacerse un hueco en el corazón de la audiencia. Su fama de hombre bueno, sin odios y solidario con los jóvenes talentos le ganó mucho aprecio dentro y fuera de la isla. A eso se sumaba su honestidad, una cualidad personal que lo hizo reconocer públicamente su distanciamiento del modelo ideológico que una vez había ayudado a ensalzar con sus canciones.
En julio de 2021, cuando miles de cubanos se lanzaron a las calles pidiendo un cambio de sistema y una apertura democrática, Milanés fue tajante en su apoyo a los ciudadanos y en su repudio al oficialismo. “Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo”, se lamentó en su cuenta de Facebook. El artista aprovechó para recordar que llevaba un buen tiempo denunciando “las injusticias y errores en la política y Gobierno” de Cuba. Aquellas palabras han sido repetidas y recordadas en las últimas horas, tras conocerse su muerte, como un digno epitafio al compositor de El breve espacio en que no estás.
El oficialismo cubano ha sido cauto hasta ahora en sus condolencias. Unos breves mensajes de despedida han salido de las cuentas de instituciones culturales y de algunos líderes partidistas, pero se nota el tono escueto y distante de estos obituarios. Milanés no es un muerto cómodo para un régimen acostumbrado a ensalzar solo a aquellos que lo aplauden con entusiasmo. El trovador se les había convertido en un ser difícil, algo que quedó claro durante su último concierto en La Habana en junio de este año. En aquella ocasión, las autoridades quisieron recluir al artista en una pequeña sala que iban a llenar de acólitos de la Plaza de la Revolución, pero la indignación de sus seguidores obligó a cambiar el guion y trasladar la presentación para la más amplia Ciudad Deportiva. Eso sí, el lugar estaba repleto de policías políticos para evitar que el público coreara “¡Libertad!” u otras consignas contestatarias.
Durante aquel espectáculo, muchos sintieron que, probablemente, estaban asistiendo a la última vez que Milanés cantaba en su país. Con la grandeza que lo caracterizaba, él no quiso ponerse sentimental o hacer hincapié en una posible despedida, pero su edad y su frágil salud levitaban sobre los miles de asistentes.
Las redes sociales se han llenado de mensajes de respeto y cariño por todo lo que entregó durante toda una vida a la gente. Junto a un legado musical impresionante, su principal testamento se resume en haber sido consecuente, una coherencia que espanta a la propaganda oficial pero que su público reconoce. Gracias por las canciones y por la sinceridad, querido Pablo.
*Este texto fue publicado originalmente por la página de América Latina de Deustche Welle.