19 de febrero 2016
Vino el papa y se fue, suscitando el entusiasmo de muchos, los comentarios de quienes nos ocupamos de eso, y la atención de todos. Cada quien puede sacar sus conclusiones sobre el marcador. Van las mías.
Al gobierno le salió barato el asunto . Puede celebrar un gran éxito. Quien haya negociado los términos sustantivos de la visita de Francisco I por parte del equipo de EPN lo hizo muy bien. No recibió a los padres de Ayotzinapa, no mencionó el episodio, no se refirió a ningún otro caso específico de violaciones a derechos humanos, y no habló públicamente del tema como un problema en México ni de México. Chapeau Peña Nieto.
Tampoco se adentró en el tema de la corrupción. Hubiera sido imposible que mencionara casos emblemáticos, pero sí era factible que ubicara este flagelo y el de la impunidad en el contexto latinoamericano. Podía hablar de su país, Brasil, Chile, Guatemala, Honduras, Panamá y México como lugares donde quizás siempre haya estado presente el fenómeno, pero donde ahora las sociedades lo toleran menos. Podía no referirse a la corrupción en términos tan generales que le permitiera a la clase política desentenderse de sus proclamas: "Es terrible la corrupción en el mundo; ¡que bueno que no se refirió a nosotros!". De nuevo, un 10 para EPN.
Condenar la violencia para atribuirle toda al narco equivale a hacer caso omiso de la responsabilidad del Estado. Hubo una decisión de Estado de declarar la guerra; hubo participación de Estado, a través de fuerzas de seguridad carentes de la capacidad para librar esa guerra. Y hubo una corresponsabilidad de Estado —de los poderes Judicial y Legislativo federales, y de los estatales y municipales— por aceptar esa guerra. No se trata de que los jóvenes no se vuelvan sicarios, ni que los narcos dejen de ser malos. Se trata de un incremento bestial de la violencia desde 2008 comoresultado de una política de Estado, aunque los autores materiales de esa violencia sean narcos y sicarios.
Por último, Francisco I habló en Juárez del maltrato a migrantes, pero en abstracto. No citó las deportaciones de Obama o los muros de Trump ni las deportaciones de centroamericanos de EPN. Tal vez ignoraba que en 2015 México deportó a más centroamericanos que EU; y que casi deportamos a más migrantes en el sur, que los mexicanos que ellos deportan en el norte.
¿Era deseable y factible que hablara de todo esto? En mi opinión, lo primero sí, lo segundo por supuesto que no. Los momentos emotivos de la visita —en los hospitales, la cárcel, las calles, las iglesias— son memorables. Los silencios, también. Un cardenal de renombre, Armand Jean du Plessis, mejor conocido como Richelieu, reinventó la razón de Estado en el siglo 17. San Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús poco menos de un siglo antes del encumbramiento del francés y de su idea. Pero nadie como los jesuitas la han entendido.
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