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El estado de Estados Unidos

Sin el liderazgo de EE.UU. es probable que no se logren superar importantes desafíos desafíos globales, tornándose en crisis

Richard N. Haass

31 de marzo 2016

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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama. EFE/Shawn Thew.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama. EFE/Shawn Thew.

Nueva York.– Queda aún más de medio año antes de que se celebren las elecciones presidenciales de Estados Unidos, y es imposible saber con certeza quiénes serán nominados como candidatos para representar a los principales partidos políticos, y mucho menos quién será el ocupante número 45 de la Casa Blanca. Sin embargo, no es demasiado pronto para evaluar el estado de ánimo de los más de 320 millones de habitantes del país y lo que dicho estado de ánimo significará para el hombre o la mujer cuya candidatura prevalezca en última instancia, en la que parece ser para la mayoría de personas a lo largo de todo el mundo una novela política sin fin.

Hoy en día, el estado de ánimo dominante en Estados Unidos es uno de considerable ansiedad, e incluso uno que muestra ira pura y simple. El Washington Post publicó recientemente una serie de cuatro partes de artículos que revelan la furia popular que se dirige contra Wall Street, los musulmanes, los acuerdos comerciales, Washington, las muertes por disparos de la policía, el presidente Barack Obama, los miembros del partido republicano, los inmigrantes y otros objetivos.

Una de las peores descripciones que se aplica a una persona en la actualidad es denominarla como “político profesional”. Los beneficiarios del presente estado de ánimo son los candidatos anti-sistema que defienden políticas que van en oposición al libre comercio y la reforma migratoria y que exigen un cambio radical en las actuales políticas fiscales y de gasto. Puede que los detalles de lo que ellos defienden sean muy diferentes, pero sus plataformas comparten una promesa de cambio radical de lo que es el statu quo.

Las razones para este estado de ánimo se hacen apenas evidentes por sí solas, ya que el país está mejor económicamente en comparación a la situación en la que estuvo hace una media docena de años, durante el período inmediatamente posterior a la crisis económica 2007-2008. Se han creado más de nueve millones de puestos de trabajo desde entonces, las tasas de interés están en niveles bajos (haciendo que los préstamos para casas y automóviles sean más asequibles), y la caída en el precio de la gasolina es el equivalente a una reducción de impuestos de $700 para la familia estadounidense promedio. Por otra parte, el mercado de valores ha aumentado alrededor de 200% desde su baja de hace siete años, y millones de personas que no tenían seguro de salud ahora tienen cobertura.


No obstante, estas buenas noticias económicas se neutralizan, en muchos casos, con el débil crecimiento de los ingresos familiares, mismos que se han estancado en términos reales (ajustados a la inflación) durante aproximadamente un período de 15 años. El porcentaje de estadounidenses que trabajan a tiempo completo aún no ha alcanzado el nivel en el que estuvo hace siete años. Y, muchos temen que sus puestos de trabajo vayan a desaparecer debido a la competencia extranjera, las nuevas tecnologías o la subcontratación.

Un gran número de estadounidenses viven durante más años, pero están ansiosos, ya que no han podido ahorrar los fondos necesarios para garantizar que su jubilación les permitirá vivir cómodamente durante sus años de vejez. Algunos pagan primas del seguro de salud que previamente habían evitado, debido a las estipulaciones de la reforma llevada a cabo por la administración de Obama.

También se debe considerar el tema de la desigualdad. Este tema causa verdadera ira, pero el problema no es tanto la desigualdad por sí misma (desigualdad que si bien empeoró, no es nada inherentemente nuevo), sino lo que realmente causa verdadera molestia es la disminución de oportunidades. El sueño americano está quedando atrás, dejando el paso libre a la conciencia de clase – este es un cambio profundo para un país que se cimienta en el ideal de que cualquier persona puede mejorar su vida si trabaja fuerte y duro.

Sin embargo, las razones de la ansiedad y la ira trascienden las realidades y preocupaciones económicas. También se deben a la inseguridad física, ya sea a causa de la delincuencia o del temor al terrorismo. Asimismo, muchas comunidades se preocupan por la dirección que toman la cultura y la sociedad.

Los medios de comunicación modernos tienden a empeorar las cosas. Nuestra época es una de “difusión estrecha y dirigida” o “narrowcasting”, no una de “difusión amplia” o “broadcasting”. Las personas están cada vez en mayor sintonía exclusiva con canales por cable o sitios web que simplemente refuerzan sus puntos de vista e ideologías.

Esto no es para nada tranquilizador. El estado de ánimo nacional trasciende la campaña electoral y planteará un verdadero desafío para el nuevo presidente y para el Congreso. Las divisiones dentro y entre el partidos Demócrata y Republicano harán que sea casi imposible ceder para llegar a acuerdos y formar coaliciones que son esenciales para gobernar.

Las preocupaciones con respecto a la jubilación y la asequibilidad de la atención de salud harán que sea mucho más difícil reformar los derechos que tienen las personas a recibir beneficios gubernamentales, a pesar de que la expansión de estos beneficios hará subir la deuda nacional a niveles récord. Se culpa al libre comercio por la pérdida de empleos y este está perdiendo apoyo, a pesar de que también ha sido fuente de nuevos puestos de trabajo y de mayores posibilidades de elección para los consumidores – y ha reforzado la posición estratégica de Estados Unidos en todo el mundo. La inmigración, que durante mucho tiempo ha sido parte de la tradición del país y una fuente de talento valioso, es ahora objeto de tanta controversia que las perspectivas de reforma son muy sombrías.

El estado de ánimo de EE.UU. también puede intensificar el abordaje domestico de los funcionarios gubernamentales. Muchos estadounidenses, ya desencantados por la participación de su gobierno en asuntos internacionales después de las intervenciones en Irak y Afganistán, mismas que costaron mucho más de lo que lograron, se encuentran escépticos sobre lo que EE.UU. puede lograr en el extranjero. Los estadounidenses se sienten frustrados con sus aliados, a quienes ven como participantes que no llevan la porción justa de las cargas comunes, y están cada vez más convencidos de que el gobierno tiene que centrarse menos en el mundo y más en arreglar lo que está mal en EE.UU.

Sin lugar a dudas, algunas personas en otros países leerán todo esto con satisfacción; sin embargo, en general, estas son malas noticias para gran parte del mundo. Es menos probable que un Estados Unidos que se distrae y se divide esté dispuesto y sea capaz de tomar la iniciativa en cuanto a la promoción de estabilidad en el Medio Oriente, Europa o Asia, o en cuanto al cumplimiento de los desafíos mundiales. Y, sin el liderazgo de Estados Unidos, es probable que no se logren superar dichos desafíos, tornándose los mismos en problemas o, peor aún, en crisis.

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Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

Richard N. Haass, ex director de planificación de políticas del Departamento de Estado de Estados Unidos, es presidente del Consejo de Relaciones Exteriores y el autor del libro de próxima aparición A World in Disarray.

 

Copyright: Project Syndicate, 2016.
www.project-syndicate.org


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Richard N. Haass

Richard N. Haass

Diplomático estadounidense. Ha sido presidente del Council on Foreign Relations desde julio de 2003. Antes fue director de Planificación de Políticas para el Departamento de Estado de los Estados Unidos y asesor cercano del Secretario de Estado, Colin Powell.

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