12 de junio 2016
Ante el escrutinio de infarto que está teniendo lugar en Perú es evidente que la antinomia fujimorismo/antifujimorismo está plenamente vigente. Dentro de esta disyuntiva parece predominar el último. Al igual que su contraparte se trata de un conglomerado heterogéneo de personas, grupos e intereses que tienen su referencia inmediata en sucesos ocurridos durante el mandato de Alberto Fujimori, hace más de 20 años.
Para los fujimoristas sus recuerdos se anclan en la estabilidad económica y la erradicación de la hiperinflación, un nefasto legado de Alan García, junto a la derrota de Sendero Luminoso en los años de plomo. Se da la circunstancia de que fueron las clases populares las más afectadas por ambos fenómenos, y de ahí la mayor receptividad del mensaje de Keiko Fujimori entre estos grupos.
Para los antifujimoristas, la memoria de aquel período se vincula directamente a la corrupción, la represión indiscriminada, la violación de los derechos humanos y la omnipresencia del “padrino” Vladimiro Montesinos.Los grupos que más sufrieron el recorte de libertades por el autoritarismo de Fujimori se oponen frontalmente al regreso de cualquier proyecto ligado a un pasado estimado lamentable e irrepetible.
En este contexto se celebró la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Hasta una semana antes de la elección las encuestas favorecían claramente a la primera, aunque en las últimas jornadas las diferencias se recortaron sensiblemente hasta llegar al empate técnico. Las razones del vuelco hay que buscarlas en el mejor desempeño de PPK en el segundo debate, en diversos errores mediáticos y políticos de la campaña de Keiko y en la intensa movilización del antifujimorismo.
Cuando escribo esta Ventana se han escrutado el 94,637% de los votos, con una diferencia del 0,298% o de 49.432 votos a favor de PPK. La diferencia es escasa, aunque las mesas por contar también, teniendo presente que algunas de ellas son votos del extranjero, donde se impuso de forma clara la candidatura de Peruanos por el Kambio o de zonas donde el predominio fujimorista no es tan claro. Este final tan apretado de la segunda vuelta no es muy diferente de lo ocurrido en otras elecciones recientes de América Latina, como en Argentina, Brasil o El Salvador.
Cuando se alcanzó al 90% del escrutinio y ante el estrechamiento progresivo de la diferencia entre ambos candidatos se pensó que aún era posible un cambio de tendencia que permitiera el triunfo de Fujimori. La idea se apoyaba en que buena parte de las mesas pendientes de escrutar correspondían a remotos distritos rurales más favorables a la candidata de Fuerza Popular. Sin embargo, hasta ahora no se produjo la reversión de la votación, lo que confirma el primer avance efectuado por la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales) que daba ganador a PPK por un 0,80%.
Llegados a este punto cabría preguntarse si el colchón de casi 50.000 votos existente en este momento es suficiente. Muchos analistas estiman que dado el escaso margen de mesas que queda por procesar, incluyendo el 1,5% de actas impugnadas, estamos en un punto de no retorno. Sin embargo, todavía se impone cierta cautela a la hora de dar el resultado como definitivo.
En el caso de que se confirme la victoria de PPK habría que rechazar de plano una serie de comentarios tanto de la prensa peruana como de algunos observadores extranjeros que señalaban que había ganado el antifujimorismo y no Kuczynski. Se trata de una obviedad retórica que no explica nada. Primero, quien se presentó a la elección fue PPK y no el antifujimorismo. Segundo, lo que hicieron los contrarios a Keiko fue evitar su victoria. Y tercero, el antifujimorismo no ha funcionado, ni, más importante, funcionará como una coalición electoral que respalde al vencedor en el ejercicio de la presidencia.
Esto nos lleva al día después. ¿Qué apoyos buscará Kuzcynski para sacar adelante su gobierno? Veronika Mendoza, la principal dirigente de izquierda, apuntó que votaría a PPK pero no respaldaría su gestión. Por otro lado, es el fujimorismo quien tiene una clara mayoría parlamentaria y es allí adonde con bastante probabilidad dirija su mirada el potencial triunfador electoral.
En este sentido habrá que ver si PPKutiliza el indulto a Alberto Fujimori como una moneda de cambio con los congresistas de Fuerza Popular para garantizar la gobernabilidad del país. Los desafíos del nuevo gobierno, lo ocupe quien lo ocupe, son considerables, comenzando por reequilibrar el crecimiento económico. La forma como se gestione la industria minera será clave para interpretar el rumbo futuro de la economía peruana.
La lucha contra la delincuencia será otro tema sensible, dada la trascendencia que la sociedad le otorga a la falta de seguridad. Ambos candidatos prometieron mano dura, una más que el otro, pero sólo con más represión no se solucionará el problema. Habrá que ver si es posible o no poner en marcha un plan integral para combatir al narcotráfico y otras formas de crimen organizado.
En esta oportunidad el antifujimorismo logró frenar, una vez más, el retorno de su mayor enemigo al poder. Pero me temo que sea la última vez que esto ocurra. Primero, porque dentro de cinco años habrá muchos más votantes peruanos que no tengan recuerdo de los años de gobierno de Fujimori, o hayan nacido después de su dimisión. Pero, mucho más importante, porque de momento el fujimorismo, Fuerza Popular, es el único partido político del Perú que merece tal consideración.
Si el Frente Amplio, de Mendoza, quiere tener opciones de cara al futuro debe hacer un serio esfuerzo para construir estructuras partidarias, en un proceso similar al realizado por Keiko en el último quinquenio. Lo mismo se puede decir de las otras fuerzas políticas, sostenidas más en liderazgos individuales que en un proyecto colectivo. Si Perú quiere mejorar su sistema político y la gobernabilidad del país urge reconstruir su sistema de partidos, uno de los pilares de la democracia.
Publicado originalmente en Infolatam.