9 de mayo 2022
Este año 2022 se inició con la visión coincidente de tres informes globales sobre el deteriorado estado de salud de la democracia en el mundo. Vivir bajo una democracia plena, en la que existan libertades amplias, parece cada día una utopía o el lujo al cual solo acceden los habitantes de un puñado de países. Las cifras de estos tres informes son bastante elocuentes. No solo muestran una fotografía del deterioro actual, sino que también, al ver los datos en perspectiva, nos indican que estamos ante lo que puede ser la peor ola regresiva en largos años. De allí, precisamente, surgió el interés en diseccionar el estado del autoritarismo en diversos lugares del mundo.
En primer término, parece interesante que se encuentre una valoración coincidente en tres reportes globales que tienen naturaleza y origen distinto. Por un lado, tenemos el índice de libertades que lleva adelante la ONG estadounidense Freedom House y que se publica de forma consecutiva desde 1972, nutriéndose de la valoración de activistas, informes de organizaciones de derechos humanos y noticias de prensa. Por otra parte, el índice V-Democracy, de la Universidad de Gotemburgo, se inició como un proyecto académico de largo aliento en 2010. Con apoyo de diversos académicos en muy distintos países, esta propuesta trata no solo de reflejar el estado de la democracia a partir de su establecimiento como medidor de libertades, sino que se reconstruyó una mirada global sobre la democracia a partir de 1900. Finalmente, el reporte que tuvo más repercusión pública fue el generado por la revista The Economist, que se realiza anualmente desde 2006, teniendo como soporte la consulta con expertos, y que se titula el índice de democracia.
En segundo término, la fotografía global que muestran los tres índices es preocupante y no es un asunto menor. La democracia vive su peor momento en años, solo existe democracia plena en contados países. El mundo está hoy regido principalmente por gobiernos autoritarios, aunque caben las diferenciaciones en la naturaleza o prácticas autoritarias alrededor del mundo.
Hemos leído recientemente sobre las categorías presentadas por Michel Duclos, citado por Ahmet Insel en un artículo de Nueva Sociedad, para agrupar los autoritarismos en tres categorías: «los nacional-populistas, los neoautoritarios y los autoritarios asumidos». Bajo esta última categoría están las dictaduras abiertas como las de Bashar al Asad (Siria), Kim Jong-un (Corea del Norte), Abdelfatah al Sisi (Egipto), Mohamed bin Salman (Arabia Saudí), Mohamed bin Zayed (Emiratos Árabes Unidos) y, por supuesto, Xi Jinping (China). Evaluado antes de la invasión a Ucrania, Vladimir Putin (Rusia) estaba en el límite de esa categoría. En el grupo de los nacional-populistas reunía este intelectual y exdiplomático francés a Jair Bolsonaro (Brasil), Jarosław Kaczyński (la figura del poder en Polonia sin ocupar la jefatura de Estado) y Narendra Modi (India).
El interés principal de Duclos, según la referencia de Ahmet Insel, lo constituía el grupo que denominó los «neoautoritarios». Allí reúne a figuras tan disímiles como Rodrigo Duterte (Filipinas), Paul Kagame (Ruanda), el ayatollah Alí Jamenei (Irán) y Nicolás Maduro (Venezuela), quienes, además, están junto a Viktor Orbán (Hungría) y Recep Tayyip Erdoğan (Turquía). Como cualquier clasificación que intenta hacer una lectura global, de cualquier fenómeno, la lista de Duclos es discutible, pero ayuda en el proceso de abordar el fenómeno.
Para este autor, los casos de Filipinas, Venezuela, Ruanda e Irán constituyen regímenes «autoritarios estables», mientras que a Orbán y Erdoğan se les ubica como casos de «deriva autoritaria». Esta digresión nos pareció necesaria para mostrar las diferentes valoraciones que se hacen en torno al fenómeno de cómo la democracia retrocede o se anula en el mundo.
De acuerdo con las evaluaciones que realiza anualmente Freedom House, en 2021 se ha consolidado un ciclo de amenaza a la democracia. Según sus datos, globalmente se acumulan 16 años consecutivos de declive en las libertades. Esta ONG ha construido un indicador que le permite sostener que, al iniciarse este 2022, alrededor del 38 % de la población mundial vivía en países sin ningún tipo de libertades, No Libres, según su categorización, y solo el 20 % estaba en naciones completamente libres. El restante 42 % de la población mundial estaba bajo un arcoíris de variaciones en la ausencia de libertades, sin que sean dictaduras del todo. Esta es la proporción global más alta de falta de libertades desde 1997, según los registros comparativos de Freedom House.
Sin embargo, lo que destaca Freedom House como más preocupante es la tendencia regresiva que percibe. En 2021 un total de 60 países tuvieron retrocesos en comparación con 2020 y apenas 25 de los 210 países y territorios tuvieron avances o progresos democráticos. Para la organización, y lo plantea en tono de advertencia, el planeta se acerca a un punto de inflexión ante el cual se hace urgente y necesario el trabajo conjunto de los defensores de la democracia (gobiernos, ONG, universidades, prensa independiente) para hacer frente a la ola autoritaria que recorre el mundo en estos tiempos.
Por su parte, el V-Democracy de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, enfatiza la noción de la democracia liberal con su indicador. Bajo este prisma, concluyó que en 2021 ya el 70 % de la población mundial vivía bajo regímenes que eran dictaduras. Con menos años en ejecución, este proyecto ubica a 2012 como el año más democrático del mundo desde que establecieron este estudio comparativo.
La redacción del informe 2021 fue concluida el 24 de febrero de 2021 en Gotemburgo. Ese día, pero desde Moscú, Vladimir Putin anunciaba su decisión de invadir Ucrania. El documento que había sido preparado con meses de antelación, justamente advertía que el declive democrático, bautizado como autocratización por los estudiosos suecos, conduciría a más guerras en el mundo actual. Ya señalaba V-Democracy, como tendencia, al evaluar 2021 que «los líderes autocráticos están envalentonados» y se muestran prácticamente sordos ante los señalamientos y/o recomendaciones del mundo democrático, incluidas instancias internacionales de derechos humanos.
Al comparar el 2012 con 2021, un arco de una década de estudios y registros, V-Democracy sostiene que en aquel momento había 42 democracias liberales en el mundo, mientras que el año pasado esa cifra había caído a 34. Medido por el volumen de población, solo el 13 % de los seres humanos disfrutaban en 2021 de un sistema de gobierno basado en el respeto pleno de sus derechos. Libertades y derechos básicos eran esquivos o negados, con diferentes matices, para el 87 % de la población mundial. Y, como señalamos previamente, un 70 % bajo dictaduras abiertas.
Así como Freedom House, una entidad usualmente identificada como conservadora en Estados Unidos, encendía sus señales de alarma en 2020 al analizar el estado de la democracia en ese país, a propósito de la administración de Donald Trump, V-Democracy en su reporte de 2021 recuerda su llamado de atención a las democracias que forman parte de la Unión Europea (UE), pues en el seno de la misma se ha instaurado de forma progresiva un autoritarismo. Hungría fue evaluada como no democrático en 2020 y esta misma valoración se repitió en 2021. Una autocracia convive con regímenes democráticos en el seno de la UE y esto debería ser atendido.
Justamente el pasado 3 de abril se efectuaron elecciones legislativas en Hungría. El partido de Orbán, el conservador Fidesz, ganó de forma amplia con lo cual se garantizan los escaños parlamentarios para gobernar en el período 2022-2026. Este será su cuarto período consecutivo. Ya antes de la invasión a Ucrania, en la que Orbán ha estado más cercano a Putin que las posiciones de la UE, este líder húngaro era un dolor de cabeza para la política comunitaria. Bruselas le ha acusado de múltiples ataques al Estado de derecho, pero este ha mantenido un estrecho control sobre la justicia y los medios de comunicación en el país de Europa central. La Comisión Europea sancionó al gobierno de Orbán el año pasado por la aprobación de una ley que prohibía hablar de homosexualidad a los niños, niñas y adolescentes.
Finalmente, el índice de democracia en el mundo que elabora anualmente la revista británica The Economist evaluó a 167 naciones. Elaborado por la unidad de inteligencia de esta publicación, el barómetro califica el nivel democrático de cada país: democracia plena, democracia deficiente, régimen híbrido y régimen autoritario. Toma en cuenta aspectos tales como sistema electoral y pluralismo político, libertades civiles y participación política, entre otros.
Suecia, Luxemburgo, el Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Uruguay, Mauricio, Costa Rica, Corea del Sur, Taiwán y Japón, entre otros, figuran en la selecta lista de democracias plenas, en las que no figuran, por ejemplo, Estados Unidos o España. Globalmente, los países peor valorados son Afganistán, Myanmar y Corea del Norte.
Sin embargo, para The Economist, el desafío central de la democracia mundial está en China. El gigantesco y poderoso país asiático ha ampliado de forma notable su presencia en el mundo, con una trama de relaciones diplomáticas y financieras, constituyéndose en una suerte de modelo a seguir para quienes no abrazan una democracia plena: liberalización económica con mano de hierro en la política.
Para diversos organismos de derechos humanos, como es el caso de Human Rights Watch, con sus 1.402.000.000 de habitantes en China, es hoy la principal cárcel del planeta, por su extendida falta de libertades y respeto a derechos básicos. Pero junto a esto, como lo ha señalado el propio Banco Mundial, China es el país acreedor del planeta. Según el propio BM, es el más grande prestamista, y no pocos de sus préstamos están dirigidos a regímenes autoritarios alrededor del mundo.
El caso chino, entre otros tantos casos de gobiernos autoritarios, será analizado en esta serie de artículos en Prodavinci que hemos titulado El mundo en dictadura. Tomaremos como referencia los reportes ya mencionados en el presente texto: Freedom House, V-Democracy y The Economist. Asimismo, usaremos informes de entidades como Human Rights Watch, Reporteros sin Fronteras y Amnistía Internacional, entre otras fuentes.
*Tomado de Prodavinci