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El canal y la descapitalización de Wang Jing

Es lógico temer que si Wang Jing fracasa con sus propias finanzas, tampoco tendría la capacidad de manejar las finanzas de otros

El empresario Wang Jing, cuando todavía viajaba a Managua, para promover el canal que nunca llegaría a construir. EFE/Jorge Torres.

Rene Martin Escoto

17 de noviembre 2015

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La capacidad empresarial el ciudadano chino, Wang Jing, deberá demostrarse, entre otras cosas, en una exitosa y eficiente estructuración financiera del proyecto del canal, en términos de la participación relativa del capital de los accionistas (más costoso), por un lado, y del financiamiento vía prestamos menos costoso por parte de inversionistas, por el otro.

Usualmente los inversionistas financian aproximadamente un 70% de las mega-inversiones, es decir, en nuestro caso, US$ 35,000 millones si el costo total del proyecto logra mantenerse en US$ 50,000 millones. El ciudadano chino tendría que invertir US$ 15,000 millones de su propio capital; pero si es cierto que su patrimonio se ha reducido a aproximadamente US$ 1,000, su aporte potencial estaría bajo presión para poder estructurar el financiamiento del proyecto y su solvencia y capacidad de manejo financiero estarían siendo sujeta a un escrutinio muy minucioso (diligencia) por los inversores potenciales que él ya había identificado. Es lógico temer que si el principal accionista de un mega-proyecto fracasa con sus propias finanzas, es que tampoco tendría la capacidad de manejar las finanzas de otros.

En este contexto, y descartando el abandono del proyecto, se pueden identificar algunos posibles escenarios (que no son mutuamente excluyentes):

i) El ciudadano chino vende sus acciones en HKND a otro capitalista que esté más solvente y mejor posicionado. El Gobierno tendría que establecer una nueva alianza, dándole un aval a nivel nacional e internacional (un reto grande) para que lidere el proyecto y termine de estructurar el financiamiento. Los inversionistas de todas maneras serán muy diligentes antes de prestar dinero al proyecto.


ii) La participación esperada de los préstamos de inversionistas sube hasta un 90-95% de la inversión total. Esto es una razón adicional para una mayor diligencia por parte de los inversionistas quienes, para compensar los riesgos, podrían exigir mayores tasas de interés para los préstamos y/o términos de contratos de préstamos más duros (mayores derechos de intervención).

Un mayor apalancamiento de préstamos aumentaría automáticamente el costo del financiamiento y también aumentaría y perjudicaría la distribución y transferencia de los riesgos de la operación según los originalmente esperado y negociado entre el Estado de Nicaragua y HKND: los prestamistas podrían presionar para que la concesión se modifique más a su favor en detrimento del Estado de Nicaragua y/o HKND, la estructura financiera se vuelve más compleja, HKND perdería mucha flexibilidad, se incrementa significativamente la vulnerabilidad y se amenaza a la sostenibilidad del proyecto como resultado de una potencial insolvencia, quiebra o incapacidad de pago de los préstamos.

Ya el Estado de Nicaragua dio absolutamente todas las garantías financieras posibles a los accionistas de HKND utilizando recursos nacionales (reservas, etc.) y es obvio que muy difícilmente en las próximas décadas tendría la capacidad de hacer uso de deuda soberana para financiar una grave crisis de pago para proteger también a los inversionistas prestamistas, aun si lo deseara, a pesar de que no le correspondería hacerlo.

Pero eso no es todo. HKND, si llegara a tener una muy baja participación (5-10%), podría estar tentada eventualmente a abandonar la concesión para minimizar o contener perdidas si el negocio va mal; y si esto sucede durante la construcción del canal, el Estado nicaragüense se verá presionado, por razones políticas y/o de imagen internacional, a intervenir (independientemente las reglas establecidas en la Ley 840), tratar de renegociar la concesión y/o entrar en costosísimas demandas internacionales. En una situación como esta tendría también que lidiar inevitablemente con el manejo de los contratistas existentes involucrados en la construcción además de los inversionistas... o dejar todo a medio construir ¿Tendría el Estado nicaragüense la capacidad técnica y jurídica de hacer esto? ¿Qué experiencia tiene con crisis con mega-inversiones? ¿Cómo ha manejado de grandes proyectos de inversión nacional como las presas hidroeléctricas?

iii) Si se ha descapitalizado el ciudadano chino, lo más probable es que ahora no se puedan asegurar, con tanta facilidad, financiamientos que coincidan con los plazos del proyecto (50 años al menos). Los inversionistas, si consideran que los capitalistas promotores son ahora más riesgosos, podrían estar solo dispuestos a prestar montos menores, por periodos más cortos que los necesarios, a una mayor tasa de interés y/o ser más exigentes en la capacidad potencial y/o control del flujo de caja (p. e. los ingresos por pago de servicios de peaje) de las proyecciones financieras del proyecto de cubrir los pagos de los préstamos.

iv) Además, como consecuencia del punto anterior, en el futuro se volverá muy real el riesgo del refinanciamiento (no poder conseguir nuevos préstamos baratos para pagar los existentes más caros), que se supone es asumido por HKND en la concesión. Por lo tanto, eventualmente a lo largo de los años habría mucha presión financiera para buscar re-financiamientos con nuevos inversionistas. Aunque podrían darse refinanciamientos provechosos, en el sistema capitalista global los refinanciamientos implican luchas entre tiburones y nunca se sabe quién queda arriba, pero si se sabe que los peces menores siempre terminan en el estómago del alguno de ellos. ¿Qué pasaría con la soberanía nacional?

¿Qué opciones podría tener un Estado nacional que piensa responsablemente en el futuro?

No hay que asustarse de la complejidad e imprevisibilidad de los mega-proyectos; lo preocupante es que el Estado no intentara prever los escenarios. Sin embargo, aunque ninguna gerencia es perfecta, si debe tener capacidad demostrada de manejar los cambios del contexto y de sus capacidades internas, a tiempo. Si HKND lo está haciendo, el Estado debería saberlo como lo está haciendo y demostrar con hechos que la concesión va en buen rumbo. Una gerencia pública, o privada, que no reflexiona y actúa táctica y estratégicamente, no estaría haciendo su trabajo.

A manera de contribución, y suponiendo que se superan bien todas las fuertes controversias actuales sobre el proyecto, aquí algunas reflexiones:

i) Suponiendo que se encontraran inversionistas, es importante evitar que HKND asuma más deuda de lo que es deseable (costo sostenible de la deuda) para que el proyecto sea “bancable”. Esto además implica que el Estado debe ser muy responsable y con mucho mayor fuerza asegurar que el proyecto sea técnica y financieramente viable, incluyendo la sostenibilidad ambiental.

ii) Aprovechar el margen de maniobra que todavía podría tener para ser un accionista desde ya, en HKND ¿Existe además la posibilidad de algún tipo de apalancamiento de préstamos soberanos y así también acceder a información financiera, “tener algún pie adentro” e incidir un poco más en la estructuración financiera y en las decisiones estratégicas durante el resto de implementación del proyecto? Después de todo, el Estado ya ha dado muchas garantías y está asumiendo importantes riesgos explícitos e implícitos (pasivos). El Estado debe minimizar los riegos nacionales y asegurar que el sector privado asuma los riesgos que le competen.

iii) Procurar que el canal sea realmente internacional (a como ha sido sugerido por el Gobierno), de tal manera que una representativa gama de países sean accionistas de HKND y/o prestamistas del proyecto. Nicaragua podría dar un verdadero ejemplo al mundo de lo que podría ser un Siglo XXI multipolar, compartiendo oportunidades de manera pacífica y sostenible en todos los sentidos.

Sin caer en especulación, catastrofismo o alarmismo, es sensato pensar que, aun si el ciudadano chino de verdad no ha perdido significativamente su capital, solo la posibilidad de que así hubiera sido debe ser asumida como un fuerte campanazo, especialmente en un mundo caracterizado por la incertidumbre. El derretimiento inesperado de grandes capitales es cada vez más la regla que la excepción en el sistema capitalista mundial hoy en día. Y, si es verdad la descapitalización y el gobierno aún sigue adelante con la concesión, todavía podría estar a tiempo de actuar como estadista responsable, con visión, prospectiva estratégica y precaución.

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El autor es economista.


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