17 de noviembre 2015
El precandidato presidencial del Partido Republicano, Donald Trump, ha alcanzado notoriedad por sus rabiosas declaraciones en contra de los inmigrantes. Con justa razón, sus anuncios provocan repudio en los países latinoamericanos y en la población hispana de Estados Unidos.
Por otra parte, golpean las puertas de Europa centenares de miles de refugiados y migrantes provenientes de África y de los países árabes huyendo del hambre, la opresión o la guerra. Son conmovedoras las imágenes de seres humanos que por montones arriesgan su vida por mar y tierra en busca de sobrevivir, o de paz, o de una oportunidad para rehacer su presente y su futuro. La imagen de un niño ahogado, cuyo cadáver reposaba a la orilla del mar, conmovió la conciencia de millones.
En este contexto, son comprensibles las solidarias y humanitarias expresiones de Daniel Ortega, el 5 de noviembre pasado, hace menos de dos semanas, cuando recibió las cartas credenciales de la nueva Embajadora de Alemania, señora Koenig. En esa oportunidad Ortega expresó lo siguiente:
"Quiero decirle, querida Embajadora, aquí ante los Hermanos Embajadores, sobre todo de Pueblos Centroamericanos como el Pueblo salvadoreño, que, cuánto admiramos y reconocemos la firmeza, la valentía de la Canciller que ha abierto las puertas de Alemania a la inmigración. O sea, la Canciller Merkel pagando los costos que ha tenido que pagar frente a los que, con un pensamiento totalmente fuera de la Historia ya, piden la expulsión y el cierre de la entrada de los inmigrantes".
Eso dijo Ortega. Declaró que quienes expulsan o cierran las fronteras a los inmigrantes carecen de valentía y de firmeza. Además, se encuentran, según sus propias palabras ¨fuera de la Historia”. Lo dijo hace apenas dos semanas ¿Quién podría discrepar de esas frases?
Sin embargo, el personaje que expresó estas palabras es el mismo que envió un batallón del ejército, helicópteros y policías antimotines para reprimir y expulsar por la fuerza a centenares de migrantes cubanos que pretendían transitar por Nicaragua. Ortega ordenó cerrar la frontera, mientras la policía, al servicio del régimen, expresó en un comunicado: "…fuerzas especiales de la Policía Nacional, ejecutaron acciones operativas, teniendo como resultado que los inmigrantes cubanos fueron regresados a territorio costarricense".
Ya sabemos a qué se refiere la policía cuando habla de acciones operativas. Por supuesto, también sabemos cómo fueron regresados los cubanos a territorio costarricense.
Volviendo al acto de presentación de credenciales, Ortega fue más allá y afirmó:
"Bien sabemos lo que significa abrirle las puertas a la inmigración. Es una Europa que está en crisis, que está luchando para ir saliendo de la crisis, donde Alemania es el punto de apoyo…Y Alemania da el ejemplo abriendo las puertas a esa inmigración que está llegando a Europa, no porque quisiera llegar como está llegando, arriesgando la Vida por miles, por millones ya; sino que está llegando víctima de las guerras…
Y bueno, ahí está Alemania dando un ejemplo, un ejemplo de Humanismo que tanto demandan en estos Tiempos nuestros Pueblos… Humanismo para que se puedan abrir las fronteras por todos lados; sería lo ideal, y no estar en situaciones donde se cierran fronteras. Más bien ¡que se abran fronteras!".
Eso dijo.
Ortega habla de humanismo y muy ufano y presuntuoso proclama: ¡que se abran las fronteras!
Más allá de si el gobierno de Costa Rica intentó, o no, concertar con el gobierno de Nicaragua una solución al problema planteado por los migrantes cubanos, si Ortega fuera coherente con sus palabras está obligado a ofrecer una respuesta humanitaria, agua, alimento y cobijo, y no las raciones de gases lacrimógenos que recetó a los cubanos.
Argumentar soberanía es simple y sencillamente una patraña más. Una patraña que repiten e intentan justificar los comensales del régimen. Si ese argumento fuera válido, tendríamos que aceptar que fragatas europeas hundan las precarias lanchas de los migrantes, o que Grecia cierre sus costas y los deje que fallezcan en la intemperie del océano.
Ortega da el consejo y se queda sin él. Se tratada únicamente de un acto de hipocresía más. Mentiritas, o mentirotas dulces para los oídos de embajadores. Mentirotas que rápidamente fueron desnudadas por los hechos.
Pero además de hipocresía y falta de humanidad, se trata de una muestra palpable de ingratitud, por cuanto somos un país de migrantes. Más de un millón de nicaragüenses residen en el exterior y al menos medio millón residen en Costa Rica, buena parte en condición irregular.
¿Qué diríamos o pensaríamos o sentiríamos o haríamos los nicaragüenses si viéramos a las autoridades salvadoreñas vapuleando a los nicas que entran o transitan ilegalmente por su territorio? ¿O en Guatemala? ¿O en Costa Rica, donde entran por miles? ¿O en México?
El precandidato republicano, Trump, pregona su política anti-inmigrantes y declara su intención de expulsarlos hacia sus países de origen, afirmando que de llegar a la presidencia construirá un muro para cerrar la frontera sur de Estados Unidos. Son discursos de precandidato.
Ortega se le fue arriba a Trump. Él colocó ya su muralla. Una muralla de antimotines, helicópteros, batallones del ejército, aderezada con gases lacrimógenos.
Tenemos ya nuestro propio D. Trump.