12 de diciembre 2022
Pienso en vos, querido Gaspar, al conmemorar el 44 aniversario de tu caída en desigual combate en Punta Orosí, Cárdenas, departamento de Rivas, junto a otros guerrilleros del Frente Sur “Benjamín Zeledón”. Tenías entonces 37 años, pero nos parecías más grande. Fuiste de los sacerdotes y religiosas que guiaron a los chavalos y chavalas de entonces en el cuestionamiento frente a las injusticias que padecíamos. En tu querida comunidad de Tola, tu figura y tu voz permitieron construir un puño incuestionable que se sumó a la lucha, que por aquellos tiempos tuvo que ser con las armas en la mano y a la que, consecuentemente, te sumaste hasta entregar la vida.
Querías, como la mayor parte de nuestra generación, una Nicaragua libre de dictadura, libre de la guardia represiva, libre de calabozos y torturas para quienes piensan diferente. Libre de corrupción y chantajes. Pero también querías una Nicaragua con justicia social. Trabajo honrado para todos. Tierra para los campesinos y campesinas. Fin de la odiosa discriminación a las mujeres, como lo escribió Carlos Fonseca. Te entregaste a la lucha por amor a los humildes y explotados, soñando una Nicaragua transformada.
Tengo que decirte, Gaspar, con profunda vergüenza y tristeza, que tu amada Nicaragua sufre ahora los mismos dolores y sufrimientos de entonces. Y quizá peores. Es cierto que en muchas partes nuestro sueño de transformación y justicia luce derrotado, porque millones de seres humanos viven en la exclusión social, en condiciones infrahumanas, y aún hay millones que padecen hambre y sed, no solo física, sino también de justicia.
El mundo parece girar en sentido contrario, y la riqueza se concentra cada vez más en pocas manos, mientras nuestro planeta sufre también la explotación voraz, extractivista de las grandes empresas que se lucran de los recursos naturales, sin importarles el desequilibro del planeta, la muerte de las especies y el futuro de la humanidad.
Pero, además de esas injusticias, tu amado pueblo de Nicaragua sufre hoy otra dictadura. Y no podrás creerlo, Gaspar, los autores son algunos de los vistieron el verde olivo revolucionario y vieron a tantos de nuestros hermanos y hermanas caer para que en Nicaragua no hubiese nunca más dictaduras.
Increíble, Gaspar, pero una parte de tus compañeros de entonces se volvieron represores del pueblo, se convirtieron en tiranos, peor que los Somoza. Han asesinado gente tan solo por protestar contra la concentración del poder en pocas manos. Tan solo por levantar la bandera azul y blanco. Si. Se trata también de guerrilleros de antes, que fueron entonces capaces de arriesgar su vida, pero que ahora ―parafraseando a nuestro Eduardo Galeano― tienen terror de perder sus bienes materiales, privilegios y poder.
Otros y otras que sufrieron cárcel y torturas, ahora fingen que no oyen, que no ven, y no tienen voz, volviéndose cómplices de los dictadores. En esta cruel situación, centenares están presos. Provienen de todas las corrientes de pensamiento, de todas las posiciones políticas, y que sencillamente aspiran al fin de la nueva dictadura.
Muchos de los sandinistas que luchamos ayer, seguimos haciéndolo hoy. Hugo Torres ― a quien conociste en la lucha―, murió como prisionero, asesinado por esta dictadura que aún no da explicaciones. Dora María Téllez sigue injustamente presa, en confinamiento solitario, por más de 500 días. Y, ¿te acuerdas de la Pinita Gurdián, a quien conociste en las Jornadas de Vida Cristiana? Tiene presa a su hija Ana Margarita, junto a decenas de mujeres y hombres cuyo único reclamo es libertad y democracia para Nicaragua y justicia para los asesinados.
Aprovecho, querido Gaspar, para informarte que Ernesto y Fernando Cardenal fallecieron, y que hasta su último aliento estuvieron al lado del pueblo denunciando a la dictadura de Ortega y Murillo.
Pero no todo es triste, Gaspar, en medio de semejante afrenta para los ideales, valores y utopías por las que vos caíste, se levantan nuevas generaciones que están resistiendo, ahora en forma no armada. Y somos muchos los que pensamos que la sangre derramada ayer y hoy no será en vano. Que hay una continuidad histórica y vínculos entre los sueños de ayer y los que levantan hoy, muchos desde comunidades aterrorizadas o en el exilio, el destierro o la cárcel.
Hay esperanzas, Gaspar, para Nicaragua y el mundo.
Como dijo Sandino: ―¡Mientras Nicaragua tenga hijos e hijas que la amen, Nicaragua será libre! Hasta donde estés, Gaspar, nuestro renovado compromiso de continuar tus nobles enseñanzas, vigentes hoy, como ayer, cuando partiste hacia las estrellas.
Gaspar, puedes estar tranquilo, desde tu Asturias querida, tu ejemplo sigue disparando auroras que nos iluminan a todos.