24 de julio 2023
Contra los sondeos. Contra todos los pronósticos. Contra el poder económico y la inmensa mayoría de los medios de comunicación. La derecha ha fracasado en su durísima ofensiva para tumbar a un Gobierno de coalición al que dieron por desahuciado y que probablemente se mantendrá en el poder. Alberto Núñez Feijóo no gobernará. Gana en escaños y, por la mínima, en votos. Pero el gran vencedor de la noche vuelve a ser Pedro Sánchez, que de nuevo ha resistido cuando todos le daban por muerto. Y que hoy es el favorito para lograr una investidura que ningún otro candidato puede lograr.
“Que te vote Txapote”, gritaba la derecha. Siguieron haciéndolo en la calle Génova tras el batacazo electoral –entre otros cánticos incómodos para Feijóo, como “Ayuso, Ayuso”–. Y resulta que diez millones largos de votantes progresistas han puesto pie en pared y han logrado frenar a un Feijóo que ya se veía eligiendo el color de las cortinas de La Moncloa, con el apoyo de Vox. No ocurrirá. Feijóo no será presidente. Abascal no será vicepresidente. Y la duda es si el líder del PP aguantará en la oposición hasta el próximo intento, o su propio partido lo apartará como antes hizo con Pablo Casado.
La foto final no da al Partido Popular muchas razones para brindar. Aunque Feijóo sume 47 escaños más, impulsado por la desaparición de Ciudadanos y lo que pesca en Vox. Aunque el PP sea por muy poco el más votado, por menos de un punto respecto al PSOE. Feijóo ya ha anunciado que se presentará a la investidura, aunque sabe que su candidatura no tiene ninguna opción de prosperar.
La derecha ha sido víctima de su propia propaganda. Ha pecado de soberbia, y se ha encontrado de frente con la respuesta de una España mucho más grande que la que representan PP y Vox.
Feijóo debería releer esa Constitución que tanto cita y tan poco parece conocer. Descubriría, probablemente con asombro (artículo 99), que no depende de él si se presenta a la la investidura: lo tiene que decidir el rey. Y también que España es una democracia parlamentaria, donde gobierna quien más apoyos tiene en el Congreso, no quien queda primero en número de votos.
Las posibilidades de una investidura de Feijóo son nulas y en la derecha son plenamente conscientes de ello. Por mucho que algunos hagan las cuentas, no se puede juntar en una misma suma al PNV y Vox, porque la derecha vasca se juega el gobierno de Euskadi ante Bildu en las elecciones autonómicas. Apoyar un pacto así sería un suicidio político para el PNV y los jeltzales lo saben muy bien.
Los últimos dos meses del PP han sido desastrosos, desde una victoria en las municipales que les hizo subestimar a la izquierda. Primero, por sus pactos autonómicos y municipales con Vox. Que han permitido a un montón de votantes progresistas visualizar cuál sería su futuro si se quedaban en casa otra vez. Después, por su nefasta campaña electoral. Ni siquiera le fue bien su aparente victoria en el único debate donde el candidato del PP se dignó a participar. Con las mentiras de ese día, y las que vinieron después, el líder del PP logró algo que parecía imposible: movilizar a una izquierda que parecía dormida, y que no ha estado dispuesta a entregar el Gobierno a una derecha así.
En Sumar, con Yolanda Díaz, retroceden siete escaños y apenas cien mil votos. Pero aguantan la posición con bastante dignidad, en un escenario donde el PSOE ha logrado sumar casi un millón de votos más. Es un buen resultado, teniendo en cuenta cómo les ha ido a otros partidos de izquierda, como ERC, en este escenario donde las alternativas de gobierno eran solo dos: o Sánchez o Feijóo.
La campaña de Yolanda Díaz ha ido de menos a más. Empezó cojeando, con la nueva coalición tocada por las heridas internas que dejó la compleja negociación de las listas. Pero después se recuperó buscando el cuerpo a cuerpo con Feijóo. Y en los trackings electorales –que se han seguido haciendo esta semana, aunque no se publicaran– fue determinante su participación en el debate a tres del miércoles pasado. Donde Díaz fue sin duda la mejor.
Pero no todo son buenas noticias para el Gobierno de coalición. La investidura no será nada fácil. Pedro Sánchez no tendrá problemas con EH Bildu, que esta vez estará en el sí. Tampoco con ERC, que no se enrocará en imposibles porque saben que una repetición electoral donde a ellos se les perciba como parte del bloqueo les puede ir peor. Pero dependerá de algo que ahora mismo no será fácil: la abstención de Junts. Carles Puigdemont es hoy el hombre que puede decidir si hay Gobierno o vamos a otra repetición electoral.
La segunda mala noticia es que ya no hay una mayoría progresista en el Parlamento español. Porque ni el PNV ni Junts son progresistas, aunque tengan aún más difícil pactar con el PP y con Vox. La posibilidad de avances legislativos, si se logra la investidura, será más lenta que con el Congreso anterior. Y a esto se suma un problema más: la mayoría absoluta del PP en el Senado, que les permitirá retrasar cada proyecto de ley. Si es que esta legislatura logra empezar a andar.
Lo llamarán “Gobierno Frankenstein”. Ya lo hacen algunos. Pero de quienes se burlan es de los españoles, de la pluralidad de un país que no refleja la mayoría de la prensa de Madrid.
Pero los votantes progresistas han logrado hoy una gran victoria moral. Porque la próxima vez que casi todos los pronósticos, casi todos los sondeos y casi todos los medios de comunicación den por muerta y enterrada a la izquierda, habrá muchas personas que desde hoy recordarán que la mayor mentira de unas elecciones es dar por hecho que todo está escrito, y que no sirve de nada votar.
*Publicado originalmente en el eldiario.es