27 de marzo 2024
Hace algún tiempo participé en un estudio, entre académico y político, sobre las medidas aplicadas por Estados Unidos al régimen de Ortega en los últimos años. La principal conclusión del estudio fue que, en los dos períodos presidenciales recientes, la Administración Trump y la Administración Biden, la iniciativa política tuvo como soporte e impulso el consenso bipartidista en el Congreso. Esta conclusión derivó del hallazgo medular de la investigación: Se pudo establecer que las principales medidas adoptadas por el Ejecutivo norteamericano fueron, por así decir, reacciones a iniciativas originadas en congresistas.
En unos casos estos impulsos tomaron la forma de iniciativas de ley, como la Nica Act, en sus primeros intentos; en otras ocasiones fue la aprobación de leyes como la misma Nica Act, en su versión final, y la Ley Renacer; en otras oportunidades el empuje provino de comunicaciones oficiales suscritas conjuntamente por líderes republicanos y demócratas. Como corolario llegaron a posteriori las órdenes ejecutivas, sanciones o medidas. Tal como suele ocurrir en política, con seguridad detrás de cada uno de esos procesos públicos se movieron otras dinámicas en las sombras.
Traigo a colación el estudio en cuestión a propósito de la reciente comunicación que enviaron líderes republicanos y demócratas, en conjunto, alentando a la Administración Biden a intensificar las medidas de presión contra la dictadura de Ortega. Se trata de un planteamiento coherente e informado, al cual es probable que contribuyeran algunas mentes discretas nicaragüenses.
Hay dos temas que, de entrada, llaman la atención en este episodio.
El primero es cómo al margen de las enconadas disputas entre republicanos y demócratas que, por lo que todo mundo ve, no se ponen de acuerdo en casi en nada, pudieron lograr un consenso político sobre Nicaragua, a pesar también de las crispaciones que provoca un año electoral particularmente espinoso. Llama la atención cómo, a pesar de los agudos problemas y desafíos que enfrenta Estados Unidos: Ucrania y Rusia, Israel y Palestina, medio oriente, China, divergencias sobre presupuesto y migraciones, más los agobios de una sociedad polarizada a niveles extremos, los líderes del Congreso tuvieron oxígeno para abrir una ventana que enfocara hacia Nicaragua.
El segundo asunto que llamó mi atención es la relativa falta de resonancia que registró la acción bipartidista. Pareciera que para buena parte de liderazgos y organizaciones opositoras democráticas nicaragüenses la operación de los congresistas “pasó de noche”. Lamentablemente a algunos vociferantes les importan más y les ocupan más los aplausos a Milei, o el intercambio de pedradas sobre Bolsonaro, Israel, Lula, izquierdas, derechas, Palestina, la polarización electoral norteamericana y otros temas del mismo tenor, que la lucha por la democracia en nuestro país.
Pero bueno, lo que queremos destacar aquí es la reactivación del consenso bipartidista.
En su momento, en uno de nuestros comentarios en Vamos al Punto, adelantamos la opinión de que a partir de esa carta debíamos esperar algún movimiento por parte de la Administración Biden. No era necesario ser vidente: Como era de esperarse, las cosas comenzaron a moverse.
Es en este contexto que debemos situar la acción del Departamento de Estado y del Departamento de Comercio de Estado Unidos de incluir al régimen de Ortega entre los Gobiernos proscritos en materia de exportación e importación de artículos de defensa, léase principalmente armas. Solo había 15 países en esa lista.
Cierto es que desde el punto de vista estrictamente militar no es una medida de gran repercusión ya que los guardianes de la dinastía —que también llaman Ejército de Nicaragua— disponen de armamento y fuentes de aprovisionamiento provenientes de otras latitudes, sobre todo Rusia. Pero también es cierto que se trata de un mensaje político directo. Directo y significativo. Recordemos que hasta hace poquísimos años el jefe de los guardianes de la dinastía se pavoneaba con sus relaciones políticas y militares con el Comando Sur de Estados Unidos y posaba con altos mandos militares “gringos”.
¿Qué hacer? ¿Nada más verla pasar?
Obviamente, no.
Podemos adoptar una de las siguientes actitudes: A lo gringo: Too little, too late (muy poquito y muy tarde). La otra es “un consuelo a la nica”: Más vale tarde que nunca. La tercera, también “a la nica”: Peor es nada. Lo que no podemos es cruzarnos de brazos.
Ante todo, es imperativo al menos tomar nota de la lección que ofrecen los congresistas estadounidenses: Por encima, o a la par, de las contradicciones y tensiones es posible alcanzar acuerdos en temas donde los intereses y perspectivas convergen. Tomar nota y, más aún, aprender la lección.
La línea de acción más sustantiva es alimentar el consenso bipartidista recién reactivado pues, hasta ahora, han sido los propios grupos nicaragüenses los que desaniman ese consenso al llevar sus discrepancias y desplantes a veces con rabietas y pataletas ante retinas y oídos de congresistas. Es posible y necesario rectificar. Los nicaragüenses residentes en Estados Unidos, en particular quienes ostentan la ciudadanía y son electores, tienen ante sí una formidable oportunidad de cumplir con nuestro país.
Los liderazgos y organizaciones más caracterizadas al menos deberían animar a los liderazgos —republicanos y demócratas— de ese consenso, cada quien según su color o espacio de influencia.
También hay rutas prácticas. Por ejemplo: En el marco del CAFTA se consignan obligaciones laborales que la dictadura incumple. ¿Por qué no levantar banderas en favor de trabajadores y trabajadoras de las zonas francas para que la dictadura mejore condiciones laborales y respete sus derechos? Se puede alentar al Ejecutivo estadounidense a concretar las medidas que el convenio posibilita. De este modo se juntarían tres objetivos claves: Conectar con un segmento importante de trabajadores nicaragüenses a partir de sus intereses y angustias, presionar al régimen y descobijar su discurso hipócrita en favor de los pobres.
Por otra parte, la aplicación —o falta de aplicación— de la Ley Renacer amerita un análisis profesional, desde perspectiva nicaragüense, que identifique los vacíos en su implementación y las potencialidades que ofrece.
Un último ejemplo es con el Fondo Monetario Internacional. Es urgente impulsar a la Administración Biden y a la que venga en el futuro a alinear sus discursos y declaraciones políticas con las decisiones que en sentido contrario adoptan sus representantes en el Directorio Ejecutivo de esa organización.
El consenso bipartidista puede ser un formidable punto de apoyo para avanzar en rutas como las indicadas, y seguramente en otras.
En fin. No podemos limitarnos, una vez más, a “verla pasar”.