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El viacrucis de la Coalición Nacional

Se debe aprovechar el impase para reorganizar las fuerzas de la verdadera oposición.

No podemos hablar de unidad sin poner sobre la mesa los intereses legítimos de las partes

Bonifacio Miranda Bengoechea

29 de julio 2020

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El discurso de Daniel Ortega, el pasado 19 de julio, pronunciado en el pequeño acto de celebración en la antigua Plaza de la Revolución, resumió la estrategia del FSLN para el periodo inmediato: maquillar las estadísticas reales de la pandemia mientras un proceso de selección natural liquida a la población más vulnerable, resistir y no doblegarse ante las sanciones contra el anillo de acero alrededor de la pareja dictatorial, y esperar pacientemente los resultados de la elección presidencial en Estados Unidos.

Se resquebraja el statu quo

La dictadura logró restablecer el control interno a un altísimo costo político. Fue una victoria pírrica. Cada vez es más evidente que la correlación de fuerzas que logró imponer a mediados del 2018, se resquebraja rápidamente por los efectos de la pandemia, tres años de recesión económica y el aumento del descontento popular.

En política no debemos confundir la esencia con la apariencia. La apariencia es que la dictadura está indemne, que todo está normal, que no ha pasado nada. En esencia no es así, la dictadura está jadeando y sangrando por los cuatro costados, pero logra sostenerse o alargar su agonía por la incidencia de dos factores que vale la pena sopesar.

Sanciones y la errática política de Trump

En el plano internacional, la crisis mundial acentuada por la pandemia ha obligado a la mayoría de los gobiernos a concentrarse en resolver los problemas domésticos. La violación de los derechos humanos en Nicaragua ya no tiene la prioridad de antes.


Antes de la pandemia, Trump había aceptado en los hechos que Ortega-Murillo terminaran su mandato presidencial, pero a cambio de hacer algunas reformas al régimen político que garantizara elecciones libres en 2021. El compás de espera fue hábilmente aprovechado por la dictadura para reafirmar su control interno, y abortar una salida negociada.

En un evidente giro, en los últimos meses, Trump ha intensificado las sanciones contra altos funcionarios de la dictadura Ortega-Murillo, con el claro objetivo de forzarla a una negociación con la oposición que permita la realización de elecciones libres y con vigilancia internacional. Diferentes declaraciones de voceros del Departamento de Estado de Estados Unidos así lo confirman.

Trump necesita con desesperación presentar algún “éxito” en su política internacional, en momentos en que su popularidad se ha desplomado por el pésimo manejo de la pandemia.  Requiere presentar un pequeño trofeo que le ayude a convencer a los votantes, precisa disminuir la ventaja que Joe Biden le lleva en las encuestas. Además, Trump necesita encubrir el fracaso de su política en Venezuela y Cuba, para recuperar a los enojados votantes hispanos. En las últimas comparecencias Trump no ha hablado sobre Nicaragua. De manera accidental, el tema de una posible solución de la crisis en Nicaragua se volvió un asunto importante dentro de la estrategia de Trump para lograr la reelección.

Aguantando la respiración

Este contexto internacional no pasa desapercibido para Daniel Ortega, quien optó por resistir las presiones y sanciones, esperando un cambio de administración en Estados Unidos. Por eso, en su discurso del 19 de Julio, ninguneó a la oposición. Tampoco atacó la política de Estados Unidos. Su estrategia es simple y clara: esperar el resultado de las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos.

Esta espera no necesariamente será pasiva. En cualquier momento puede iniciar algún pequeño proceso de reforma, en cámara lenta o cosmético, como la reciente resolución administrativa del Consejo Supremo Electoral (CSE), pero los resultados finales de cualquier reforma electoral, ante la falta de beligerancia de la oposición, parecen depender del resultado electoral en Estados Unidos.

Para Ortega no es lo mismo negociar con Biden que con Trump. Aunque existe una política bipartidista entre republicanos y demócratas en torno a Nicaragua, plasmada en la Ley Nica Act, existen matices particulares que diferencian a ambos partidos. Biden se ha mostrado más proclive a una renegociación de las relaciones con Cuba, lo que abarcaría inevitablemente a Venezuela y Nicaragua.

Entre el tres de noviembre de 2020 y el veinte de enero del 2021, pueden ocurrir muchas sorpresas y la oposición debe estar preparada, so pena de pecar sobre advertida.

Sin rumbo y a tientas

En el plano nacional, el factor que mas favorece a la dictadura es la debilidad y crisis de la oposición. Esta debilidad no es producto de la división, como muchos argumentan, sino de la ausencia de una estrategia clara que permita reagrupar y canalizar el enorme descontento popular existente.

Las últimas encuestas han revelado, por un lado, que la popularidad del FSLN se encuentra en el punto más bajo en su historia y, por el otro, que la pandemia y la crisis económica son los principales problemas que preocupan a la población. La oposición ha sido incapaz de elaborar una política que brinde una adecuada repuesta a estas preocupaciones, y que las vincule con la inevitable batalla electoral.

No basta publicar comunicados en las redes sociales. Se requiere iniciar la tenaz y sistemática labor de organizar a la población desde los barrios y comunidades, levantando las reivindicaciones populares. No existe ninguna propuesta ni orientación al respecto.

Conflictos inevitables

La creación de la Coalición Nacional (CN), lejos de promover la unidad y armonía entre sus miembros, ha desatado una intensa lucha interna por el control de esta organización, mucho antes de iniciarse la campaña electoral.

Cargando la pesada cruz de la unidad, la Coalición Nacional vive su propio viacrucis. La primera caída se generó antes de su proclamación, el pasado 25 de junio, y se superó a última hora con la aprobación de un artículo transitorio que todavía no se ha aplicado. La segunda caída tuvo su origen en los reclamos de la ACJD ante la negativa para discutir el contenido del artículo transitorio. Y una probable tercera caída será la cuantificación de la representación juvenil. Y probablemente haya muchas caídas más.

Mientras esto ocurre, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) se atrinchera dentro de la Coalición Nacional. Por si alguien tenía dudas, las últimas declaraciones de los dirigentes del PLC confirman que están utilizando el espacio de la Coalición Nacional como un trampolín para reagrupar a sus antiguas estructuras. Incluso, el PLC ha pasado a la ofensiva, llamando a la unidad de todas las corrientes liberales (ALN, PLI, APRE) en un solo partido. Esta maniobra pretende desplazar del juego a su eterno rival: el ahora Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL).

Y es que, aunque en la Coalición Nacional existen una mayoría de agrupaciones que no tienen personalidad jurídica, como la ACJD, UNAB, FDN y Movimiento Campesino (MC), a la hora de la campaña electoral el peso específico de los partidos políticos será determinante porque son los únicos que, bajo el actual sistema electoral, pueden presentar e inscribir candidatos.

 Crear nuevas opciones políticas

Esta realidad ha obligado a la UNAB a iniciar tardíamente un proceso de creación o fortalecimiento de estructuras territoriales, para poder posicionarse en el conflicto interno. De igual manera, la ACJD ratificó a sus autoridades y también reformó sus Estatutos “para incluir en las instancias directivas y de tomas de decisiones, a representantes de las estructuras territoriales de la Alianza Cívica. Dichos delegados ocuparán estos espacios a la brevedad una vez culminado el proceso de instalación de las Juntas Departamentales en todo el país”.

Estos movimientos nos indican que se avecina un inevitable conflicto entre las fuerzas emergentes y los viejos partidos zancudos. Mientras no se conformen con urgencia nuevas opciones electorales, cualquier alianza electoral dependerá del PLC o de cualquier otro partido. Se debe aprovechar el posible impasse para reorganizar las fuerzas de la verdadera oposición.

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Bonifacio Miranda Bengoechea

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