Logo de Confidencial Digital

PUBLICIDAD 1M

PUBLICIDAD 4D

PUBLICIDAD 5D

El poder y la infamia

¿Cabe acaso esperar el bien de una dictadura? Evidentemente no. De una dictadura solo cabe esperar infamias.

Archivo/Confidencial

Fernando Mires

1 de enero 2018

AA
Share

La gente que es brutal cuando se ensaña, la gente que es feliz cuando hace un mal (Tango “Infamia”, música y letra de Enrique Santos Discépolo)

1.

Ya ni siquiera asombran. La impunidad con que las neodictaduras del siglo XXl violan las reglas, no digamos de la democracia sino las de la política, se ha convertido en algo tan normal como leer que en Europa nieva y en América Latina hace calor. Sin embargo, uno de los imperativos del ser moral es no aceptar a la infamia como hecho cotidiano.

¿Cabe acaso esperar el bien de una dictadura? Evidentemente no. De una dictadura solo cabe esperar infamias. El problema es otro. De lo que se trata es que a diferencias de las dictaduras clásicas, las neo, las de nuestro tiempo, realizan su infamia de acuerdo a pautas que rigen en los sistemas constitucionales modernos. Vale decir, cometen doble infamia: atropellan los derechos más elementales y, además, lo hacen de acuerdo a la constitución y las leyes, pero de una constitución y de unas leyes hechas por ellos. De este modo no solamente dañan cuerpos y almas, como las dictaduras de antaño. Su claro propósito es que la ciudadanía sepa que no cuenta con ninguna protección. Ni institucional ni legal.


Si se nos pidiera caracterizar de modo somero a las neo-dictaduras del siglo XXl habría que decir que, mientras en las de antaño el poder carecía de legalidad, en las últimas, el poder se deduce de la legalidad, pero de una legalidad construida por ese mismo poder. En eso pensé mientras leía el comunicado del Tribunal Electoral de Rusia mediante el cual fue inhabilitada la candidatura de Alexis Navalny, único líder opositor a Putin (antes hubo otros, pero han sido asesinados)

2.

La inhabilitación de Navalny era la esperada. Al fin, son las reglas del poder dictatorial: cada vez que aparece un opositor con don de líder, ha de ser rápidamente inhabilitado, si no biológicamente, por lo menos, por vía administrativa. Así y todo llama la atención el texto del Tribunal Electoral. Desde el punto de vista formal es impecable. Cita leyes e incisos. ¿Una farsa?  No necesariamente. La farsa es el Tribunal Electoral, nombrado por el propio Putin. Pero el procedimiento no lo es.

¿Para qué tanta parafernalia legalista y leguleya? ¿Por qué las dictaduras de nuestro tiempo se obstinan en presentarse como guardianes de la Constitución?  El hecho no es en sí tan raro. Sabido es que los “capos” de organizaciones delictivas mantienen todos sus papeles en orden. Incluso pagan rigurosamente los impuestos. No faltan las que financian instituciones de beneficencia, las que fundan escuelas para niños discapacitados, y por cierto, las que donan grandes sumas a los “países del tercer mundo”. Mientras más horrendos los crímenes que ocultan, más impecable será la fachada legal.

Ahora, si se da el caso de que las mafias organizadas en partidos logran apoderarse del estado, puede suceder lo mismo, pero esta vez en el ámbito nacional. Las infamias aparecerán ocultas bajo el manto de la ley.

3.

El procedimiento empleado por Putin, a saber, seleccionar a los líderes de la oposición inhabilitando a sus adversarios más peligrosos, ha hecho escuela entre sus hijos predilectos. En su mayoría, ellos hablan español. Todos son re-eleccionistas, díganse de derecha como en Honduras, díganse de izquierdas como en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Todos intentan eliminar en nombre de la ley a sus adversarios, todos se sirven de las instituciones públicas para cometer fechorías, todas legitiman sus infamias detrás de parapetos constitucionales. Esa es la diferencia entre el comunismo soviético del pasado y el putinismo del presente. Mientras el primero era una forma de dominación sustentada en una ideología, el segundo es una forma de Estado y, por lo mismo, de gobierno.

El modelo Putin fue construido en Cuba antes de Putin. Allí el estado fue convertido por los Castro en un estado militar y la constitución democrática de 1940 sustituida por otra cuyo principio fundamental es todo el poder para el estado.

En Nicaragua el modelo Putin ha sido aplicado por Ortega y su familia con extrema rigurosidad. La oposición fue allí convertida en un ornamento destinado a asegurar el poder vitalicio de la dinastía orteguista.

En Bolivia el poder no ha renunciado al carisma mesiánico del caudillo indígena cuya postulación vitalicia nos es presentada como un mandato de la historia, aunque no de la gente que la hace pues el NO a la postulación fue y es mayoritario. El país andino cuenta, en efecto, con una oposición constitucional muy activa y ella dificultará el plan re-eleccionista. Puede ser que en una Bolivia aislada interna y externamente, el re-eleccionismo de Evo sea derrotado, como ya ocurrió en Ecuador.

Venezuela en cambio sigue siendo -a pesar de las victorias “militares” del general Padrino sobre jóvenes indefensos y de las victorias “electorales” logradas por Maduro en horrorosos fraudes- el eslabón más débil de la cadena putinista. Aunque muchos piensen que Venezuela ya es la nueva Cuba, hay razones que permiten opinar lo contrario.

4.

En Venezuela el poder chavista no surgió de ninguna revolución como en Cuba o Nicaragua. Y si alguna vez Chávez fue caudillo carismático como antes Castro, ese caudillismo, tan propio a los países rurales, ha sido sustituido por una secta civil-militar cuyas cabezas visibles son más gangsteriles que políticas. Y bien, ese grupete puede producir terror o miedo, pero jamás irradiará carisma.

Fue precisamente el carisma de la revolución cubana, apoyada desde el propio Occidente político, el factor que permitió a Fidel Castro arrasar con las instituciones republicanas y con la muy débil oposición que surgió en la Isla. No es el caso de Venezuela.

Cierto es que la dictadura Padrino/Maduro intenta, al igual que la de los Castro, destruir la institucionalidad, invalidar la Constitución, suprimir a la AN y a los partidos políticos. Pero todavía no lo ha logrado. La oposición, pese a sus numerosas divergencias, continúa existiendo. Gracias a esa oposición la Venezuela de Padrino/Maduro ha logrado convertirse en nación-símbolo de las luchas democráticas de nuestro tiempo. Mientras esa oposición, aún con todos sus tremendos errores, exista,Venezuela no será Cuba. El premio Sajárov fue un reconocimiento a esa existencia.

La introducción del orden putinista pasa en Venezuela por la destrucción de la oposición. Padrino/Maduro a su vez, han entendido que la destrucción de la oposición pasa por la destrucción de sus partidos y por la destrucción de la AN y por lo mismo por la destrucción de la Constitución. Para llevar a cabo esa inmensa obra destructiva el régimen inventó la monstruosidad jurídica llamada Asamblea Constituyente, mejor conocida como la Prostituyente.

La lucha en contra de la Prostituyente marcará el rumbo de la oposición en el tiempo que viene. Esa es la razón por la cual la dictadura intenta obligar a la oposición a reconocer una Prostituyente elegida en el fraude electoral más gigantesco que conoce la historia electoral latinoamericana. Fueron no miles, millones de votos falsos, reconoció la empresa Simarnatic. Para lograr su objetivo la dictadura no ha vacilado en obligar a algunos presos políticos a que reconozcan a la Prostituyente a cambio de su liberación. Acto sin más valor jurídico que una confesión arrancada mediante la aplicación de la tortura.

La Prostituyente intenta suplantar a la AN, a los tribunales de justicia, a los organismos electorales, en fin, a la propia Constitución. La Prostituyente es la dictadura. Luchar en contra de la Prostituyente es luchar en contra de la dictadura. Ese y no otro debería ser el objetivo de la oposición.

La crisis que hoy vive la oposición venezolana no sucedió porque los jóvenes fueron aniquilados a balazos en las calles. Tampoco por traición de los dirigentes de la MUD. Esa crisis apareció desde el momento en que la oposición se apartó del camino por ella misma trazado. Un camino democrático, pacífico, electoral y constitucional.

Desde el momento en que la oposición concurrió a las regionales con un frente interno dividido, perdió su hoja de ruta. El reconocimiento de la Prostituyente por un grupo de gobernadores - quienes dieron al traste con la magnífica posibilidad de iniciar en ese momento la lucha anti-constituyentista- fue una abierta ruptura con la Constitución. La no concurrencia de los principales partidos de la oposición a las municipales, rayó en la locura. Siendo verdad que las elecciones estaban viciadas, los políticos de la oposición olvidaron el abc de la acción política: nunca se gana con actos de ausencia. Solo se gana con actos de presencia.

Todas las apariencias indican que la dictadura Padrino/Maduro ha ganado la guerra. Mas, son solo apariencias. La oposición, cierto, está más desunida que nunca. Pero no ha desaparecido. La AN no cumple ninguna función legislativa, pero está ahí. La Constitución no ha sido derogada y solo espera que la ciudadanía vuelva a unirse en su defensa. La crisis económica, la miseria y el hambre, no han tocado fondo. Cada día son más los gobiernos que repudian a la dictadura y la palabra Maduro es un insulto continental. Si en 2018 la oposición retoma el hilo de la vía electoral y constitucional, puede ser ese el año decisivo. El año en el cual la infamia perdió su poder. Feliz Año Nuevo.

 

Publicado en el blog del autor.

PUBLICIDAD 3M


Tu aporte es anónimo y seguro.

Apóyanos para que podamos seguir haciendo periodismo independiente en el exilio. Tu contribución económica garantiza que todas las personas tengan acceso gratuito a nuestras publicaciones.



Fernando Mires

Fernando Mires

Historiador y escritor chileno. Profesor emérito de la universidad de Oldenburg, Alemania. Se diplomó como profesor de Historia y tiene estudios de postgrado en Historia Moderna. En 1991 recibió el titulo de Privat Dozent, el más alto grado académico que confieren las universidades alemanas.

PUBLICIDAD 3D