16 de febrero 2016
Con México atravesando un período particularmente crítico, de violencia, estancamiento económico y corrupción, la visita del Papa Francisco ha sido largamente esperada en el país. No le pidan al Papa la solución de todos los problemas, había advertido el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, durante los preparativos del viaje del Pontífice a América del Sur, el año pasado. Pero, en este caso, si Francisco no podrá aportar soluciones, ha decidido señalar, con su sola presencia en escenarios clave, los problemas.
Un desplazamiento que ha despertado especial atención es a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, en el extremo sur de México, escenario de grandes luchas políticas, como la de los zapatistas, en la que el obispo Samuel Ruiz tuvo una presencia preponderante hasta el día de su muerte, hace ya cinco años. El Papa visitará su tumba.
Si el lunes el Papa se desplazó hacia el sur del país, el miércoles, último día de la visita, iría a la frontera norte. De allí mismo partiría hacia Roma, sin volver a la capital.
Francisco, él mismo hijo de emigrantes italianos, “que conoce ese drama desde que ejercía como arzobispo de Buenos Aires, decidió concluir su visita con una misa final en Ciudad Juárez, ciudad fronteriza con Estados Unidos, sinónimo de violencia y feminicidios y estratégica para el tráfico de drogas”, destacó un comentario sobre la visita.
Como en la visita a Chiapas, el mensaje está en el solo hecho de la presencia del Papa en ese escenario cuidadosamente preparado. Algo que entendió muy bien el precandidato presidencial republicano Donald Trump, cuando afirmó: “No creo que entienda el peligro de una frontera abierta como la tenemos con México”. “Creo que México logró que el Papa lo hiciera porque quieren mantener la frontera como está”.
No quiero tapar nada
“Yo no quiero tapar nada”. Al contrario, “exhortarlos a la lucha de todos los días contra la corrupción, contra el tráfico, contra la guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado, contra la trata de personas”, dijo el Papa el domingo pasado, cuando comenzaba su visita a México.
Ahí recordó: Vengo del lejano sur latinoamericano, conozco la larga y dolorosa historia que han atravesado, no sin derramar sangre, no sin violencia e incomprensión. Pidió no minusvalorar el desafío que representa el narcotráfico, que hace metástasis en el cuerpo social y recordó el “desafío de nuestra época representado por las migraciones”, que llamó de “exilio mexicano”.
Reunido con los obispos en la catedral de ciudad de México, el Papa les pidió que fueran “obispos de mirada limpia, de alma transparente” y les pidió no dejarse seducir “por los acuerdos debajo de la mesa”.
Siempre tratadas con mucha reserva, las disputas dentro de la iglesia no son fáciles de seguir. Pero la revista “Proceso” publicó, en un artículo titulado “Norberto Rivera, marginado en la organización de la visita papal”, un comentario sobre el papel del cardenal, que es también arzobispo de México.
“El cardenal Norberto Rivera Carrera, que en opinión del investigador Elio Masferrer representa la ‘teología de la prosperidad’, quiso aprovechar la gira del Papa Francisco en beneficio propio y de sus amigos de las élites empresarial y política del país”, dice la revista.
El discurso del Papa a los obispos mexicanos alimentó el debate sobre las diferencias dentro del episcopado mexicano, razón por la cual –quizás– el Papa agregó, prudente, en su discurso: “Las fracturas se recompusieron siempre”.
Al día siguiente, Francisco se desplazó en helicóptero a Ecatepec, un municipio en la periferia de la capital azotado por la delincuencia, el crimen organizado y la pobreza.
En una misa a la que asistieron unas 300 mil personas, habló de una sociedad "donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos".
Antes de comenzar
Antes de comenzar su visita a México, Francisco se encontró, el viernes 12, en La Habana, con el patriarca de la Iglesia rusa ortodoxa, Kirill. Un encuentro que los expertos calificaron de histórico.
¿Qué elementos han cambiado en el actual escenario que han permitido llegar a una triangulación de “entendimientos” entre el Pontificado (en Roma) y el Patriarcado y el Kremlin (en Moscú)?, se preguntó Lenier González en la página cubana “Temas”.
Y respondió: “La desaparición del ‘socialismo real’ en el bloque del Este, particularmente en los territorios de la antigua Unión Soviética, trajo aparejada una reconstrucción acelerada de la presencia de la Iglesia Ortodoxa en los territorios del antiguo imperio ruso y en Ucrania. En su proyecto de construir una ‘civilización cristiana’ postcomunista, el papa Juan Pablo II esbozó la idea de una Europa ‘cristiana’ que debía respirar por dos pulmones: el cristianismo católico-romano y el cristianismo oriental ortodoxo”.
Pero su origen polaco y su papel en la caída del socialismo en Europa del este no facilitaron el encuentro.
Desde entonces, el escenario internacional ha cambiado mucho. Según González, “el camino que ha conducido a Kirill y a Francisco hasta La Habana ha sido el resultado de una conjunción de varios elementos cruciales”. Luego cita seis, entre ellos una “voluntad ecuménica” de ambas iglesias, pero también una serie de coincidencias políticas especialmente relacionadas con la situación en Medio Oriente, donde la política rusa ha asumido particular relevancia.
Sobre el encuentro comentó también Fidel Castro en una breve nota, donde recuerda que “miles de armas nucleares penden sobre las cabezas de la humanidad. Impedir la más brutal de las guerras que puede desatarse, ha sido sin duda el objetivo fundamental del esfuerzo de los líderes religiosos de las iglesias dirigidas por hombres como el Papa Francisco, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y Su Santidad Kirill, Patriarca de Moscú y de Toda Rusia”.
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