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El desafío para Estados Unidos es inminente

Tanto despotricaron contra Trump, que era impensable creer que Biden asumiría una actitud idéntica. El desengaño llegó demasiado pronto

Donald Trump hizo campaña como un populista

Guillermo Rothschuh Villanueva

3 de octubre 2021

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Basta atenernos a los hechos, para comprender que no hay manera de hacerlos cambiar. ¿Su composición genética se transformó en una variable socio-política que impide todo cambio en la actuación de los gobernantes de Estados Unidos? Cada elección de un nuevo presidente, abre para algunos las puertas de la esperanza. No solo para con su propia gente, también para muchos pueblos del mundo. La credibilidad otorgada a los compromisos adquiridos con sus electores, muestra la confianza de los estadounidenses en la posibilidad de un cambio de actitud. ¿Cuántas veces se necesita depositar la fe en los políticos, esperando cumplan sus ofertas de campaña? ¿Quién podría darme respuesta?

¿Será en definitiva que lo dicho por el sociólogo Paul Lazarfeld, afirmando que las promesas electorales en Estados Unidos, habría que tomarlas como esos flirteos que los novios hacen a sus prometidas, pero una vez casados tienden a incumplirlas? Todo indica que Lazarfeld tenía sobrados motivos para dejar constancia de esta realidad. A la vuelta de unos meses, ante el incumplimiento de los mandatarios, surge una nueva decepción, para renovar cuatro años después los mismos sueños. ¿Son tontos o será que les gusta el engaño? El fenómeno no solo acontece dentro de las fronteras de Estados Unidos, igualmente ocurre en sociedades como las nuestras, donde los engaños son permanentes. 

Con Joe Biden no hubo que esperar mucho, solo habían transcurrido cuarenta y un días, cuando nos percatamos de lo cercano que estaba su política exterior, de la del vilipendiado Donald Trump. La urgencia de las vacunas para enfrentar el coronavirus desnudó a su administración. La portavoz, Jen Pasaki, hizo saber que la prioridad eran los suyos y hasta después “estaría abierta a otros pasos”. Sus declaraciones hicieron evocar de inmediato a lo expresado por Trump en su toma de posesión: “Estados Unidos first”. Pasaki no anduvo con dobleces. Al menos fue sincera al dejar sentado el tipo de conducta que tendríamos que esperar de la nueva administración. Más sincera no pudo ser.

El especialista en geopolítica, Lluís Bassets, al hacer un breve recuento de la gestión del presidente Biden, puso el dedo sobre la llaga. Se creyó que la vuelta al poder de los demócratas, marcaría un nuevo derrotero. El más caro deseo de políticos y dirigentes de diferentes latitudes. Albergaban la creencia que todo sería distinto. Tanto despotricaron contra Trump, que era impensable creer que Biden asumiría una actitud idéntica. El desengaño llegó demasiado pronto. Su comportamiento ratifica que las diferencias entre republicanos y demócratas apenas cuentan. Están próximas a quienes sostienen que sus desacuerdos son nada más de estilo, unos van a misa de ocho y otros a misa de cinco. 


El recuento hecho por Bassets demuestra que sus discrepancias en política exterior: multilateralismo, diplomacia, compromisos internacionales y alianzas, no son tales. La comparecencia de Biden en la Asamblea General de Naciones Unidas, el martes 21 de septiembre (2021), sirvió de escenario para que afirmara con toda claridad, que sus palabras “van por un lado, tal como estaba previsto, pero los hechos, los últimos acontecimientos, van por otro”. Nada extraño en un político curtido, miembro del “establishment”, reducto acremente criticado por el republicano Trump. El hiato entre las palabras y su actuación, es enorme. Muchísimas personas creían imposible este comportamiento. 

La caracterización de Bassets aclara los nublados, en su recuento incluye todos los incumplimientos de Biden y remarca su parecido con Trump, un hombre contra el que denostaron y mandaron a la hoguera, por llevar adelante lo que hoy el nuevo presidente ha dado muestras, que constituye el núcleo duro de su política. “El multilateralismo de su discurso no se corresponde con la salida unilateral de Afganistán, con la devaluación de la OTAN gracias al Aukus, la nueva alianza indo-pacífica con Australia y Reino Unido. Tampoco le acompañan las imágenes infamantes de los emigrantes haitianos perseguidos a caballo por los guardias de frontera en Texas”. Expone la falsedad de Biden frente a todo lo prometido. 

Nada de lo actuado por Biden debería extrañarnos. Incluso la matanza de ciudadanos civiles afganos —daños colaterales en la jerga militar— alcanzados por un dron estadounidense. Durante la gestión de otro demócrata —Barack Obama— se produjo la mayor expulsión de migrantes hecha por un gobernante. Igual hizo Bill Clinton, con la salvedad que este se había comprometido expresamente a dar un trato distinto a los haitianos. Creyendo que las promesas del candidato demócrata eran ciertas, una vez instalado en la Casa Blanca, se lanzaron a la mar en busca de la tierra prometida. Clinton despachó una fragata para interponerla en el camino de los haitianos y regresarlos a casa.

El varapalo más duro dado por Biden ha sido contra Francia, un aliado secular. El presidente Emmanuel Macron quedó atónito. Totalmente desconcertado. La suscripción de un nuevo acuerdo con Australia, India y Reino Unido, resultó un golpe del que no acaban de reponerse. “… el engaño y el desprecio de una diplomacia de nuevo secreta, entre países ligados por el lazo transatlántico de 70 años y por una alianza defensiva, la OTAN, considerada como la más exitosa de la historia”, tenía que causar escozor entre los franceses y perplejidad entre los europeos. Las críticas de Trump a la OTAN —nada parecidas a lo actuado por Biden— produjeron un alud de cuestionamientos. La prensa mantiene hoy un perfil bajo.

Para el especialista en geopolítica, son más las semejanzas políticas entre Trump y Biden, que las diferencias que podrían atribuírseles. El símil al que recurre Bassets, no deja espacio a la duda. Biden es “Como Trump, pero sin twitter”, aseveró. Un gancho cruzado a la mandíbula. El porrazo invita al análisis. Cada quien está llamado a hacer su propio recorrido de lo que lleva Biden encajado en el poder, para comprobar que Bassets se ajusta a la verdad. Se atiene a los hechos. Al mandatario estadounidense solo le hace falta recurrir de manera compulsiva a Twitter, para asemejarse aún más al político más cuestionado por los demócratas, únicamente para terminar pareciéndose a él. 

Después de tantos desconsuelos y mentiras, ¿a qué factores o circunstancias atribuir que el electorado estadounidense continúe dando crédito a los engaños de sus presidentes? Estoy seguro que en gran parte se debe a las políticas informativas de los medios de comunicación. Su sostén radica en la manera que operan los grandes medios impresos y las cadenas televisivas. Son sus aliados estratégicos. En la medida que los usuarios de las redes vayan haciéndose cargo cada vez más de la política —Trump demostró su enorme poder galvanizador— y el electorado mude hacia estos nichos, las desavenencias entre redes-medios-electores continuarán profundizándose. Algo totalmente previsible.

¿Cómo hacer para lograr una rectificación en el proceder de los encargados de guiar el destino de la ciudadanía estadounidense? Cada traspiés de sus mandatarios incide de manera negativa en la conservación de un liderazgo mundial en declive. Los pueblos son conscientes de esta realidad. El ascenso del dragón amarillo luce radiante. Como apuntó hace buen rato Paul Krugman, los chinos continúan desarrollándose y avanzando, no sostienen guerra con ningún país y durante la pandemia fueron los primeros en mostrar su apoyo a 21 países, urgidos de asistencia médica ante el avance incontenible de la pandemia. El desafío que enfrenta Estados Unidos es inminente.  


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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