17 de febrero 2016
Nueva York.– Los mosquitos no conocen de fronteras; tampoco el miedo. Mientras los expertos en salud pública lidian con el virus zika, el pánico sigue propagándose por el mundo. Sin embargo, la crisis trajo a la luz dos verdades importantes.
La primera revelación es cuánto se han degradado los sistemas de salud pública en América Latina y en otras partes. Esto no sucedió por casualidad. En gran medida, es el resultado de la manera en que los prestadores a tasas preferentes, como el Fondo Monetario Internacional, presionaron a los países en desarrollo para que redujeran los gastos en el sector social, incluido el gasto en salud, a partir de 1980. En Brasil y otras partes, las autoridades estatales podrían haber implementado medidas bien conocidas y costo-efectivas para controlar las enfermedades generadas por la picadura de mosquitos, pero no lo hicieron. Sus ciudadanos más afectados, que tienen a ser pobres, se han visto obligados a convivir con las consecuencias.
Segundo, la epidemia de Zika ha revelado, con especial patetismo, otra amenaza terrible para la salud pública: la negación de los derechos reproductivos de las mujeres. Los gobiernos están eludiendo su responsabilidad también en este sentido, muchas veces de manera grotesca. El salto que se dio a conocer de los casos de microcefalia -un defecto de nacimiento- entre bebés en zonas afectadas por el Zika llevó a los gobiernos de Brasil, Colombia, Ecuador y El Salvador a advertirles a sus ciudadanas mujeres que "no se quedaran embarazadas".
Este mensaje, que deposita la culpa y la carga de la epidemia de Zika en las mujeres, es tan injusto como poco razonable. También es ineficaz, ya que muchas mujeres en la región no tienen acceso a la contracepción o a abortos seguros. La crisis del Zika ha resaltado una realidad obvia: no brindarles a las mujeres información y servicios de salud reproductiva pone sus vidas -y las de sus hijos- en un grave riesgo.
Las leyes de aborto de América Latina están entre las más restrictivas del mundo. El Salvador, por ejemplo, prohíbe el aborto en todas las circunstancias y ha encarcelado a mujeres que asistieron a salas de guardia después de abortos espontáneos, acusándolas de haber recurrido a abortos ilegales. La contracepción también puede ser costosa o de difícil acceso en toda la región, a pesar de las altas tasas de violación y embarazo adolescentes. El resultado, especialmente si se suma el virus del Zika, es una receta para la tragedia.
Brasil, el país latinoamericano más afectado por el virus hasta el momento, es emblemático del problema: el aborto es permitido sólo en casos de violación, peligro para la vida de la mujer o en el caso de anencefalia fetal (la falta de una parte importante del cerebro). En respuesta a la crisis del Zika, Brasil también debería permitir de inmediato el aborto en casos de sospecha de microcefalia.
Sin embargo, las restricciones más laxas no deberían para aquí. En los últimos años, los conservadores en el Congreso brasileño han intentado poner límites al aborto en casos de violación. Estos esfuerzos -que demuestran una total desconsideración por los derechos y la dignidad de las mujeres- deben terminar. Por el contrario, se debería expandir el derecho de las mujeres a querer practicarse un aborto -y rápido.
Los gobiernos también deben asegurar que los servicios sean accesibles y costeables. Las mujeres brasileñas adineradas pueden permitirse pagar a proveedores de atención médica privada para practicarse abortos seguros. Las mujeres pobres están obligadas a recurrir a proveedores mal entrenados y equipados que operan en condiciones insalubres, a veces como parte de redes criminales. En septiembre de 2014, dos mujeres murieron en Río de Janeiro después de haberse practicado abortos clandestinos. En la región en general, el 95% de los abortos no son seguros.
En América Latina y el Caribe, el 62% de las mujeres entre 15 y 49 años quieren evitar un embarazo. Pero casi una cuarta parte de esas mujeres no están utilizando un método de control de natalidad efectivo. El costo es sólo una barrera para las mujeres y las jovencitas pobres; otro es la falta de información. Hombres y mujeres necesitan una educación integral sobre sexualidad, a fin de estar informados sobre su salud reproductiva y las opciones de planificación familiar, y a la vez saber dónde pueden conseguir contraceptivos modernos. La evidencia reciente que sugiere que el Zika podría ser transmitido sexualmente suma una urgencia adicional para que los preservativos masculinos y femeninos y otros contraceptivos estén al alcance de todos.
El movimiento a favor de los derechos reproductivos tiene una larga historia en Brasil y otras partes de América Latina. En los últimos meses -inclusive antes del Zika- las feministas habían salido a las calles en protesta por la falta de acceso a abortos seguros y legales. La crisis del Zika puede marcar un punto de inflexión en la lucha por la salud y la igualdad de las mujeres. Es por cierto una llamada de atención para que los gobiernos en todas partes reconstruyan y fortalezcan los sistemas de salud pública, y garanticen que todas las mujeres y las jóvenes tengan acceso a contraceptivos y abortos seguros. Las mujeres y las jovencitas en todo el mundo conocen la alternativa -y es aterradora.
Françoise Girard es presidenta de la Coalición Internacional por la Salud de la Mujer.
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