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Estrategia coherente sobre el cambio climático

En el cambio climático global, el nacionalismo de los países más contaminantes cumple una función alienante, que se debe combatir políticamente

Un visitante, en la cumbre sobre el cambio climático COP21 celebrada en Le Bourget al norte de París, Francia. EFE/Etienne Laurent.

Fernando Bárcenas

11 de octubre 2017

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En la cumbre de París sobre el cambio climático, del 12 de diciembre de 2015, Nicaragua asumió una posición bizarra, extremista, en un acuerdo estratégico de alcance mundial respecto a las políticas a tomar para frenar el calentamiento global, observado meticulosamente con gran preocupación por distintas disciplinas científicas, porque la actividad humana y sus niveles de consumo constituyen a mediano plazo un riesgo irreversible muy serio para la sobrevivencia humana en el planeta.

cambio climático

Un visitante, en la cumbre sobre el cambio climático COP21 celebrada en Le Bourget al norte de París, Francia. EFE/Etienne Laurent.

La principal meta del Acuerdo de París, en la cumbre 21, fue contener el calentamiento global, por lo que habría que mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los dos grados centígrados respecto a la era preindustrial, del 1850 hacia atrás. Cada país –concluyó el acuerdo- establecerá sus límites de emisiones de forma voluntaria, pero, se compromete a informar sobre sus emisiones y sobre sus esfuerzos para reducirlas.

Extremismo subjetivo

De ciento noventaisiete países, sólo dos, Nicaragua y Siria, se negaron a firmar el acuerdo. Aparentemente, en el caso de Nicaragua, porque Ortega considera que los acuerdos debieron ser más exigentes con los países más contaminantes.


Parece una buena razón. Pero, en política no basta esgrimir buenas razones para saltar como iluminado, descartando el proceso político de maduración combativa de la conciencia de masas. La política es la lucha de intereses sociales contrapuestos, en un proceso donde las buenas razones científicas se encriptan en las ideologías que justifican la dominación, los privilegios, la desigualdad...

En el cambio climático global, el nacionalismo de los países más contaminantes cumple una función alienante, que se debe combatir políticamente, en el seno de las masas, no ignorarle desde una posición extremista por lo que subjetivamente se considera una buena razón.

El juego de las partes del extremismo subjetivo

El absolutismo le juega una mala pasada a Ortega en París, ya que la capacidad de imponerse impunemente en el país, le deja en ridículo cuando, sin poseer los controles burocráticos necesarios a nivel planetario, pretende imponer en un foro mundial una insolencia totalitaria similar.

Su explicación literal a ese acto político pueril, ha sido que estos compromisos voluntarios no funcionan. Pero, en Nicaragua tampoco funciona el respeto al medio ambiente. En los últimos once años de gobierno orteguista, se ha perdido el 21 % de los bosques, que equivale a 6.4 % del área del país. Se ha destruido 12 % de la reserva biológica de Bosawás, lo que representa el 2 % de la superficie de Nicaragua.

Antecedentes de extremismo burocrático infantil

En la reunión del SICA en San José, el 3 de mayo de 2013, Obama sugirió que con fondos del BID por el orden de dos mil millones de dólares se construiría en 2020 un gasoducto que desde México cruzara Centroamérica, para reducir por medio del gas natural el costo de generación de energía eléctrica. El costo de la energía eléctrica en la región –señaló Obama- es tres veces más caro que en Estados Unidos, lo que constituye un elemento estratégico adverso que afecta la competitividad de las industrias del istmo.

Ortega pidió la palabra después de Obama, y dijo que Nicaragua no estaba interesada en el gasoducto, ya que el país apuntaba a las fuentes renovables, y el gas –expresó triunfal- es contaminante. El análisis de costos y la competitividad industrial del país a Ortega le tiene sin cuidado, porque carece de pensamiento estratégico.

Pero, Ortega aprueba la instalación de 140 MW de plantas a bunker

No obstante, en septiembre de 2014, el MEM le otorga licencia de generación de electricidad a Albanisa para la instalación de 140 MW de motores de media velocidad, que usan bunker como fuente energética primaria. Y el bunker –cualquiera lo sabe- es 42 % más contaminante que el gas natural. ¿Será que Ortega cambió de idea?

Pues no cambió de idea. En abril de 2015, durante la VII Cumbre de las Américas, en Panamá, Ortega insistió una vez más en lo que él llamó la preocupación de Nicaragua por el plan de construir un gasoducto en Centroamérica. El gas no es renovable, dijo Ortega en esa ocasión. Es un producto contaminante, viene a chocar con la cultura en favor del medio ambiente, concluyó Ortega.

Pero, según Ortega, la contaminación de los 140 MW de las plantas de bunker, no le preocupa a Nicaragua, aunque choque más violentamente con la cultura en favor del medio ambiente.

Para colmo, en el plan indicativo de expansión de la generación, del 2016 al 2030, elaborado por el MEM en 2015, se incluye una planta de generación eléctrica de 300 MW de… gas natural que, según el plan, se instalaría en 2019.

Estrategia medio ambiental como parte de la estrategia nacional

Resulta que la actividad humana, en cuanto población, tecnología y consumo, afecta actualmente la supervivencia en el planeta. La humanidad consume recursos equivalentes a 1.7 planetas. O sea, la huella ecológica media del mundo es de 2.7 hectáreas globales per cápita (hgpc) y la reserva ecológica es de -0.6 hgpc, en déficit ecológico.

Nicaragua, bajo este análisis, tiene una huella ecológica de 2 hgpc y una reserva ecológica positiva de 1.2 hgpc. Desgraciadamente, en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ocupa el puesto 124 en el mundo. Una estrategia correcta debería proponer un incremento del IDH en 20 %. O sea, pasar de 0.645 a 0.775, en un plazo de diez años. Utilizando, para tal fin, las 1.2 hectáreas globales per cápita de nuestra reserva de recursos (sin incrementar un ápice el déficit ecológico mundial).

Nicaragua emite el 0,03% de las emisiones globales, y tiene el 0.1 % de la población mundial. En consecuencia, emite 33 veces menos emisiones que el promedio mundial. Sin embargo, ocupa el cuarto lugar en el índice de Riesgo por el Clima Global, como país vulnerable ante desastres naturales. Los países contaminantes deben aportar fondos al país para adaptar la producción agropecuaria nacional al cambio de la vocación de suelos por el cambio climático.

Nicaragua demanda apenas el 8.2 % del consumo total de electricidad de Centroamérica, casi tres veces menos que Costa Rica. Y tiene el 9.3 % del parque vehicular de Centroamérica, casi la mitad del que tiene Costa Rica. Con un área forestal similar a la de nuestra vecina del sur.

En consecuencia, con la mejor relación entre capacidad de fijar carbono y el bajo volumen de emisiones contaminantes en Centroamérica, una estrategia local correcta debe mejorar con urgencia las condiciones de vida y de trabajo de la población, para enfrentar el elevado índice de riesgo por el cambio climático. Contrario a las políticas erráticas de Ortega, se debe utilizar carbón y gas natural para la generación de electricidad, si con tales fuentes energéticas primarias se reduce de manera estable el costo final de la electricidad en 40 %, incrementando la competitividad del país.

La desigualdad económica mundial está vinculada a la excesiva contaminación

El grupo de científicos sobre cambio climático de las Naciones Unidas (IPCC) estimó que, si a nivel global no se disminuyen las emisiones contaminantes en 70 % para 2050, hay sólo un 5% de posibilidades, únicamente con base a los acuerdos de Paris, que la temperatura sea inferior a 2°C para 2100.

Los acuerdos de Paris de 2015, son sólo un primer paso adelante de una contradicción en desarrollo entre países pobres y ricos, porque de perdurar esa desigualdad en el uso de las hectáreas globales, se hace insostenible la sobrevivencia de la humanidad. Los países en desarrollo justamente reclaman el derecho a seguir quemando petróleo y carbón hasta que terminen con la pobreza. En el Marco de las Naciones Unidas, se requiere una presión sostenida para constreñir a los diez países que emiten el 72 % de las emisiones globales, y que controlan 76 % de los ingresos brutos del mundo, a frenar la huella ecológica de sus patrones de consumo, y a sufragar los costos del desarrollo en el resto del mundo.

La vacilación errática de Ortega

El 19 de septiembre de 2017, en una reunión con funcionarios del Banco Mundial Ortega anunció: “Tenemos ya programada la firma del Acuerdo de París”. Dos días después, los órganos del oficialismo borraron esas declaraciones de Ortega. Esta vacilación errática revela en Ortega una falta de pensamiento estratégico coherente, que totalitariamente hace perder al país oportunidades irrecuperables.


El autor es ingeniero eléctrico.


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