Guillermo Rothschuh Villanueva
4 de agosto 2019
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En términos históricos el gran perdedor sin lugar a dudas sería el comandante Daniel Ortega. Solo obtendría una victoria pírrica. ¡Nada más!
La Fundación Violeta Barrios de Chamorro contabiliza 1080 casos de violación de la libertad de prensa en Nicaragua desde abril de 2018
Un nuevo señalamiento contra el gobierno hizo el director de La Prensa, Jaime Chamorro Cardenal. Si no cumplen con el mandato del Tribunal Aduanero y Tributario Administrativo (TATA), ordenando la entrega del papel, tinta, goma, repuestos para la laminadora de la rotativa y demás insumos, da como un hecho que el diario dejará de circular en su edición impresa. La decisión de la Dirección General de Aduanas (DGA), mantiene en vilo a la sociedad nicaragüense. Se trata del medio de comunicación más antiguo de Nicaragua. Los gobernantes han hecho caso omiso a los llamados reiterados formulados por organizaciones defensoras de la libertad de expresión a nivel mundial y continental. No han cedido ni un ápice.
El desencuentro entre el comandante Daniel Ortega y La Prensa es de vieja data. En la década de los ochenta del siglo recién pasado, fricciones y censuras fueron la respuesta a las críticas provenientes de La Prensa. Ambos actores tenían y tienen concepciones diferentes sobre cómo debe ejercerse el poder. La ruptura ocurrió en octubre de 1979. Durante la XXXV Conferencia Anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), hubo manifestaciones encontradas entre su director en aquel entonces, Xavier Chamorro Cardenal y demás dueños de La Prensa. La fisura jamás fue restañada. Más bien dio origen a la creación de El Nuevo Diario el 19 mayo de 1980. La confrontación arreció. De entonces a esta parte ninguno de los contendientes ha cedido terreno.
Mucho antes de la toma de posesión del comandante Ortega —diciembre de 2016— La Prensa adelantó lo que sería su comportamiento en torno a la libertad de expresión. No creyó que tendría ni el más mínimo respeto por las libertades civiles. Las heridas seguían abiertas. A partir de ese momento los campos quedaron deslindados. Sabedores de la importancia de contar con su propio dispositivo mediático, la familia presidencial dispuso ánimo y recursos para agrandar su presencia en la televisión, engrosar su número de radioemisoras y alinear a Telcor a sus intereses. Ningún gobernante había contado con tantas estaciones televisivas y radioemisoras para librar la batalla ideológica que se avecinaba. Apostó por obviar a los medios adversos.
Cuando se produjo la insurrección de abril de 2018 la polarización era un hecho contundente en el acontecer político nacional. El gobierno nunca fue partidario de transigir con los medios que mantenían políticas editoriales e informativas críticas de su gestión. Se adjudicó el pastel publicitario en su propio beneficio. Desde hacía diez años —noviembre de 2008— las agresiones físicas contra los periodistas eran una realidad. El empeoramiento de la situación socio-política condujo a La Prensa a intensificar sus cuestionamientos al régimen. Los gobernantes jamás intentaron reconducir su relación con medios y periodistas ajenos a su tutela. El número de agredidos creció, hubo periodistas heridos, muertos, encarcelados y exiliados.
Uno de las grandes equivocaciones de los gobernantes fue no aceptar que las relaciones prensa- gobernantes siempre serán tensas. La Prensa adoptó una posición abiertamente crítica. Asumió todos los riesgos a sabiendas que podría ser objeto de sanciones y represalias. Su existencia a lo largo de la historia nicaragüense ha sido tormentosa. Dramática. Llena de sinsabores. Por su enfrentamiento contra el somocismo a campo raso, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, afrontó todo tipo de vejámenes, censuras, cárcel, exilio y sucumbió ante las balas de matones a sueldo. Se erigió en símbolo emblemático para el periodismo nacional e internacional. Arriesgó y pagó con su vida la defensa inclaudicable que hacía de las libertades públicas.
Sin anunciantes suficientes debido a la crisis política y ante la indisposición de la DGA, La Prensa tomó una serie de medidas preventivas para sobrevivir y prolongar su agonía. No tenía otra alternativa. Igual determinación tomaron los dueños de El Nuevo Diario. El periódico Q’hubo fue el primero en desaparecer. No soportó la embestida. Se vio obligado a cerrar el 21 de diciembre de 2018. La posición irreductible de la DGA de no entregar los insumos a ambos medios, es una clara expresión que los gobernantes no están dispuestos a ceder un palmo. A sabiendas de las implicaciones de esta medida — constituye una forma de censura indirecta— no ha habido manera que entreguen los materiales que urge La Prensa para su circulación impresa.
Los ensayos de sobrevivencia comenzaron a implementarse desde mediados de mayo del año pasado. La primera medida puesta en marcha por La Prensa fue reducir el paginage. El 24 de mayo de 2018, pasó de 24 páginas a 16. Ante el empecinamiento de la DGA asumió nuevas medidas con el ánimo de mantener su circulación impresa. Por segunda vez redujo su paginage. Dejó de circular con 16 páginas para pasar a 12. En la tercera ocasión —que parece ser la definitiva para dejar de imprimirse, según anunció su director— el diario quedó reducido a 8 páginas. La disposición fue tomada hace unos meses, el 20 de mayo de 2019. Todo indica que no hay vuelta atrás. Los gobernantes no parecieran estar dispuestos a recapacitar sobre las consecuencias.
Las medidas para buscar salidas al estrangulamiento aduanero parecen insuficientes. La Prensa se verá obligada a cerrar un ciclo de su circulación nacional —con sus altos y bajos— no porque a los medios escritos les haya llegado la hora. Más bien se debería a una determinación gubernamental. Un acontecimiento histórico de carácter negativo en la hoja política del comandante Ortega. Supondría un baldón para la sociedad nicaragüense. Las futuras generaciones, así como los estudiosos de la historia y desarrollo de los medios de comunicación en Nicaragua, podrán decir que La Prensa fue estrangulada por la DGA, durante la presidencia del comandante Daniel Ortega. La Prensa es el decano de la prensa nacional. Tiene 93 años de existencia.
A través de su accidentada historia sociopolítica, La Prensa ha logrado subsistir pese a los reveses recibidos. Los cierres ordenados por distintos gobiernos no han sido capaces de terminar con su existencia. Desde el asesinato del general Sandino en1934, pasando por momentos culminantes de nuestra historia contemporánea, la censura ha sido una constante. En 1936 a raíz del golpe de Estado contra el presidente Juan B. Sacasa, fue censurada por Somoza García. En 1945 Somoza García ordenó su cierre total. Con los sucesos de abril de 1954, Somoza García la volvió a censurar. En 1956 Luis A. Somoza la censuró después que su padre fue baleado en León el 21 de septiembre. Cada vez que había crisis en Nicaragua, los Somoza la censuraban.
En mayo de 1959, el desembarco militar en Olama y los Mollejones, comandado por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, hizo que Luis A. Somoza la censurara. En enero de 1967 fue ocupada militarmente y saqueada, el presidente era Lorenzo Guerrero. El 27 de diciembre de 1974 los sandinistas se tomaron la casa de José María Castillo. El último representante de la dinastía, general Anastasio Somoza Debayle, decretó la censura inmediata. Las presiones internacionales incidieron en su reapertura en septiembre de 1977. La censura duró de 3 años y nueve meses. Igual destino tuvo en 1986. Ante la guerra de agresión impuesta por Estados Unidos, el presidente Daniel Ortega impuso la censura. El 1 de octubre de 1987 se decidió terminar con el bozal.
El desarrollo tecnológico ha obligado a los medios impresos a migrar hacia internet. Aun cuando no han encontrado el modelo de negocios que permita su supervivencia, los impresos buscan como reinventarse para poder subsistir. Ante la posibilidad que La Prensa no pudiese continuar en su edición impresa, una de las providencias tomadas con antelación por sus directivos ha sido cobrar por su lectoría en la web. Tratándose de una de las instituciones más antiguas del país, su defenestración no supondrá su desaparición definitiva. Los nicaragüenses podrán continuar informándose a través de su edición digital. En términos históricos el gran perdedor sin lugar a dudas sería el comandante Daniel Ortega. Solo obtendría una victoria pírrica. ¡Nada más!
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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