27 de agosto 2016
El bienestar social de los países nórdicos no es de muy vieja data. Si leemos la novela del noruego Knut Hamson (Premio Nobel 1920). Hambre publicada en 1890, nos damos cuenta que la situación en Noruega era sumamente crítica hacia finales del siglo XIX. De hecho, la población de los países escandinavos ha sufrido profundas hambrunas a lo largo de su historia y en diversas ocasiones han tenido que emigrar en busca de mejores condiciones de vida. Los noruegos y los suecos durante el siglo XIX y principios del XX emigraban en grandes cantidades a los Estados Unidos debido a la pobreza, y en el área donde yo vivo en Estados Unidos hay grandes comunidades de ascendencia nórdica.
Aunque estos países se han mantenido neutrales durante las grandes guerras del siglo XX, Noruega fue invadida por Hitler en 1940 y colaboró con los Nazis, pero gran parte de su población apoyó a los Aliados y combatió al lado de Inglaterra. Suecia se mantuvo oficialmente neutral pero tuvo un alto nivel de colaboración con el gobierno de Adolfo Hitler, y participó de la invasión a Rusia. Hacia el final de la guerra colaboró en las operaciones de rescate de los campos de concentración y se integró plenamente a las fuerzas Aliadas. Finlandia ha vivido toda su historia entre el imperio sueco y el imperio ruso, pasando de manos una y otra vez. En la Segunda Guerra Mundial luchó contra la Unión Soviética pero al terminar la guerra no se acogió al Plan Marshall ni se unió a la OTAN.
La prosperidad económica de los países escandinavos empieza después de la Segunda Guerra Mundial, gracias a una combinación de capitalismo industrial y preeminencia del bienestar social en la economía. En Noruega, por ejemplo, el Partido Laborista impulsó una serie de medidas económicas capitalistas, se acogió al Plan Marshall, y se distanció del bloque comunista. En 1969 se descubrieron vastas reservas de petróleo en el Atlántico Norte y hasta hoy día la explotación petrolífera sigue siendo su mayor fuente de ingreso. Suecia no posee yacimientos de petróleo, y su riqueza depende de la industria del acero, de la ingeniería, y de la industria forestal entre otros. El Partido socialdemócrata ha dominado la política sueca durante todo el siglo XX pero actualmente comparte el poder con una serie de partidos de centro y centro-izquierda. En Nicaragua recordaremos siempre a su primer ministro, Olof Palme, quien fue un abierto aliado de la revolución sandinista, y murió asesinado en una calle de Estocolmo mientras salía del cine con su esposa. En Finlandia el poder lo tiene el Parlamento, compuesto por 200 miembros y elegidos por representación popular. El Primer ministro y su gabinete responden al Parlamento, el que puede destituirlo o confirmarlo periódicamente.
Noruega tiene ahora el cuarto lugar en ingreso per capita en el mundo y el número uno en el Índice de desarrollo humano. Suecia llegó a ocupar uno de los primeros lugares en las décadas pasadas pero ahora ha caído al número 14, en parte debido a la integración de políticas neoliberales en las últimas décadas, y como dije en un artículo anterior, ha caído más en la especulación bancaria y de bienes raíces, sufriendo por tanto los embates del crisis del 2008. Basta leer la trilogía de Stig Larsson, “Millenium” para entender que hay cierto nivel de corrupción en la sociedad sueca. Finlandia ocupa uno de los primeros lugares del mundo en desarrollo humano. Con una geografía sumamente difícil, y sin recursos energéticos, ha logrado desarrollar una economía tecnológica sumamente productiva, con grandes logros en el desarrollo de la industria maderera, electrónica y técnica. El sistema de educación de Finlandia es uno de los mejores del mundo, es totalmente gratuito a todos los niveles, y cubre al 100% de su población.
Una de las principales razones para el éxito de estas sociedades es el bajísimo nivel de corrupción administrativa. En Noruega prácticamente no existe la corrupción en la administración pública y creo que en gran medida esto se debe a la ética luterana que impera en el país. Contrario a lo que uno se imaginaría, en Noruega no hay separación de religión y estado. Para ser elegido miembro del gabinete de gobierno la persona tiene que ser miembro de la iglesia Luterana. Tres veces se ha sometido a sufragio el cambio de esta política y las tres veces ha sido derrotado. El principio ético que rige a los luteranos les exige ser personas honestas, rechazan el boato y el exceso de bienes materiales, y consideran que el principio fundamental de su espiritualidad está en la lectura de la Biblia y en la relación directa con Dios. Recordemos que la gran revolución de Martín Lutero fue rechazar el monopolio que la Iglesia Católica tenía en la administración de las indulgencia, y luchar contra la corrupción en el seno del episcopado. El sacerdote, como intermediario entre los hombres y Dios era un principio de corrupción, cobrando por los sacramentos y sirviendo a los poderosos. De esta forma, en Noruega el servicio político es visto como un verdadero servicio a la comunidad, y no como una oportunidad para el bienestar personal y el enriquecimiento individual. Finlandia también tiene un índice de corrupción bajísimo, y es el país con mayor nivel proporcional de cooperación internacional. Durante décadas Finlandia fue el país que proporcionalmente daba más donaciones a Nicaragua, y hoy día continúa colaborando con muchísimos países del tercer mundo.
Los países escandinavos mantienen una relación especial con la Unión Europea. Noruega no perteneces a la Unión Europea pero es parte del Acuerdo Schengan, mantiene su moneda, la corona noruega, pero participa de muchos acuerdos de libre comercio con el resto de Europa. Suecia por el contrario sí forma parte de Unión Europea pero mantiene su moneda, la corona sueca. Finlandia ha tenido que mantener el balance entre la Unión Soviética y Europa occidental. En 1995 se integró a la Unión europea, adoptó el Euro, y actualmente ocupa el tercer lugar en términos de su productividad económica. Los finlandeses creen profundamente en el respeto a ley y en base a eso se opusieron a apoyar a Grecia en la crisis financiera. Finlandia se ha beneficiado de las relaciones comerciales con el resto de Europa y mantiene un delicado balance con sus vecinos rusos.
Los escandinavos a menudo aparecen a la cabeza de los índices de felicidad humana. El factor más importate en estos sondeos de índices de felicidad es la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Saber que el estado te protege, que las cortes van a actuar en forma imparcial en el momento que uno tenga que recurrir a ellas, y que las autoridades están trabajando para el bien común, y no para una camarilla, una élite o una nomenclatura, representan el primer y principal factor del índice de felicidad de los seres humanos. Después vienen elementos como el nivel económico de vida, el acceso a los servicios de salud y educación, además de una serie de factores secundarios incluyendo el usar zapatos cómodos. Muestra de esto es que el único político que cayó cuando se revelaron los papeles de Panamá fue el primer ministro de Islandia, que históricamente formó parte del reino de Suecia.
En Nicaragua tenemos mucho que aprender de estas sociedades escandinavas. La corrupción administrativa es y ha sido siempre el principal problema de las sociedades hispanoamericanas. La ética protestante tiene mucho que enseñarnos a los católicos, y la iglesia católica tiene que jugar un papel fundamental en la creación de individuos probos, que estén dispuestos a trabajar por el bien común. Pero para eso primero tiene que depurarse a sí misma. La creación de un sistema judicial independiente y justo es fundamental para el desarrollo económico y social. Mientras no tengamos confianza en nuestras instituciones no podremos salir adelante, y el ejemplo debe venir de los gobernantes. No podemos pedirle honradez al tendero cuando el presidente es un ladrón. Ojalá podamos algún día seguir el ejemplo de estos países, que sin una naturaleza pródiga, han logrado crear las mejores sociedades de la tierra.