14 de junio 2016
¿Será esta nueva oleada anti constitucional del orteguismo la gota que derramará el vaso? La respuesta movilizadora que la oposición promete, ¿no será como en anteriores ocasiones, una llamarada de tuzas? ¿Encontrará ahora la oposición la respuesta adecuada al orteguismo, o seguirá marginando los métodos de lucha en las calles para evitar el protagonismo popular? ¿Esta vez la oposición confiará más en las fuerzas populares, que en el resultado de sus miradas hacia el exterior?
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Para dar respuestas acertadas, hace falta una sincera autocrítica. La violación de las garantías electorales que ahora conmueve al país, no se hubiese producido tan fácilmente, o no se hubieses producido de ninguna forma, si se le hubiese hecho frente con disposición de lucha suficiente a cada una de las agresiones iniciales del orteguismo contra los derechos constitucionales. Hoy, la oposición estuviera mejor preparada frente a los abusos del orteguismo si hubiera reaccionado al mismo ritmo con que el orteguismo vino violando la institucionalidad del país.
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Lo que queremos decir, es que la reacción ante los abusos del poder que mueven y conmueven en períodos electorales, hubiese sido más útil demostrarla siempre y en cualquier momento de esos esos días que nos parecen “normales”, solo porque no hay elecciones a la vista. O sea, que no se ha reaccionado con suficiente vigor y decisión cuando se han gestado y durante se han consolidado las condiciones políticas no electorales, y que han degenerado en los abusos que ahora se lamentan.
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Ha habido un error de apreciación que, en cierto modo, ha adormecido toda acción y por eso se reacciona de manera extemporánea, error que debemos corregir: el orteguismo no es este abusivo poder que hoy quiere hacer otro fraude a escondidas del mundo; el orteguismo tampoco es un neo poder abusador de su control sobre los poderes de Estado para despojar de sus derechos electorales a los partidos de oposición; el orteguismo de hoy es la suma de sus propias violaciones de siempre contra el orden constitucional. Y como tal debemos combatirlo también, sin esperar los períodos electorales.
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Este orteguismo de hoy, nació, creció y echo sus tentáculos sobre todo el Estado desde cuando se apropió de los bienes públicos y del Frente Sandinista, y fuimos vehementes en nuestro discurso crítico, pero no en la acción; este orteguismo que actúa hoy con Nicaragua como si fuera su finca privada, se consolidó cuando pactó con otro político sinvergüenza para repartirse por partes iguales el Estado, y eso lo condenamos, pero como una simple anormalidad política. El orteguismo, igual que el de ahora, siempre fue el violador de la institucionalidad; abortó el Artículo 147 de la Constitución, y no se reaccionó conforme la gravedad que eso representaba.
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Detrás de esa ruptura de la constitucionalidad para reelegirse, sin embargo, tranquilamente fuimos en el 2011, a unas elecciones pre condicionadas para ser robadas, y tras ser robadas, hubo un reacomodo después de unas simples críticas. Hubo conformidad con las diputaciones que Ortega quiso dar; no se ofreció al pueblo más alternativa que el discurso –por cierto, no siempre coherente—, pero lo suficientemente acomodaticio a las situaciones anormales, se fue a la municipales del 2012 y siguió otro fraude, convirtiéndose todo en una normalidad adormecedora.
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El orteguismo traicionó la soberanía nacional con el tratado canalero Ortega-Wang Jing, en mayor dimensión que la había traicionado la oligarquía conservadora con el Chamorro-Bryan en 1914 ante los gringos, y solo reaccionamos discursivamente; la oposición se conformó con ver la firma de sus dirigentes en el documento que denunció la traición. Los campesinos tomaron la bandera, y apenas unos cuantos políticos les acompañan en sus valientes movilizaciones contra el canal. No es que se les debe robar la iniciativa a los campesinos, sino hacer la parte que a todos nos corresponde en las ciudades.
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¡Ah!, pero en cuanto Rosario Murillo comenzó a hablar de otra mascarada electoral con el candidato vitalicio al frente para el entonces lejano 2016, desde las elecciones municipales del 2012, se comenzó a chismear: que “a lo mejor es ella la que será la candidata”, porque “ella manda más que Daniel”, y una sarta de especulaciones de pura diversión. Simultánea con esas idioteces opositoras, Ortega comenzó a consolidar su alianza con la gran burguesía, la que trocó institucionalidad por “la oportunidad para los buenos negocios”.
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Ante esa situación, solo se alcanzó un nivel de crítica timorata en los medios de comunicación, como para no romper el hábito, pero sin querer rozar ni con el pétalo de una rosa a los exponentes del gran capital aliados con Ortega, como Carlos Pellas, el líder de facto del Cosep. Y, de nuevo, las miradas hacia la OEA y hacia la embajada de Washington en Managua, en busca de amparo ante las arbitrariedades de Ortega. Hubo tibias demanda de cambios en el instrumento orteguista llamado CSE, que no es consejo, no es supremo ni es electoral, sino un aparato burocrático sin autoridad ni siquiera delegada, pues Ortega lo suplantó con su “Sala Constitucional” para agredir al PLI.
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Todo lo hecho hasta ahora por el orteguismo para quedarse con el poder de manera indefinida, ha sido utilizando, denigrando y avergonzando a la izquierda con su discurso oportunista de ribetes ideológicos de derecha, cuando su derechismo no lo expone francamente en su práctica. Miremos solo dos casos: Ortega, junto a la iglesia y demás fuerzas de la oposición, condenaron el aborto terapéutico; y como el señor feudal que es, Ortega tiene su confesor privado en el Cardenal Obando, quien le bendice su política y comparte ritos religiosos e ideología con él, muy agradecido por haberle nombrado “prócer de la patria”.
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Todo eso, tiene su acta y fecha de nacimiento (y de envejecimiento), pero la oposición nunca ha parecido estar enterada de ello; más bien se ha confabulado con el orteguismo, como en el caso del aborto terapéutico. Y ahora está clamando justicia hacia el cielo extranjero, y está en su derecho clamar hacia donde quiera. Sería utópico demandar de la oposición un cambio de concepciones respecto a las luchas políticas, la vinculación única de su lucha con los intereses populares y pedirle que guarde distancia con la política exterior norteamericana.
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Es su naturaleza, y por eso comparte la hostilidad gringa hacia los cambios sociales en países independientes de su influencia en Latinoamérica, donde impulsa su ofensiva en favor del neoliberalismo. Clama por la ayuda OEA-Gringa, confundiendo la crisis revolucionaria de los 70, cuando hasta el Cosep estaba contra Somoza, con la situación de hoy que ni siquiera ha llegado a crisis política total. Además, los aliados por los cuales la OEA-Gringa se preocupó, hoy militan en Amcham y el Cosep, están bien con Ortega, y su sistema neoliberal no corre ningún en peligro, pues solo cambió el discurso.
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Y algo fundamental: aquí, los Estados Unidos, no tienen petróleo que rescatar. En aquel tiempo, Jimmy Carter enarbolaba los derechos humanos en su política exterior, y por eso la OEA actuó conforme a ello; pero apenas llegó Reagan al gobierno (al poder solo llega el complejo industrial-militar y las transnacionales) Estados Unidos no vaciló en emplear la intervención armada con su ejército subsidiado de la contrarrevolución. ¿Por qué? ¿Acaso solo porque Reagan era reaccionario? No: porque se trataba de salvar al sistema, y restituir en el poder a los representantes políticos de la clase social que ahora es aliada de Ortega.
Curiosidades:
- A esta hora, la única tarea del orteguismo, es acelerar la estructuración del partido PLI-zancudo, porque si no, el señor Berríos… se quedaría solo con sus berridos.
- En toda noticia sobre Venezuela, siempre se menciona –con mal disimulada alegría— el bajo precio del petróleo como factor de su crisis; lo que nunca dicen, es que, por el factor petróleo Estados Unidos se la está cobrando caro a Venezuela.
- El sugerido diálogo en Venezuela, es para la derecha como haber visto al diablo; porque en plática seria, y con testigos, no alcanzarían el poder deseado. Con diálogo, tampoco el Mago Almagro podría sacar de la chistera gringa… ni siquiera un sapo.
Cronología imperial (*)
1959.- 1) En octubre aviones norteamericanos sobrevolaron La Habana, arrojando propaganda hostil a la revolución. El día 26 de este mes, durante la concentración de un millón de personas, Fidel denunció las incursiones aéreas y de otra índole.
2) “El objeto de todo esto –dijo Fidel— es llevar el miedo a nuestra nación. Están tratando de amenazarnos con el estrangulamiento económico a través de la cuota de azúcar, por una parte, y por la otra, están sometiéndonos al terror para que esta nación renuncie a la revolución y a sus aspiraciones”. Y hoy, 67 años después, no han logrado ninguna de las dos cosas.
(Continuará)
(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.