25 de octubre 2024
A nadie debe extrañar que la dictadura cubana culpe al “bloqueo” estadounidense por el apagón generalizado que duró casi cuatro días en la isla y que no ha terminado. Tampoco puede sorprendernos que el órgano oficial de la 4T, es decir, La Jornada, haga lo mismo. Y si uno de estos días algún vocero del gobierno mexicano también responsabiliza a Washington del naufragio de la economía y sociedad cubanas, no habrá por qué asombrarse ante tales aberraciones. Pero nada de eso explica lo que sucede en Cuba.
Todos los que quieren saberlo entienden que no hay tal “bloqueo”. Desde 1961, Estados Unidos ha prohibido el comercio de bienes, servicios y financiamiento entre ese país y Cuba. En los años ‘90 dicho embargo, originalmente un decreto presidencial, se transformó en un acto del Congreso, que solo puede ser derogado por el poder legislativo. No obstante, la ley permite compras cubanas de múltiples productos norteamericanos, sobre todo alimentos y medicinas, al grado que, como lo señala Rubén Cortés, el comercio isleño con Estados Unidos supera el de La Habana con México. Asimismo, Cuba puede comerciar con el resto del mundo, entre países ricos —Europa, Canadá, Japón— y amigos —Brasil, Venezuela, Rusia y China. Hay tanto intercambio con Estados Unidos, que los cubanos de la nomenklatura compran huevos orgánicos por internet a empresas estadounidenses en Miami que los entregan dos días después. Huelga decir que en Cuba, junto con las demás escaseces de todo, no hay huevos.
Se sabe también que el apagón total, a la par de todos los apagones parciales casi cotidianos, se debe en buena medida a la obsolescencia de las centrales generadoras cubanas, a la falta de mantenimiento, al crudo cubano que consumen en parte, pesado y con alto contenido de azufre, y al exceso de demanda en ciertos momentos, a pesar de la salida de casi dos millones de cubanos de la isla desde 2022, una sangría de más de veinte por ciento de la población.
Pero la explicación de fondo del apagón, según todos los relatos de los medios internacionales y de los expertos fuera de Cuba, radica en la falta de combustible, es decir de petróleo. Y aquí es donde se complica la cosa. Cuba consume unos 120 000 barriles diarios de crudo, y produce unos 40 000. Los 80 000 barriles diarios restantes provenían, a partir del año 2000, de la Venezuela de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, a cambio de médicos, instructores de educación física y agentes de seguridad e inteligencia cubanos. Solo que en los últimos tiempos, por razones aún desconocidas, el suministro venezolano se redujo casi a la mitad. México y Rusia absorbieron el déficit, en ambos casos, probablemente, gratis.
Pero también por razones indescifrables con información pública, tanto México —que surtía unos 20 000 barriles diarios— como Rusia —otros 30 000— dejaron de hacerlo, o redujeron su aporte en tiempos recientes. Lo cual abre varias interrogantes.
En primer lugar, ¿por qué Cuba no adquiere crudo con sus amigos exportadores, como Brasil, Colombia, Angola, o Irán, o con proveedores neutros, como los demás del Golfo Pérsico? Petróleo sobra en el mundo hoy, a precios elevados, ciertamente, pero menores que en otros momentos. La respuesta es muy sencilla: La Habana no tiene con qué pagar sus compras, y nadie les vende a crédito, porque nunca pagan sus deudas (son peores que los argentinos). De allí una segunda pregunta: ¿Por qué no pueden pagar su combustible para generar electricidad? Por una sencilla razón: no tienen dinero, porque no producen nada exportable, el turismo se desplomó desde la pandemia, las remesas de Miami han disminuido, y el envío de “médicos” a otros países —antes la principal fuente de divisas— también ha caído. Para dar un ejemplo, la zafra de azúcar este año fue de apenas 850 000 toneladas, la décima parte de la famosa y fracasada zafra de los diez millones de 1970 de Fidel Castro. Obvio en ese año, también había embargo estadounidense, y se dislocó por completo la economía cubana, pero “sí se pudo”. Cuba hoy no tiene divisas porque no tiene con qué conseguirlas.
La siguiente pregunta es más enigmática. ¿A qué se debe que los amigos petroleros de Cuba ya no le envíen petróleo gratuito? Rusia, México, Brasil y Colombia, sin hablar de Venezuela, son todos exportadores de crudo, y todos son gobernados por regímenes afines a la dictadura castrista. ¿A poco se agotó la generosidad solidaria, o el internacionalismo proletario? No hay necesariamente la misma respuesta para cada uno de los países. Es posible que unos, por razones que tienen que ver con mercados internacionales o con Estados Unidos —por ejemplo, Petrobras se cotiza en la bolsa de Nueva York— no pueden regalarle petróleo a Cuba; otros quizá enfrenten dificultades internas, como Colombia, que impiden el abastecimiento gratuito a Cuba. Algunos, probablemente como México, podrían ofrecer financiamiento, para que con ello los cubanos pagaran y no apareciera un regalo en las cuentas de Pemex, que se tienen que presentar a la SEC, en vista de la deuda de Pemex con bancos norteamericanos.
Pero no todas las explicaciones se aplican a todos al mismo tiempo. Lo que resulta a estas alturas evidente es que a Díaz-Canel se le acabó el veinte. No parece haber nadie en el mundo que siga queriendo cargar con el paquete cubano de gorra. Y no habrá, sino dentro de mucho tiempo, bienes o servicios que Cuba pueda vender que le permitan comprar por su cuenta el combustible que necesita. De la misma manera, todos los planes, anuncios y programas de transición energética a eólica o solar en Cuba tardarán años, al igual que cualquier aumento en la producción nacional de crudo. Parece que la solidaridad, en efecto, sí se agotó.
La última pregunta, esa sí la de los 64 000 barriles de petróleo, es si este apagón, o los que sigan, van a generar protestas que ya no pueda controlar la dictadura. Se sabe que ha habido caceroleo nocturno en muchas zonas de la isla, incluyendo La Habana, y que alguna gente sale a la calle a manifestarse en la noche también. Pero todo parece indicar que no va a producirse un nuevo estallido como el 11 de julio. Aunque, en efecto, nunca se sabe. Lo más probable es que la única solución que encuentren los cubanos de a pie para vivir en ese infierno sea irse, de preferencia a Estados Unidos, si no a España. Y uno que otro a México, donde podrían tratar de ir a ver a los altos funcionarios del gobierno de la 4T para pedir explicaciones de por qué ya no les regalan petróleo, ya no impiden los apagones, ya no les permiten seguir viviendo de prestado toda la vida. Pero probablemente los altos funcionarios de la 4T sólo les contesten con lugares comunes y retórica rimbombante.
*Este artículo se publicó originalmente en El Universal, de México, con el título: ¿Qué sucede en Cuba?