12 de abril 2020
Frente a una crisis, cualquiera sea esta, ahora de civilización y sanitaria, están los que deciden ignorarla con razones de todo tipo. Religiosas, simple ignorancia, alienación ideológica, cálculo, interés y muchas otras. Desde Luis XVI que ignoró la revolución que se le venía encima pasando por Trump, Bolsonaro y otros tantos alrededor del mundo que decidieron ignorar la realidad que ahora les estalló en la cara. ¿Acaso en Francia no estaban los servicios de urgencia en huelga desde hacía meses cuando surgió la pandemia? Los responsables políticos estaban en otro lado, pensando en cómo rentabilizar el modelo neoliberal a costa de la sociedad. La emergencia sanitaria, con aspectos desconocidos hasta ahora, ha puesto de cabeza a las distintas disciplinas médicas y tecnológicas a buscar soluciones, desde la vacuna al respirador artesanal. Fabricas que se reciclan en la elaboración de mascarillas, científicos locales que buscan medicamentos y test de prueba, locales y de bajo costo. Construcción de respiradores y otros insumos.
Algo se evidencia, los países cualquiera sea su condición tienen recursos humanos y tecnológicos para ensayar y aprender, algunos más otros menos, pero existen. Y se puede colaborar e intercambiar. Quien diría que Costa Rica ya creó su modelo de respirador y comenzará a fabricarlo, Argentina está en la investigación de antídotos, test y respiradores. Ahora parece más importante tener médicos, la línea de producción sanitaria y laboratorios que la bomba atómica.
También se evidencia que políticas proactivas, estados nacionales consistentes con ellas e identificación de sectores estratégicos son indispensables, el mercado no sabe hacer nada de eso. Toda una nueva institucionalidad publica, con una orientación orientada a la sostenibilidad, la resiliencia y las prioridades sociales podrían surgir. Eso por arriba.
Por abajo también se ha despertado la iniciativa, las redes solidarias en la distribución o en la producción de insumos básicos. Las comunas, los niveles intermedios, las organizaciones sociales no solo mantienen su vocación, se han empoderado mucho más, ejercen presión y exigen representatividad. Se han invitado, en algunos casos, por la fuerza en las decisiones. ¿Podrán los sistemas de salud mejorar sin los médicos, los especialistas, las organizaciones sociales? ¿Cómo pasar de sistemas de salud basados en clientes y una relación médico paciente, cliente individualizado, a enfoques más comunitarios, igualitarios y preventivos, por ejemplo?
Las exigencias de transparencia y control del poder, que es en definitiva lo que debe ser, se han incrementado en la enorme brecha que se ha creado entre las instituciones y la sociedad. En algunos casos, la acción de los niveles locales se ha convertido casi en un gobierno paralelo o de reducción de la discrecionalidad del poder central.
Tal vez también aquí un nuevo panorama social y político surja, tal vez la política en su buen sentido: la discusión de los asuntos públicos, escape a la captura del lucro y el interés minoritario. ¡Que no se podría hacer con altos niveles de colaboración y participación social! La emergencia sanitaria en alguna medida contiene esta presión desde abajo, en muchos países. Ayuda el temor, el confinamiento y la discrecionalidad. No sabemos cuándo se abrirá nuevamente el espacio para la acción y la expresión colectiva y en qué estado quedarán las sociedades. En el horizonte, sin embargo, se perciben señales de que las nuevas prácticas y experiencias aunque sean embrionarias tienen potencial de crecimiento. La crisis es también un laboratorio social, se ensaya y se aprende. Lo que demoraba años en abrirse paso contra el prejuicio, el conservadurismo o simplemente la anomia puede acelerarse. Los defensores del modelo neoliberal y la globalización desregulada tendrán que ceder si quieren conservar algo o puede que deban enfrentarse con un fuerte renovación de las tendencias colectivistas y sociales, son tendencias cierto, unas más fuertes que otras pero existen.
En Europa la reconstrucción luego de la segunda guerra mundial, allí donde avanzó más en lo social, se hizo con las burguesías desprestigiadas marginadas, estado fuerte y sindicatos. En parte el New Deal de los años 30 también incursionó en esto. El estado social o providencia, la palabra lo dice todo, reemplazó a Dios y al mercado, para impulsar la salida de la crisis, pero había margen. Las condiciones materiales actuales son mucho más restrictivas, naturaleza agotada, cambio climático, mercados oligopólicos, países expuestos a mecanismos globales que hasta ahora no se quieren controlar etc.
Una nueva institucionalidad no podrá emerger si las nuevas prácticas, las nuevas percepciones no se conectan y ejercen presión. En Chile, país donde el estallido social dio la vuelta al mundo, hay una tensa espera. Las elites multiplican las voces para decir que la emergencia no cuestiona el modelo. En otras partes, surgen voces para señalar la necesidad del cambio. En otros solo hay movimiento interrumpidos, siguen latentes, Francia por ejemplo. Otros como Estados Unidos o Brasil parecen en estado de disgregación.
Puede que la crisis también vomite basura, sabemos que cuando baja el agua esta queda arriba y cuando sube flota. Habrá que salir de los caminos tradicionales, ensayar, explorar y movilizar los recursos sociales disponibles. Lo que sí está claro es que las fronteras de la conciencia se han movido considerablemente.