8 de octubre 2020
Muy pronto habrá elecciones en Bolivia y se acerca la posibilidad de una normalización democrática en ese país suramericano. Por mucho que el gobierno de Jeanine Áñez intentó presentarse como resultado de la voluntad popular y extralimitó sus funciones, por medio de decretos que intentaron revertir algunas políticas de Estado de Evo Morales y el MAS, la realidad fue que su carácter provisional nunca desapareció del horizonte político boliviano.
Áñez no debió ser candidata presidencial, pero su renuncia a la contienda ha reforzado las opciones de la derecha boliviana, dividida ahora entre las candidaturas de Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho. Si Luis Arce, el ex ministro de Economía y Finanzas Públicas de Morales, no logra ganar en primera vuelta, iría al balotaje frente a Mesa, quien podría capitalizar más votos de la oposición.
Una segunda vuelta entre Arce y Mesa permitiría recuperar legitimidad y ganar en civilidad política. Los dos contendientes son políticos profesionales, que gravitan hacia el centro de sus respectivas formaciones. Mesa ya fue presidente del país y Arce ha formado parte del gabinete de gobierno desde la llegada de Morales al poder. La lucha será intensa, pero en un clima de mayor respeto tras la salida de actores extremistas como Áñez, Camacho o el propio Morales.
Luis Arce proviene de una de las esferas de gobierno (hacienda, economía y finanzas) con mejor desempeño en las varias administraciones de Morales. Los organismos internacionales siempre evaluaron positivamente el proyecto del MAS y lo utilizaron como contraejemplo de otras políticas económicas de la izquierda latinoamericana, como la madurista en Venezuela.
Si gana Arce en primera vuelta, lo más probable es que la política económica mantenga esa continuidad y que la recuperación de programas sociales no se de acompañada de ajustes como los que comienzan a practicarse en la coyuntura postpandemia. Arce podría regresar a una identidad de izquierda poniendo fin a todos los desplazamientos ideológicos de Áñez en contra del estado plurinacional y a favor de una nueva entronización de las iglesias en la política boliviana.
Si no hay ganador y van a segunda vuelta, quien sea que triunfe se enfrentará a un escenario internacional menos favorable al activismo geopolítico tradicional de Morales. Tanto Arce como Mesa, aunque más claramente este último, buscarían no reorientar pronunciadamente las relaciones internacionales de Bolivia en medio de la situación incierta, cuando no catastrófica, de viejos aliados como Venezuela y Nicaragua.
Gane o no gane el MAS, Arce deberá enfrentarse al viejo reto de la institucionalización partidaria y gubernamental de la izquierda boliviana, entorpecida por el prolongado liderazgo de Evo Morales. En Bolivia se repite el mismo fenómeno que vemos en cualquier rincón de la izquierda latinoamericana: el líder desplazando al partido como eje de las lealtades.
*Este artículo fue publicado originalmente en La Razón de México, con el título: Bolivia: vuelta a la legitimidad