18 de mayo 2016
París.– El hombre del momento en el Reino Unido, si no en Europa, obviamente es Sadiq Khan -paquistaní de origen, musulmán de fe y recientemente electo alcalde de Londres.
Hay varias maneras de analizar la victoria de Khan.
Se puede repetir la letanía de quejas que su rival conservador le atribuyó en contra, legítimamente, durante la campaña. Hubo una reunión de Khan en septiembre de 2004 con radicales islámicos bajo los auspicios de la organización pro-palestina Amigos de Al-Aqsa. Existió su entrevista de 2009 en la televisión iraní, en la que comparó a los musulmanes moderados de Gran Bretaña con el "Tío Tom".
También existieron sus sabidos contactos con personajes repulsivos. Uno de ellos, Yasser al-Sirri, es el autor egipcio de una declaración sobre la "muerte honorable" de Osama bin Laden, entre otras perlas. Otro, Sajeel Abu Ibrahim, es un militante jihadista que probablemente entrenó a otros en un campo en Pakistán. Y Yusuf al-Qaradawi es un teólogo basado en Qatar y predicador de Al Jazeera que está afiliado al ala más radical de la Hermandad Musulmana.
Otra manera de ver la elección de Khan es escuchar lo que él mismo siempre ha dicho en respuesta a las acusaciones de un extremismo secreto. Khan ha explicado que uno no siempre sabe de antemano con quién compartirá un escenario. La entrevista en la televisión iraní fue un error. Los musulmanes heridos por su invocación en esa entrevista del esclavo negro servil de la novela de Harriet Beecher Stowe ambientada en la época de la guerra civil de Estados Unidos deberían aceptar sus más sinceras disculpas. En cuanto a al-Qaradawi, todos, no importa cuán malos sean, tienen derecho a una defensa legal, y la relación entre ellos siempre fue la de un abogado con su cliente.
¿Verdadero? ¿Falso? ¿Su elección como el primer alcalde musulmán de una capital europea bien vale, si no una misa (como dijo Enrique IV de París y su conversión al catolicismo romano), entonces por lo menos una reconciliación con los hechos de la vida? Es difícil saberlo, pero Khan ciertamente insiste en decir eso. El hecho de que se distancie tan enfáticamente del mismo movimiento islamista con el que en ocasiones se codeó es, en el peor de los casos, el tributo del vicio a la virtud. En el mejor de los casos, es una negación de parte del hombre en el que se ha convertido de aquel hombre que alguna vez fue, un hombre que ya no exhibe ningún signo de complacencia sobre su pasado ambiguo.
Lo que es cierto -y ésta es la tercera manera de ver esta cuestión- es que Khan, aún con contactos posiblemente peligrosos, mantuvo al mismo tiempo una línea firme respecto del principio de que el Islam es compatible con un gobierno secular. Para Europa, ése es un principio necesario. Es más, nunca ha titubeado respecto de las cuestiones críticas de la igualdad legal y práctica para las mujeres o de expresar su consternación ante la creciente cantidad de niqabs y hijabs que hoy se ven por las calles de Londres -que le impiden a la gente, observa, hablar cara a cara.
De la misma manera, la postura de Khan en favor del matrimonio homosexual le ha valido una fatwa por apostasía del temible imán principal de una mezquita de Bradford. Uno podría decir que no se podía esperar menos de un líder laborista con un futuro brillante en el país de Churchill. Pero, de todas maneras, hay que admitir que Khan no ha cedido en estas cuestiones al comunitarismo simplista tan común del otro lado del Canal.
Khan también está entre los laboristas que han adoptado la posición más noble frente a la ola de antisemitismo que arrasa en su partido. Un ex miembro del parlamento laborista estigmatizó la "nariz" de los judíos británicos por las redes sociales. Un miembro del parlamento actual propuso reubicar a Israel en Estados Unidos. El carismático Ken Livingstone, el primer alcalde electo de Londres y uno de los antecesores de Khan, comparó al sionismo con el nazismo. Y Jeremy Corbyn, el líder del partido, se negó en un debate con el primer ministro David Cameron a repudiar a sus "amigos" en Hezbollah y Hamas.
Las últimas semanas parecieron una contienda para ver quién en el Partido Laborista se internaba más en la senda del islamo-izquierdismo que, desafortunadamente, es una tendencia fuerte dentro de la izquierda europea y, en especial, entre los laboristas británicos.
Frente a este socialismo de tontos británico, que algunos definen como un respaldo inofensivo de los miserables de la tierra en Palestina, Khan no ha tenido problemas en expresar una fuerte condena. Su postura se hizo evidente cuando insistió en que su primer acto como alcalde, el domingo 8 de mayo, sería honrar, junto al Gran Rabino de Londres y el embajador de Israel ante el Reino Unido, la memoria de seis millones de judíos asesinados por los nazis.
Todo esto quiere decir que, si bien debemos mantener, obviamente, una mirada atenta, la elección de Khan puede y debe ser vista como una clara victoria del Islam iluminado frente al Islam ignorante, reaccionario e intolerante. La predicción de Michel Houellebecq en su última novela, Sumisión, de que Francia elegiría a un presidente de un partido islámico en 2022 se ha invertido. Lo que estamos presenciando con la elección de Khan es la sumisión no de la democracia ante el Islam, sino del Islam ante la democracia. Esa democracia -la democracia británica- debería estar orgullosa no sólo de haber acogido al Islam sino también de haberlo ayudado a reformarse.
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Bernard-Henri Lévy es uno de los fundadores del movimiento "Nuevos Filósofos". Sus libros incluyen Left in Dark Times: A Stand Against the New Barbarism.
Copyright: Project Syndicate, 2016.
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