12 de septiembre 2017
Lo del milagro económico de los últimos años es un mito. Se argumenta que el crecimiento del PIB es extraordinario. El gobierno y el Cosep reiteran el mensaje no subliminal, de que nunca hemos estado mejor que hoy. Con anterioridad, se ha señalado que ello es falso. Ni siquiera hemos alcanzado el PIB per cápita de 1977, ni las tasas de crecimiento promedio del 6 por ciento, alcanzadas en el período 1950-1977, las mayores logradas en la historia económica de Nicaragua.
En un estudio reciente del Banco Mundial (Nicaragua Systematic Country Diagnostic. Paving the way to faster growth and inclusion, 2017) se confirma lo anterior: Nicaragua no ha alcanzado el PIB per cápita de 1977 y le tomará 14 años más hacerlo si continua creciendo a las modestas tasas de los últimos 23 años (4 por ciento promedio en el período 1994-2015). Llegar al promedio del PIB per cápita latinoamericano, tomaría 79 años. Ello evidencia que sólo para alcanzar a nuestros vecinos necesitamos crecer a tasas significativamente mayores, de un 7 u 8 por ciento anual de manera sostenida, para compensar el fuerte atraso en relación a los demás países de la región. Ello no es imposible. Las teorías del crecimiento muestran que cuando un país se encuentra fuertemente rezagado (como es el caso de Nicaragua) es más fácil crecer rápidamente para alcanzar a los vecinos, ponerse al día y equipararse con los demás.
El mérito del Gobierno: políticas fondomonetaristas
El diagnóstico país publicado hace unos días por el Banco Mundial señala tres factores del crecimiento de Nicaragua en el período 1994-2015. Primero, la relativa estabilidad macroeconómica que se inició en 1992 y el alivio de la deuda externa con la iniciativa para los países pobres altamente endeudados. Segundo, el retorno a una economía de mercado que tuvo lugar a inicios de los noventa. Tercero, el bono demográfico que aumentó la población en edad de trabajar. El aumento de la mano de obra, contribuyó en un cincuenta por ciento al aumento del PIB per cápita durante el período 1990-2015.
Cabe destacar que para el Banco Mundial, lo que explica el modesto aunque no despreciable crecimiento de los últimos años, no son las políticas del gobierno actual, sino fundamentalmente el crecimiento de la fuerza de trabajo y la continuación en lo fundamental de las políticas iniciadas al comienzo de la década de los noventa (las peyorativamente denominadas fondomonetaristas y neoliberales). Después de la recesión del 2009, los precios de los bienes primarios exportados y los flujos de cooperación externa y de inversión, contribuyeron a mantener las tasas de crecimiento. No se logró sin embargo superar las tasas de crecimiento del período 1950-1977. No se ha modificado la matriz productiva. No se repitieron los avances que tuvo el sector industrial en la década del sesenta. Seguimos exportando lo mismo que hace décadas: café, ganado y otros productos primarios. Predomina el sector informal y la productividad es reducida. No ha habido otro milagro económico. Más aún: la relativa estabilidad macroeconómica actual es inferior a la del período 1950-1977, donde no se observaron los elevados déficit comerciales que han persistido desde la década del ochenta. El tipo de cambio del córdoba con relación al dólar permaneció constante (siete córdobas por un dólar) entre 1960 y abril de 1979, los déficit fiscales y la tasa de inflación fueron menores a los observados en los últimos 20 años. En términos comparativos, los indicadores macroeconómicos del período 1950-1977 fueron superiores a los de los últimos años. No hay ningún milagro económico.
Crecimiento concentrador y excluyente
Como ya ha sido señalado reiteradamente, con los Somoza hubo crecimiento pero no desarrollo sostenible. No hubo ni sostenibilidad social, ni ambiental, ni institucional. Como se sabe, fue la falta de institucionalidad democrática, lo que llevo a la debacle. La economía se hundió y hoy por hoy (insistimos) no hemos recuperado el PIB per cápita de 1977. No se trata sólo de crecer, sino de hacerlo de manera sostenible, con sostenibilidad social, ambiental y política. Y sin institucionalidad democrática, no habrá desarrollo sostenible. El estudio del Banco Mundial reseña brevemente los graves costos de la inestabilidad política que se observaron a finales de la década del setenta y en la década del ochenta. Ese estudio señala además, lo que ya había mencionado la CEPAL en 1981, que el crecimiento durante los Somoza fue concentrador y excluyente. De manera algo similar, puede plantearse la hipótesis, que en años recientes, a pesar de una relativa reducción en la pobreza, el crecimiento también ha sido concentrador y excluyente.
La pobreza en Nicaragua se ha reducido en los últimos años, pero en lo fundamental no como resultado de las políticas gubernamentales o por la alianza de los grandes capitales con el gobierno actual. El estudio del Banco Mundial, destaca tres factores centrales en la relativa reducción de la pobreza. Primero, los aumentos en los ingresos de la fuerza laboral del campesinado como resultado de los aumentos de los precios de los bienes agrícolas. Ese es un factor exógeno, no controlado por el gobierno. Segundo, las remesas familiares, resultado de la migración en busca de mejores horizontes. Tercero, los cambios demográficos que han disminuido el tamaño de las familias y el número de dependientes. Este es un factor exógeno, no controlado por el gobierno. El mismo Banco Mundial señala que los programas asistenciales del gobierno, por su reducida cobertura y mala focalización, han tenido un impacto mínimo en la reducción de la pobreza y en la reducción de la desigualdad. En otras variables controladas por el gobierno, la evaluación es desastrosa. El estudio del Banco Mundial señala que conforme el Índice de Competitividad Global, Nicaragua ocupa el lugar 136 (en 138 países) en cuanto a la independencia del poder judicial, el lugar 124 en relación a los derechos de propiedad, el 117 en transparencia y el 129 lo concerniente al favoritismo de los funcionarios. En las variables que controla el gobierno, estamos aplazados. El relativo crecimiento es, como señala el Banco Mundial, resultado sobre todo de variables exógenas, no atribuibles al gobierno. Su único mérito es haber continuado con las llamadas políticas neoliberales y fondomonetaristas.
No hay milagro económico ni milagro social
Los países latinoamericanos históricamente han sido los más desiguales a nivel mundial, mostrando una fuerte concentración del ingreso. Aunque Nicaragua es de los menos desiguales dentro de los países de la región, se encuentra dentro de los veinte países con mayor desigualdad a nivel mundial. El estudio del Banco Mundial muestra que la concentración del ingreso aumentó en el último quinquenio. El coeficiente de Gini (un indicador de la concentración del ingreso) pasó 0.44 a 0.47 entre el 2009 y el 2014. En el quinquenio precedente, ese coeficiente había disminuido. Sin embargo, resulta grave que esa disminución en la desigualdad fue sobre todo el resultado de los menores ingresos de la fuerza de trabajo con mayor nivel de educación. Puede plantearse la hipótesis que el deterioro de los ingresos de la clase media profesional es paradójicamente la explicación de esa aparente disminución en la desigualdad de los ingresos en el quinquenio 2005 2009. La excesiva oferta de profesionales (abogados, administradores y otros) sin demanda en el mercado, ha contribuido a contraer los ingresos relativos de los sectores medios.
El estudio del Banco Mundial no analiza la concentración de los ingresos en el uno por ciento más rico de la población, pero hay evidencia, que aunque anecdótica, sugiere que los grandes capitales de Nicaragua (la mayoría con empresas en mercados oligopólicos) han aumentado significativamente sus ingresos. Nicaragua, aunque a nivel latinoamericano está entre los menos desiguales, se incluye a nivel mundial en la lista de los veinte países con mayor concentración del ingreso. Ello nos permite concluir, que el modesto crecimiento observado por Nicaragua en los últimos años, es concentrador y excluyente. No hay milagro económico ni milagro social.
El autor es economista.