7 de febrero 2021
Los Estados Unidos están inmersos en dos crisis: Una bastante conocida, la crisis de su democracia producto del autoritarismo y populismo de Trump; y la crisis de su poder global, que podría ser la más trascendente a largo plazo.
Una encuesta reciente del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, reveló que la mayoría de los europeos tienen serias dudas sobre la capacidad de Estados Unidos para volver a convertirse en líder mundial. El 60% de los encuestados en cada país, afirmaron que ya no se puede depender de los Estados Unidos para que los defienda. Seis de cada diez piensan que, en los próximos diez años China será más poderosa que Estados Unidos. Muchos perciben que Berlín, no Washington, es la capital a la cual recurrir en busca de liderazgo. En los países europeos, la mayoría desea mantener la neutralidad, en caso de un futuro conflicto entre China y Estados Unidos.
Al no involucrarse directamente en las crisis de Oriente Medio, Europa Oriental, África y otras regiones; Estados Unidos dejó un vacío, que ha sido llenado por otras potencias. China se ha convertido en un jugador muy importante en África. En el Oriente Medio, Rusia y Turquía, han tenido un papel preponderante. Pero sin lugar a dudas, los cambios más sorprendentes han sido con su aliado incondicional y más importante: Europa.
Obama aprobó el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), en parte para contrarrestar la influencia de China en la región. En Asia, cubría a Vietnam, Japón, Malasia, Singapur y Nueva Zelanda; en América a Estados Unidos, Canadá, México, Chile y Perú. Firmado en febrero de 2016, básicamente era un tratado de libre comercio, destinado a reducir las barreras comerciales, establecer un marco común de propiedad intelectual, derecho al trabajo y derecho ambiental. Cuando Trump asumió la Presidencia, Estados Unidos se retiró del TPP.
Por su parte, bajo el liderazgo chino y como alternativa al TPP, se conformó la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), integrada por los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN): Myamar, Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos y Vietnam y cinco estados de Asia y Oceanía: China, Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda y Australia. Esta asociación, se firmó en noviembre de 2020, abarca a más del 30% de la población mundial, el 30% del Producto Mundial Bruto (PIB) y, persigue empujar el centro de gravedad de la economía mundial hacia Asia. Es el mayor tratado de libre comercio del mundo y el bloque comercial más importante que se ha conformado, superando al establecido entre América del Norte y la Unión Europea.
En 2020, durante la campaña electoral estadounidense, en repetidas ocasiones, Joe Biden solicitó que los europeos buscaran una posición común referente a la política hacia China. Sin embargo, a finales de diciembre de ese año, la Unión Europea (UE) y China firmaron un acuerdo de Inversión. La negociación de este acuerdo llevaba siete años y aparentemente se aceleró, para no recibir presiones de la nueva Administración de Estados Unidos.
El Acuerdo mejorará el acceso de los inversionistas europeos al mercado chino, con garantías de competir en igualdad de condiciones con las empresas locales y firmas estatales que gozan de privilegios y ventajas. El monto actual de inversiones europeas en China, (excluido el Reino Unido) es de 150.000 millones de euros y el de los chinos en la UE de 113.000 millones de euros. China eliminará la condición que imponía, hasta ahora, sobre la obligación de formar una sociedad conjunta entre una empresa china y una empresa europea para poder invertir en el país.
Además, China se comprometió a avanzar hacia la implementación de las convenciones que ya ha firmado con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y a ratificar aquellas referentes al trabajo infantil y forzado. Sin embargo, el alcance de este acuerdo es limitado porque no aborda muchos desafíos pendientes, como por ejemplo los subsidios públicos a la industria. Por otro lado, minería, energía y cultura, seguirán vetados a los europeos. Aparentemente la UE no quieren poner todos los huevos en la misma canasta, después del deterioro que han sufrido sus relaciones económicas y políticas con Estados Unidos en los últimos cuatro años.
La mejor oportunidad que tiene la actual administración Biden, es la negociación de la Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) entre Estados Unidos y la UE. Conjuntamente representan el 60% del PIB mundial, el 33% del comercio de bienes y el 42% del comercio de servicios. Un área de libre comercio entre las partes, representaría potencialmente el mayor acuerdo de libre comercio de la historia.
Los defensores del TTIP, argumentan que el acuerdo sería beneficioso para el crecimiento económico de las naciones que lo integrarían, fomentarían la libertad económica y la creación de empleos. Sus críticos, por otro lado, afirman que le dará más poder a las grandes compañías y desregulación de los mercados, debilitando los niveles de protección social y medioambiental de forma drástica. Así, se limitaría la capacidad de los gobiernos, para legislar en beneficio de la ciudadanía, así como el poder de los trabajadores en favor del empresariado. Sus mayores críticos lo califican de una pesadilla para la democracia. Seguramente tomará años ponerse de acuerdo y firmarlo. La democracia europea difiere mucho de la democracia estadounidense.