2 de agosto 2024
Una y otra vez la gente sabe que Nicaragua no es un país normal pero frente a la dictadura pretenden que si lo es. El güegüense está vivo y ahora es un pueblo entero.
Los nicaragüenses son el güegüense ante el régimen invasor de los Ortega-Murillo y hacen la resistencia día a día. Ellos saben que el país sigue en la dirección equivocada, que el principal problema del país es son los Ortega y su mal manejo de la economía.
En una encuesta en Mayo 2024, casi cuarenta por ciento dijeron que el país iba en la dirección correcta (arriba de 30%en Noviembre 2022) pero la razón detrás de esto es completamente instrumental, ya que su repuesta se explica debido a factores subyacentes como la correlación estadística entre quienes dicen que su situación económica está mejor y reciben remesa. —es decir “vamos en dirección correcta porque mi situación económica con las remesas esta mejor”. Este grupo muestra 1.58 veces más probabilidad de creer que el país va en la dirección correcta que el resto de la población.
Pero de igual forma, y al controlar por el factor miedo (de hablar), el resto mostró una correlación estadísticamente positiva entre quienes creen que el país va en la dirección equivocada y creer que el principal problema del país es político y económico.
El pueblo piensa que las cosas van bien, pero no que en dictadura se está bien.
Es por eso por lo que aun en medio de todo lo que prevalece, la gente piensa y sabe que están en un país en crisis, fracasado, a pesar de lo que digan ellos, el factor subyacente es el que cuenta.
Los que pueden se van, la intención a migrar continua, este año serán más de 120,000 nicas que se habrán ido en 2024, sumarán 800,000 en cinco años, el 1.5% de la población.
Los que se quedan, protestan con el chisme, las bolas, la sátira, el cinismo, tiran la piedra, esconden la mano.
Lo que el pueblo dice
Y de lo que piensan, sale lo que dicen. La gente anda pendiente del manejo de la dictadura, las purgas y la corrupción. Saben que el alto costo de vida es culpa de ellos, se quejan en los super, en las pulperías, en las tiendas y el mercado. Tampoco se tragan el cuento chino que el comercio con China nos va a sacar a flote.
Simplemente saben que les bajaron el estándar de calidad de los productos, y que ahora abunda el plástico por todos lados, y lo venden gente que ni conocen. Son negocios espurios. Pero aun así todo sigue caro.
No se dejan engañar, no hay trabajo de calidad y bien pagado, solo empleo en lo que haya (de hecho, la economía informal ha crecido a pesar del alto número de personas que ha emigrado), y el trabajo formal sigue igual. No crece.
Lo único que está bien es la llegada de remesas familiares, reciben $320 mensuales de Estados Unidos catorce veces al año, que ahora envían el 80% del volumen y más del 70% de transferencias a más de 700,000 hogares.
Pero ese dinero aun a pesar del alivio, apenas les da para lidiar con las obligaciones familiares porque no hay buen trabajo, y los precios son muy altos. La economía de los Ortega Murillo no resuelve nada.
Las remesas ayudan, pero eso tampoco resuelven.
El envío promedio ha crecido detrás de la inflación, en el 2019 recibían US$270 y cinco años después son $50 más, un 0.4% de crecimiento mensual, mientras la inflación ha ido adelante a 0.6% mensual como resultado del crecimiento mensual de las importaciones de 1%. La realidad es que eso es todo lo que pueden enviar. Vivir con poco hace enviar un poco.
Lo que ha compensado la avanzada inflacionaria frente a la falta de productividad económica es la migración que envía remesas a un 2% de crecimiento mensual frente a la gente que se preocupa por sus familias.
Pero ante la disminución migratoria, porque ya se fue muchísima gente, las remesas se podrán quedar cortas y la dictadura no da señales de mejoría.
La gente también tiene claro que la corrupción es endémica, que Laureano Ortega se roba la plata del pueblo, que hay todo un equipo mafioso haciendo dinero con préstamos, con negocios chinos, excluyendo al resto de los negocios que no son cómplices de ellos.
El lenguaje de la calle es claro, “son unos ladrones”, “ya no los aguanto”, “los detesto a esos …”, “¿¡hasta cuando se van a ir!?”, “abusadores!”, “a qué horas vienen por mí!”.
Entre todos se dicen lo mismo, y al mismo tiempo, “hay que cuidarse de con quien hablar, porque nunca se sabe”.
Lo que la dictadura hace
La dictadura no ha cambiado su modus operandi.
Sus redadas y purgas son cíclicas, desde la redada de encarcelamientos en el 2021 a los líderes cívicos, el régimen agregó al ritmo de detenciones con purgas.
En intervalos de tres meses más o menos, van deteniendo nuevos grupos de personas, primero eran los líderes cívicos, después los periodistas, después los líderes sociales, después los religiosos. Enjuague y repite.
Ahora han sistematizado las purgas, como medida táctica y paranoica, el régimen anda detrás de los suyos, contra jueces, funcionarios públicos, amigos de la familia, sandinistas de la calle, uno a uno los va recogiendo. Se les están escaseando sus cómplices.
El balance es uno, se están quedando unos pocos, los verdaderos puchitos son los OrMu.
Su clan, con unos cuantos que tratan de apegarse a ellos por unos dólares más.
Pero la evidencia internacional muestra que los regímenes autoritarios, totalitarios, tienen fecha de vencimiento después de 15 años, y cuando su círculo de poder se achica tanto que ya no pueden sostener la represión y la explotación. La anticipación de esa realidad se acompaña con preparación.
Lo que se está cocinando
Ellos saben que el tiempo se acorta, que mantener el poder indefinidamente desgasta, aun cuando se prepara la sucesión del poder para su clan. Las alianzas se reducen, los amigos desaparecen, los intereses transaccionales aumentan sus costos, los rechazos crecen, y el pueblo empieza a manifestarse.
¿Hay un punto de inflexión, un momento en dónde una dictadura es insostenible y empieza su derrumbe? Si lo hay, y no es cuando un pueblo le pierde el miedo, el temor siempre se mantiene, pero hay que vencerlo, medir los riesgos, cambiar sus formas de resistencia en la calle, el mundo le da la espalda al régimen y saluda al pueblo.
La inflexión ocurre cuando el cuadro de actores cómplices no ve alternativa de continuidad dentro del régimen y se arriesgan a transar con el otro lado. El régimen de Ortega Murillo está entrando a esa coyuntura, están superando la capacidad de robar, no están pagando las coimas necesarias para mantener a su élite de su lado.
Se viene un estancamiento en el crecimiento de las remesas, se mantendrán a 7% anual, o menos, el régimen no tendrá fuentes adicionales de rentabilidad, y China no le resolverá estabilidad económica. No viene una crisis, pero si desaceleración económica que aumentará el descontento popular. Lo único que tiene a mano Rosario Murillo es mandar a Horacio Rocha a lanzar más policías en la calle. Pero ya no es suficiente.
A pesar de la represión, hay muchos grupos organizados y políticamente activos dentro de Nicaragua. Murillo está desmoralizada y se está sosteniendo con dinero prestado, mientras que su hijo Laureano no podrá mantener con plástico chino a sus socios comerciales. La experiencia del fraude de Maduro en las elecciones de Venezuela dejó más que lecciones, insumos para anticipar el fracaso del plan dinástico. Maduro ya tenía diseñado el fraude mucho antes de la campaña electoral, tenía planificada su continuidad autoritaria asumiendo que tendría control legal de la oposición. Sin embargo, la fuerza popular es la pieza vital que desmoraliza a Maduro y a su círculo mafioso de poder, los deja solos, aislados, no más que con su narrativa ‘golpista’ (a lo Ortega-Murillo), y el uso de la fuerza. Cuánto tiempo retendrán el poder institucional es una cuestión de tiempo, pero el pueblo unido ya no será vencido.
La oposición nicaragüense sabe que ahora el trabajo de resistencia interna es prioritario y el rol de la comunidad internacional consistirá en redoblar su apoyo a ese movimiento interno, mientras sus herramientas adicionales complementan y completan la tenaza contra las dictaduras.
Las dictaduras están gobernando bajo la amenaza de la violencia, pero haber subestimado al güegüense los va a derrocar.