Guillermo Rothschuh Villanueva
4 de julio 2021
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La cárcel, los allanamientos, el exilio de buena parte del periodismo nicaragüense, provoca desasosiego y desesperanza
Periodistas y camarógrafos evitan una “carga policial” durante el allanamiento de la casa de la precandidata Cristiana Chamorro. Foto: Nayira Valenzuela
“La libertad es siempre y exclusivamente
libertad para aquel quien piensa diferente”.
Rosa Luxemburgo
La relación prensa-gobernantes luce sombría para el periodismo nicaragüense, para estos días el desencuentro volvió a intensificarse. No ha existido la más mínima posibilidad de entendimiento. Las contradicciones han arreciado. Los periodistas siguen siendo perseguidos y encarcelados. Los márgenes para la crítica han disminuido. La polarización política aumentó a niveles extremos. Nunca creí que la posibilidad de un acercamiento entre distintos actores nacionales se vería trancada. Sería ventajoso crear condiciones encaminadas a encontrar salidas a la crisis que vive Nicaragua. El arte de la política radica en hacer posible lo imposible. Urge incentivar acuerdos entre las partes discrepantes. Nada más apremiante que concentrar esfuerzos en esta dirección.
El creciente número de periodistas llamados a la Fiscalía, el allanamiento de las viviendas de Carlos F. Chamorro y Miguel Mendoza, la salida intempestiva hacia el exilio del periodista Julio López, las detenciones de precandidatos presidenciales; de empresarios, militantes, líderes y dirigentes de partidos políticos, inevitablemente tenían que causar preocupación dentro y fuera de Nicaragua. Las citatorias a los periodistas no cesan. Estando de por medio elecciones de autoridades nacionales, el próximo 7 de noviembre de 2021, las medidas no dejan de provocar alarma. Sus repercusiones en el ánimo de muchos nicaragüenses son evidentes. En momentos que se requiere que la sociedad se encuentre distendida, los nicaragüenses viven las tensiones derivadas de esta situación.
Era lógico suponer que en la misma medida que los periodistas eran asediados y perseguidos, en esa misma proporción sería su respuesta. Las mejores contiendas son las que se libran en el campo político-ideológico. El problema en Nicaragua es que muchos no saben asimilar las críticas. En las democracias ningún funcionario público está libre de cuestionamientos. Los más abiertos y receptivos deberían ser los gobernantes. El debate y la discusión resultan claves, igual que moderación en el uso del lenguaje. Hay que mostrarse tolerantes con quienes discrepan. El contragolpe a los señalamientos de Miguel Mendoza ha sido desproporcionado. La cárcel no puede ser la respuesta a quienes cuestionan el ejercicio del poder. Una asimetría abismal. Totalmente desmesurada.
Las desavenencias entre periodistas y gobernantes son de vieja data, siempre existirán. Los desacuerdos no pueden zanjarse encarcelando a quienes disienten de la forma que es manejada la cosa pública. La mejor forma de conseguir que la democracia germine está relacionada con la manera que los sectores antagónicos resuelven sus conflictos. Ha resultado sumamente difícil extirpar los adjetivos altisonantes entre quienes libran estas batallas. La crítica es consustancial al ejercicio del poder. Forma parte de las respuestas que dan determinados sectores sociopolíticos a los mandatarios. Es inaceptable que la réplica a los sectores que muestran desacuerdos, sean las agresiones físicas, la cárcel y orillarlos hasta obligarlos a partir al exilio. ¿Qué hacer para que las cosas cambien?
Siempre albergué la convicción que el ejercicio rutinario del manejo del poder político, constituía una forma de aprendizaje para quienes tienen al toro por los cuernos. Una ley elemental de la política es que entre más se profundiza la crisis, más creíbles resultan las denuncias de que en el país existe una angustiante situación política. El exilio de buena parte del periodismo nicaragüense, provoca desasosiego y desesperanza. Un profundo malestar. Si algo revelan las detenciones de los nicaragüenses ante los ojos del mundo, es que las cosas han empeorado en Nicaragua. No puede haber una lectura distinta de los acontecimientos. Los reflectores de la prensa internacional obedecen a la cantidad de personas apresadas o exiliadas. Constituye equivocación pensar lo contrario.
El sociólogo estadounidense Wright Mills, creaba escenarios para saber cuándo algo caminaba mal en una sociedad. Si en un país de diez habitantes, dos no tienen empleo, no hay ningún problema. Si en un país de diez habitantes cuatro personas casadas se divorcian, habría que abrir bien los ojos. Si en un país de diez habitantes seis desean abandonarlo, significa que algo no camina bien y debería subsanarse. Cuando el 50% de la prensa es asediada, no hay duda alguna que las cosas andan mal en Nicaragua. El hecho que los periodistas salgan por veredas para no ser apresados sin habérseles iniciado juicio, señala graves fallas en el entorno jurídico-político. ¿Qué hacer para encontrar salida a todo lo acontecido? Se trata del mayor desafío para quienes gobiernan el país.
La atmósfera política se está volviendo irrespirable, muchas personas decidieron no continuar opinando sobre la actual situación sociopolítica. En las redes sociales decenas de nicaragüenses han expresado que prefieren autocensurarse que sufrir represalias. Periodistas que habían mantenido una crítica constante, expusieron que no seguirán cuestionando las circunstancias por las que atraviesa el país. Otros más precavidos lo hacen parapetándose detrás del anonimato que ofrecen las redes. Una sociedad tiende a enconcharse cuando siente miedo. Los márgenes para que la gente pueda expresarse sin temor siguen reduciéndose. En este contexto, muchos nicaragüenses insisten en plantear sus críticas. Siempre será mejor optar por el debate cívico. Una verdad incuestionable.
Mantener una política de asedio contra periodistas opuestos al comandante Ortega, indica que el dispositivo informativo y propagandístico gubernamental no ha rendido los frutos esperados. Un mal presagio. Siendo hoy en día la televisión uno de los medios más seductores debido a su naturaleza lúdica, ¿por qué razón los gobernantes, controlando un alto porcentaje de la parrilla televisiva, acosan a periodistas desafectos? ¿Sus críticas los sobrepasaron? Siempre he cuestionado la manera de hacer periodismo de los medios oficialistas y oficiosos. En las discrepancias político-ideológicas lo más importante consiste en generar credibilidad. Es el corazón de la contienda. La cuarta pata que hace falta a estos medios. ¿Cómo construirla? Ahí radica la esencia del secreto.
Parte del empecinamiento contra los periodistas en Nicaragua, se debe a su terquedad. Ni en los peores momentos han desistido de cuestionar e informar sobre el acontecer nacional. Un alto porcentaje continúa sin autocensurarse. No deponen sus banderas. Lo deseable sería que la maledicencia y estigmatización entre las fuerzas oponentes desaparecieran. Es un recurso extremo. ¿Estaré pidiendo peras al olmo? Como en ocasiones anteriores, algunos me tildarán de iluso. Ninguna invitación a la cordura está de más. ¿Únicamente son legítimos los llamados hechos desde fuera y no los formulados desde dentro por los nicaragüenses? Hay que allanar cuanto antes el camino para minimizar el sufrimiento del pueblo nicaragüense. Esta es la gran apuesta.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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