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El eslabón más débil

Guillermo Rothschuh Villanueva

16 de octubre 2016

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                                                                                                          Ninguna persona es una isla; la muerte

de cualquiera me afecta, porque me encuentro

unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes

por quién doblan las campanas; doblan por ti.


John Donne

Mientras los periódicos hacen todo tipo de malabarismos para enfrentar la marejada que se les vino encima, sus voceadores se encuentran en una situación muchísimo peor. Están cruzando el mar encajados sobre un taburete. En algunos países —México, por ejemplo— les han cantado un réquiem. En Nicaragua subsisten en condiciones sumamente precarias. Con el paso de los años han tendido a mimetizarse. Muy pocos alegran las madrugadas leyendo en voz alta los titulares de las primeras páginas para atrapar a los lectores. Ya no recorren las calles con la alegría de antaño. Se han vuelto parcos. ¿Incidirá su mutismo en la venta de los periódicos? Como hijo de esa época, siento que sus voces se apagan de manera irremediable. Pienso que son el eslabón más débil de la cadena de distribución de periódicos. Los más esforzados en venderles son los peor remunerados. La paga recibida nunca ha sido suficiente. Nunca lo será.

El desarrollo de las ciudades, el trazado urbanístico de las zonas residenciales —con muy pocas calles de entrada o salida— y el crecimiento exponencial de su parque automotor, ha provocado un rediseño en las formas de distribución de los periódicos. En la capital el fenómeno es más agudo. El descentramiento de Managua obligó a los voceadores a situarse a las orillas de las calles y carreteras de mayor circulación vehicular. Dentro de la ciudad han optado por ubicarse debajo de los semáforos. Ninguno grita ni alza sus voces para seducir a los lectores. Los ofertan mostrando la primera página de los dos o tres diarios o periódicos que venden. Con el tiempo han logrado la fidelidad de ciertos lectores. A diario les compran el medio impreso de su preferencia. Algunos incluso los fían esperando recibir la paga semanal o quincenal. Compiten a cielo abierto —bajo sol o lluvia— para brindar su servicio de la mejor manera. Son incansables.

La construcción de decenas repartos fuera de la capital —lo que los sociólogos llaman hoy como exbur para distinguirlos de los suburbios— ha provocado un desplazamiento sustancial de sus habitantes hacia estos lugares. Los mayores núcleos poblacionales están radicados fuera de Managua. El fenómeno empieza a replicarse en otras ciudades de Nicaragua. Los congestionamientos vehiculares por las mañanas y las tardes, son el resultado de estas transformaciones urbanísticas. Son cambios de hábitos que se perfilaban desde antes que ocurriese el terremoto de diciembre de 1972. Empujados por la necesidad de asegurar sus ventas, los voceadores salen al encuentro de sus lectores. Su presencia se percibe desde la primera entrada a Las Colinas, en el empalme de la carretera Sur con la pista de circunvalación, en el empalme de la carretera nueva a León con la carretera Sur y en el aeropuerto. Todos se disputan de manera frenética a los lectores.

No obstante que la lectura en todas sus formas siempre ha sido elitista —y continuará siéndolo debito a los altos precios de los libros— personas de bajos recursos adquieren el diario o semanario que más les atrae. Al menos lo hacen una vez por semana. Son lectores cautivos. Los miércoles por las mañanas lo compran para leer de inmediato la lista de la lotería. Ansiosos busca como saber si los dos o tres vigésimos comprados salieron premiados. Una ilusión compartida por millares de nicaragüenses. Ese día lo aprovechan para leer el diario o periódico de punta a punta. Ojean ciertas páginas. Después de la lectura de la lotería, una mayoría se desplaza hacia las páginas deportivas. Muy pocos leen las páginas de opinión. Otros desde la noche anterior se conectaron a las emisoras Mundial, 580 y Megamix, con el ánimo de enterarse si esa tarde saldrán de la pobreza. La compra de ilusiones la realizan semana a semana.

Las mudanzas provocadas por Internet también han impactado en el bolsillo de los voceadores. Introdujo nuevas formas de lecturas. Las nuevas generaciones continúan desplazándose hacia la Web. Los jóvenes —en Nicaragua son mayoría— tienen la alternativa de leer los periódicos en línea, no paran de migrar hacia estos sitios. Son sus plataformas predilectas. Con la instalación del Wifi en los kioskos de diversos parques del país, aunque muchísimos de estos jóvenes prefieren navegar por Facebook, Instagram y Snapchat, una buena parte de ellos se conecta para leer los periódicos. La preferencia por los soportes electrónicos seguirá impactando en el consumo de medios impresos. Al disminuir el porcentaje de lectores, a través del papel, los más desfavorecidos son los voceadores. Cualquier afectación en su circulación, repercutirá en la bolsa de quienes salen a la calle a vender periódicos, en la búsqueda de su pan nuestro de todos los días.

El primer manotazo en la caída de la circulación de diarios y periódicos, obedeció a la hegemonía que ha tenido la televisión, en los gustos de las audiencias. Esta fue la primera manifestación de lo que deparaba el futuro inmediato a los voceadores. Muchísimas  personas optaron por la TV como medio informativo. Los cambios en las rutinas de información, no solo provocaron alarma en las salas de redacción y en los dueños de los medios impresos, también se tradujeron en un revés para los voceadores. Con preocupación vieron disminuir sus entradas. Asistían a una nueva realidad hostil a sus intereses. La gente empezó a encerrarse en sus casas a ver los telenoticieros, con el añadido del regocijo que proporciona la instantaneidad y la naturaleza lúdica de la TV. Nada ha sido igual para los propietarios de los medios impresos ni para los voceadores. Esta fue la primera crisis que tuvieron que enfrentar. Después vendrían otras.

En distintos países —así también en Nicaragua— surgieron los impresos gratuitos. Su aparición obedeció para hacer frente a la caída en la venta de anuncios. La televisión e Internet abarataron sus costos. Se volvía imperioso inventar alternativas para sortear la crisis. Banpro, la corporación dueña de El Nuevo Diario, decidió crear un conglomerado de medios impresos. Entre las novedades que ofrece está Metro Nicaragua. El experimento empezó en octubre de 2013. El ensayo se hizo con la intención de innovar campañas publicitarias más que con el ánimo de informar a los lectores. Es probable que la baja lectura de Metro se deba a que en nuestro país existe la percepción que lo regalado carece de valor. El número de personas que hace entrega de Metro a los dueños de vehículos —su meta objetivo, como prescriben sus mercadotecnistas— reciben una paga determinada. A su lado se aprecia a los voceadores sorteando su infortunio. 

En un contexto tan desfavorable debemos estar seguros que mientras existan diarios y periódicos, los voceadores no desaparecerán. Continuaran siendo parte de su cadena de distribución. Hoy sus vozarrones ya no estremecen las madrugadas. Dejaron de cantar las noticias más sobresalientes. La lectura de los titulares más impactantes hacía salir de sus casas a los lectores. En su mano derecha blandían —como prueba irrefutable— el periódico que para ellos traía el titular más impresionante. Su olfato de perros hurones ha desaparecido. El paisaje de los medios es otro. En Nicaragua nunca lograron sindicalizarse ni adquirir el peso que tuvieron en otros países. Ahora viven la agonía que padecen los impresos. Los asaltan las pesadillas de saberse mañana sin trabajo. Mientras tanto, todas las mañanas se despiertan para ofrecer el diario o periódico que satisfaga nuestras exigencias informativas. Forman parte del entramado mediático. 

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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